Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Tendencia

Superfans, super tóxicos: cuando el fanatismo se organiza para atacar

Fanáticos del pop coreano, el fenómeno del fan tóxico se da en Oriente y Occidente.

Laura Marajofsky

0

Si en el 2000 algunos sitios y otros servicios pre-redes sociales marcaron lo que sería el advenimiento de una era de mayor presencia -y poder- de los fans, con foros o lugares donde ya se podía interactuar con los artistas (foros de música o comunidades como ATRL, LiveJournal y MySpace), lo que algunos especialistas reconocen hoy como “super fans”, despierta cada vez más suspicacia y alarma.

Con una amplificación masiva de canales de comunicación y espacios públicos donde la atención es un commodity, la agresividad online escala y ya no basta sólo con seguir a tus artistas favoritos. Bienvenidos a la nueva era del “stan”, en la que los fans se organizan para sabotear campañas de otros artistas, dirigir ataques online y realizar otras actividades (stalkeo, acoso, amenazas) que reflejan ya no sólo un aumento de modalidades ubicuas como el trolling o bullying, sino también cuestionando los límites de la web, la salud mental, y definiendo nuevos contornos en la identidad del fan moderno. 

¿Cuándo dejó el fandom de ser un territorio benigno para transformarse en algo hostil o abusivo? ¿Cómo se constituyen las nuevas -y tensas- relaciones entre creadores y fans? ¿Y cómo se manifiestan estos comportamientos en plataformas como Twitter, YouTube y otras?

Evolución del fan moderno

Para entender un poco más el estado actual de situación, viene bien observar lo que fue la evolución de los canales de comunicación y las tecnologías en torno al fan. El fanatismo será tan viejo como los gladiadores de la Antigua Roma o la Beatlemanía, pero lo que seguro no existía entonces era tal multiplicidad de canales, la ilusión de un contacto directo con los artistas y el paraguas de la anonimidad y las fake news. O como dice la bloguera y crítica Haaniyah Angus, quien detalla también que este fenómeno no es exclusivo de Occidente -basta ver la obsesión que desatan en Corea los ídolos del KPOP-: Lo que caracteriza a esta nueva era del ”fan acosador“ es la admiración que crece hacia estos comportamientos. Hoy en día usamos la terminología ”stalker fan“ como broma, y el impacto del ”stan“ se minimiza y hasta se observa con connotaciones positivas”.

¿Pero qué es un “Stan”? Según el Urban Dictionary se lo define como un fan maníaco y obsesivo de cualquier celebridad o atleta, y el término (el nombre propio “Stan”) proviene del hit homónimo del 2002 de Eminen que relata, precisamente, la historia de un fan obsesionado con el rapero que termina matando a su novia embarazada. Pero yendo a una definición más técnica, según Angus, se trata de relaciones parasociales de dinámica unidireccional en las que el tiempo, la energía y el interés se extienden hacia el objeto de obsesión (comúnmente un artista), que del otro lado, permanece ignorante o indiferente de la fascinación que despierta.

Dedicar un perfil de redes sociales a la cultura pop puede resultar en fanatismo desmedido o acoso constante. Dentro de los fandoms hay cuentas dedicadas específicamente a ”cancelar“ o ”stannear“ a algún proyecto/artista, y cada mención que hacés en Twitter o Instagram genera una catarata de respuestas relacionadas. Es como caminar por un campo minado, en el que la única fórmula para evitar la explosión es la tibieza. Eso hace que por un lado, estén quienes dedican su tiempo a pinchar a los fans para lograr esa visibilidad, pero por el otro estén quienes ya tienen miedo de mencionar cualquier cosa”, cuenta Eliana Masci, comunicadora especializada en cine y series en radio y podcasts, sobre el proceder de los “stans” y lo que generan en redes sociales, sobre todo en Twitter.

