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La vivienda en España, ese oscuro objeto de deseo (I)

Imagen de archivo (5/09/2022) de un cartel de alquiler. EFE/David Arquimbau Sintes

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Una de las necesidades básicas de las personas es tener un refugio, que constituye un pilar fundamental para la seguridad física. Por esta razón, el derecho a la vivienda está reconocido en nuestra Constitución. Además, la vivienda no es solo un espacio físico; también es el lugar donde creamos gran parte de nuestra historia personal y recreamos nuestros recuerdos. Para muchas personas, el hogar también está vinculado a “su barrio”, que se configura como un espacio colectivo donde hacer las compras, tomar algo con los amigos y familiares, dar un paseo, entre muchas otras cosas. Hasta aquí, no estoy diciendo nada nuevo.

Sin embargo, según el último informe del Banco de España sobre la vivienda, publicado recientemente, existe un déficit de 600.000 viviendas en nuestro país, que se combina con la existencia de 4 millones de casas vacías. Para entender lo que sucede en nuestro mercado de vivienda, debemos considerar otros usos además de la residencia habitual. En España, la cada vez más reducida clase media puede tener una segunda propiedad, que funciona como una especie de “hucha” de ahorros.

Esta inversión se considera menos arriesgada que otras opciones para aquellos que tienen los recursos para permitírselo, y así lo constata el Banco de España. Además, muchas personas poseen una segunda vivienda como un lugar de descanso, donde disfrutan intensamente del ocio y lo comparten con sus seres queridos. Todos conocemos a alguien que tiene una casa en el pueblo, en la playa o en el campo.

Los apartamentos turísticos ya representan más del 10% del mercado de alquiler

A esto se suma una realidad innegable: España es uno de los países más visitados del mundo, solo superado por Estados Unidos, con más de 85 millones de turistas en 2023. ¿Dónde se alojan todas estas personas? Parte de ellas se hospeda en el sector hotelero, pero otro porcentaje considerable se queda en apartamentos turísticos, que ya representan más del 10% del mercado de alquiler (Banco de España).

Querido lector o lectora, ¿alguna vez has disfrutado de una estancia en Airbnb? Yo sí lo he hecho. Para mí, esta opción es más económica que un hotel e igual de segura, pero sobre todo encuentro que es más cómoda, especialmente porque puedo levantarme rodeada de mi gente, simplemente estamos juntos.

Sin embargo, esta elección individual tiene consecuencias más amplias en toda la ciudad. La primera de ellas es el aumento en el precio de la vivienda para uso habitual, lo que afecta principalmente a quienes alquilan y buscan acceder a una nueva vivienda, especialmente los jóvenes. Este proceso comienza en los barrios con alta demanda turística, donde el incremento de los precios desplaza a la población hacia otras áreas, generando una nueva escalada de precios.

Este efecto se asemeja a la caída de una piedra en un estanque, creando ondas que se propagan. La segunda consecuencia nos afecta a todos, pues se produce una reconfiguración de la ciudad. Aunque a priori no necesariamente es buena ni mala, debemos ser conscientes de que las zonas con gran interés turístico se convierten en auténticos “parques temáticos”. La rentabilidad de estas áreas beneficia a negocios locales como bares, hoteles y tiendas, así como a operadores turísticos y a las personas (tanto físicas como jurídicas) que son propietarias de viviendas. Sin embargo, esto puede dificultar otros usos de los espacios comunes, cambiando “nuestro barrio”.

El uso de la vivienda como negocio corresponde a aquellos con poder de mercado, capacidad económica y solvencia financiera para mantener parte de las viviendas sin vender o usar

El otro uso de la vivienda como negocio corresponde a aquellos que tienen poder de mercado; es decir, que tienen capacidad económica, porque tienen solvencia financiera para mantener parte de las viviendas sin vender o usar, esperando que su precio suba.

Aquí están las grandes constructoras que, si no venden, alquilan; los fondos de inversión que como tales buscan la máxima rentabilidad, las personas físicas con un gran número de propiedades y la compra extranjera (en la que confluyen diversidad de motivaciones), que alcanzó casi el 20% de las adquisiciones en 2023. El efecto es que un bien necesario para una vida digna es una mercancía rentable que se convierte en un “oscuro objeto de deseo”. La suma de todos estos elementos son los que son: precios elevados y una parte de la población sin la posibilidad de acceder a la vivienda para su uso habitual.

Una solución defendida y reclamada por las grandes constructoras es que el sector público venda más suelo para que ellas construyan más. Sin embargo, el aumento de la oferta, es decir construir más casas, no es una garantía de que esas viviendas sean adquiridas para el uso habitual de la población que más lo necesita. Existen diversas medidas y, como siempre, afectará a unos u otros de diversas formas. 

En este artículo me he detenido en explicar, a grandes rasgos, las características de nuestro mercado de la vivienda. En el siguiente artículo, si te apetece, querido lector o lectora, te contaré mi opinión sobre las propuestas del Banco de España y analizaré otras experiencias reales que existen para que la vivienda sea (más) accesible. No todos necesitamos Airbnb ni ser propietarios, pero si disfrutar de una vivienda que sea “nuestro hogar”. 

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