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ANÁLISIS

¿El precio de Putin para la “paz”? Cantar victoria, sin importar cuál sea la verdad

Un edificio de una zona residencial de Kiev después de un bombardeo ruso en febrero.

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A medida que Rusia intensifica sus ofensivas en el este de Ucrania, muchos en Occidente sugieren que el presidente ruso, Vladimir Putin, ordenó a sus fuerzas que garanticen el triunfo en Mariúpol a tiempo para el Día de la Victoria, que se celebra en Rusia el 9 de mayo. Esta consideración está basada, en gran medida, en coincidencias y en el estatus de culto del Día de la Victoria, pero no está respaldada por lo que Rusia está diciendo a su propia población, donde los canales de propaganda nacionales ya no prometen un rápido final del conflicto.

Sin embargo, Putin es libre de declarar la victoria en cualquier fecha límite artificial que él elija. Rusia ya reinventó lo que se suponía que su guerra iba a conseguir y puede volver a hacerlo si es necesario. Moscú puede decir que logró sus objetivos independientemente de los hechos concretos en el territorio y poner fin a su “operación especial” cuando quiera. Esto plantearía a Ucrania otro duro dilema: la necesidad de seguir luchando mientras Rusia parece ofrecer la paz, arriesgándose así a la erosión del apoyo de los partidarios occidentales que preferirían el fin de los combates incluso si, a largo plazo, esto pudiera significar el fin de Ucrania.

Un final de la guerra declarado unilateralmente por Rusia hará que los socios occidentales de Ucrania presionen a Kiev para que haga lo mismo, a lo que el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, podría no resistirse. Estos socios también disminuirán su apoyo material para la continuación de las operaciones si consideran que la guerra prosigue “innecesariamente”.

Con o sin la fecha límite del 9 de mayo, existen buenas razones para que Rusia busque un final temporal de los combates: sobre todo, para permitir a sus maltrechas fuerzas reagruparse. Una declaración de victoria proporcionaría a Rusia la “rampa de salida” que resultaría realmente útil para Moscú, a diferencia de muchas de las opciones presentadas a principios de año por los líderes occidentales que, en primer lugar, lo que buscaban era evitar el conflicto.

En lugar de apuntar a aplastar las defensas ucranianas sin importar cuál sea el costo, puede que la ofensiva rusa tenga ambiciones mucho más limitadas y deliberadas. El inevitable final de la resistencia ucraniana en Mariúpol podría presentarse como una importante victoria estratégica. Y como Rusia y sus propagandistas siguen pintando al Batallón Azov, con base en esa localidad, como una organización neonazi, esto también significa que Rusia podría alegar una victoria en su objetivo de “desnazificar” Ucrania. Rusia disfruta de un control casi total de la información que llega a amplios sectores de su población, por lo que incluso insignificantes ganancias territoriales pueden ser vendidas como grandes avances.

Rusia decide

Ucrania no puede continuar la guerra indefinidamente sin una importante ayuda económica y una mayor asistencia militar. La infraestructura del país está siendo atacada, las exportaciones clave fueron interceptadas por el bloqueo marítimo ruso, sus militares están sufriendo un desgaste constante y su población se tambalea ante el trauma infligido por los ocupantes rusos. Si los aliados occidentales no ofrecen suficiente apoyo, Ucrania podría sentir como insostenible la carga que esta guerra trae consigo.

En cambio, Rusia puede —si lo desea— dedicar recursos y personal a esta guerra durante mucho más tiempo. A su vez, Ucrania es plenamente consciente de que Rusia no hará acuerdos para poner fin a la guerra de buena fe, y que el fin del conflicto no aliviará en nada el sufrimiento de los ucranianos que están bajo ocupación. Ucrania tiene el imperativo moral de aliviar a sus ciudadanos que se enfrentan al terror y la deportación en los territorios ocupados por Rusia.

Si Zelenski acepta la paz, Ucrania no podrá obstaculizar los planes rusos para los territorios ocupados. Según la información disponible, el Kremlin ya está planificando referendos fraudulentos en la Ucrania ocupada, mediante los cuales replicaría el referéndum de 2014 que utilizó para dar una falsa legitimidad a la ocupación de Crimea. Mientras que Occidente y Ucrania asumirán la carga de reconstruir las numerosas ciudades destruidas, la economía del país y sus fuerzas armadas, Rusia podrá reiniciar la guerra cuando considere que es el momento adecuado.

Como siempre, si se busca un alto el fuego “temporal”, se corre el riesgo de generar un país permanentemente dividido entre el territorio ocupado por Rusia y un Estado ucraniano tocado. También podría fomentar una prolongada guerra de baja intensidad que Rusia podría decidir reactivar a su antojo.

La próxima guerra

Un período prolongado de combates de alta intensidad sería muy perjudicial para Ucrania, pero también presenta otros riesgos para Rusia. Sus líderes militares hoy son plenamente conscientes de la naturaleza de la guerra que iniciaron y de la fuerza de la resistencia ucraniana. Esto puede conducir a un enfoque más cauteloso. Después de más de una década en la que Rusia construyó sus fuerzas armadas mediante un gasto enorme, para después sufrir pérdidas estrepitosas durante las primeras etapas de la campaña en Ucrania, los generales rusos querrán preservar la mayor cantidad posible de su poder de combate para la siguiente fase de su guerra contra Occidente.

Putin también tiene otros plazos que cumplir. Rusia celebrará elecciones presidenciales en marzo de 2024. Aunque Putin afirme “no haber decidido aún” si se presentará a la reelección, necesitará que la opinión pública rusa considere que la guerra en Ucrania fue un éxito mucho antes de pedirle que vote por él, por muy ficticio que acabe siendo el resultado de las futuras elecciones. Esta podría ser una razón para que Rusia busque un pretexto para finalizar (o al menos reducir y ocultar) su campaña en Ucrania, tras haber declarado que fue un éxito.

Una pequeña (y posiblemente incluso ficticia) ganancia territorial en Ucrania, más allá de la captura de Mariúpol, proporcionaría a los propagandistas rusos una historia viable para vender a su población. Si Putin no solo se convence a sí mismo de que su campaña en Ucrania logró total o parcialmente sus objetivos, sino que además cree que los daños sufridos por los militares rusos fueron tolerables y no críticos, la próxima de sus guerras llegará más pronto que tarde.

* Keir Giles trabaja con el programa de Rusia y Eurasia de Chatham House. Es autor de Moscow Rules: What Drives Russia to Confront the West.

Traducción de Julián Cnochaert

KG

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