Y hablando de Twitter, mucho se ha escrito sobre la amplificación que produce esta plataforma en los comportamientos tóxicos y el impacto que está teniendo en la salud mental de sus usuarios, por eso no sorprende que en una nota reciente para el NYT, la co-autora del libro Twitter: A Biography, Nancy Baym, explique que esta clase de enfrentamientos existieron antes solo que ahora las plataformas donde nos reunimos ofrecen más incentivos. Los medios que teníamos no facilitaban estos enormes espacios públicos. Ha habido un proceso muy largo en el que los fanáticos han ganado atención cultural, han ganado influencia y reconocimiento de cómo ejercer esa influencia; y ahora lo vemos más porque los medios están en un punto en el que realmente lo están poniendo delante de nosotros”.

En este sentido, espacios como Twitter, YouTube y Spotify centralizan lo que antes se encontraba más disgregado en el ciberespacio, ya sea en fansites, foros o URLS oficiales, donde además se manejaban otros intereses y la acción del fan no estaba monetizada.

“Se trataba más bien de la comunidad interior y no era tan competitivo”, sigue Baym. “En cierto modo era competitivo, pero se trataba más de cosas como: ‘¿Cuántas veces los has visto en vivo?’”.

Sin embargo, hoy en día, ser fan pueden volverse una ocupación 24-7 debido a la ubicuidad y funcionamiento constante de la web gracias a los dispositivos móviles y las nuevas dinámicas de consumo. Un ataque puede continuar por días y muchos “stans” están dispuestos a invertir tiempo en esto. Tiempo que, no podemos soslayar, no deja de ser “trabajo gratis”, constituyéndose así, en mano de obra barata explotada por las plataformas de datos y las celebridades. 

¿Más canales, más problemas?

A las plataformas les sirve porque suben sus números de actividad, visibilidad y engagement, a los artistas también (¿no existe la mala prensa?), pero, ¿y a los fans?

Eso sin contar a los que quedan en el fuego cruzado entre bandos, sean los BeyHive de Beyoncé, los Beliebers de Justin Bieber o los Barbz de Nicki Minaj: es decir, el resto de nosotros. Especialmente complejo resulta para los generadores de contenido, críticos y periodistas.

“El newsletter fue mi solución a no poder hablar de ciertos temas solo por el miedo al acoso online. En lo personal, sé que hay cosas de las que ”no puedo hablar“. El fandom de DC Comics (y especialmente las películas) me ha llegado a decir que tengo un retraso mental por un tweet que no les gustó. Cuando manifesté mi desacuerdo con la opinión TERF de JK Rowling, tuve que ponerle candado (privacidad) a mi cuenta de Twitter por unos días porque recibía constantemente mensajes privados y menciones de gente que estaba a favor de la autora y consideraba que el sexo biológico era lo único que importaba. Esto tanto en inglés como en español”, relata Masci.

“En el consumo cultural siempre hubo rivalidades que, con más o menos chicana de por medio, incitaron a elegir un bando: Star Wars vs. Star Trek, Marvel vs. DC, The Beatles o The Rolling Stones, Backstreet Boys o NSYNC. Pero hoy, esos enfrentamientos se viven en un terreno mucho más hostil, impulsado y sostenido por la creciente agresividad que se da en las redes sociales. En estas nuevas dinámicas que se generan en Internet entre los fandoms, parece que ya no alcanza con que un artista sea bueno, sino que tiene que ser mejor que otro”, explica Tatiana Mon Avalle, redactora de cultura pop. 

Las ramificaciones de la cultura stan y sus consecuencias se extienden por otras redes como Instagram, Facebook, TikTok, Tumblr y foros de mensajes, en donde los superfans coordinan ataques al mejor estilo ejércitos de trolls como en 4chan y Reddit. Inclusive adoptaron sus tácticas: trabajan tanto individualmente como en grandes grupos anónimos (con avatares de sus ídolos como identidad) y manejan una alta agresividad online utilizada para redirigir la conversación, manipular información y causar daño. Además comparan información y llegada de sus ataques con orgullo.

¿Qué hacen? Se organizan para ganar encuestas de entregas de premios, aumentar las ventas y recaudar dinero, para molestar —o acosar e incluso publicar información personal— a aquellos critican a las estrellas, y hasta pueden llegar a amenazar de muerte a quien se cruce en su camino.

“El ARMY que parece a pruebas de balas defiende a la banda de k-pop contra todo hater, y las Directioners aprovechan cualquier oportunidad para mantener viva la magia de la boyband incluso 5 años después de su ”hiatus“. Las peleas y tensiones entre estos dos fandoms nació de la rivalidad, la competitividad y la lealtad inquebrantable hacia sus ”muchachos“; y se manifiestan en forma de Trending Topics cada vez que es posible”, sigue Mon Avalle.

Salud mental y redes

¿Es esta la cara del nuevo fanatismo? En un contexto en el que pasamos más tiempo online que nunca antes, exacerbado por la pandemia, estas dinámicas ya están siendo estudiadas desde el campo de la psicología ya que preocupan sus efectos sobre la salud mental (propia y de los otros), a largo plazo. ¿Qué pasa cuando todo se reduce a las emociones más básicas y qué impacto tiene esto sobre las discusiones? “Creo que uno de los peligros de la cultura stan —es decir, el peligro de un grupo de fans que son tan apasionados por algo que acaban con los comentarios negativos— es que a menudo puede eliminar conversaciones muy necesarias cuando nuestros medios y celebridades nos defraudan”, dice Paul Booth, profesor de Estudios de Medios de Comunicación de la Universidad DePaul.

¿Es esta la cara del nuevo fanatismo? En un contexto en el que pasamos más tiempo online estas dinámicas ya están siendo estudiadas desde el campo de la psicología ya que preocupan sus efectos sobre la salud mental (propia y de los otros), a largo plazo

Comparados con partidarios políticos o hasta seguidores religiosos (en Tik Tok existen sectas o cultos), los superfans de la cultura pop están redibujando las relaciones de poder, una vez más, entre fandom tradicional, creadores e intermediarios (plataformas y grandes corporaciones como estudios, canales de TV y streaming, etc). En épocas de fenómenos como el de #GameStop en que el impacto de campañas virtuales demuestra tanto el poder de las redes como la creciente influencia política de las comunidades online, vale preguntarse por el futuro rol y posible adoctrinamiento de los “stans”. ¿Estamos fomentando culturas cada vez más tóxicas de fanatismo online? ¿Cómo se vinculan las distintas esferas de la cultura? ¿Cuánto grados de separación tienen ciertas celebridades de sucesos sociales, políticos y económicos? Recordemos cuando fans del grupo de K-pop BTS atacaron al presidente Donald Trump pero también hicieron donativos a Black Lives Matter. 

No está directamente relacionado, pero basta ver la coordinación de usuarios de reddit llevó literalmente a desestabilizar la bolsa en Estados Unidos para notar el nivel de poder influencia que un montón de gente en internet puede tener. Si a las posibilidades de viralización y acción coordinada de la internet moderna le sumamos el fanatismo rabioso que despiertan Marvel, Dc, Star Wars o megaestrellas como Taylor Swift o Ariana Grande, tenemos un caldo de cultivo para toda una serie de acciones poco gratas: en el menor de los casos, bullying virulento, en el peor, amenazas de muerte, acoso, agresión dirigida, doxing”, acota Ignacio Balbuena, periodista especializado.

“Sin embargo, no todo está perdido: entre los seguidores de algunas bandas están empezando a ser conscientes de la toxicidad a la que se enfrentan y en varias ocasiones demuestran apoyo a la banda opuesta. Por ejemplo, cuando salió el video de Dynamite de BTS, las Directioners dejaron todas las diferencias de lado y se organizaron para mostrar interés por los reyes del k-pop en la campaña #DirectionersWithARMY, probando que la enemistad ya es cosa del pasado”, agrega Mon Avalle.

“Hay excepciones: muchas veces los superfans hacen cosas copadas, como los fans de DC que, luchando por el lanzamiento de la nueva versión de Justice League, recaudaron dinero para la prevención del suicidio, o los stans del K-Pop que lograron revertir trending topics reaccionarios en USA”, cierra Balbuena.

Etiquetas
stats