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Opinión

Yo te creo, hermana

Diego Armando Maradona.

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Dos amigas se cruzaron el fin de semana. El intercambio que tuvieron sobre Maradona no es nuevo: ya había aparecido el día de su muerte, es decir un día como hoy, que también es el Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, pero el año pasado. Feministas ambas, aquella vez una interpeló la tristeza de la otra: “Perdón, ¿vos no estás en contra de la violencia? ¿Vos no defendés el ‘no es no’? ¿Vos no lo viste pegándole a Rocío Oliva? ¿Te busco el video? Vení que te lo muestro…”. Del otro lado vinieron argumentos tan válidos como los que abrían el debate: la pobreza, el éxito, la enfermedad, el sistema, el patriarcado… 

El motivo del último entredicho fue a partir de las declaraciones de Mavys Álvarez Rago, quien denunció haber sido abusada sexualmente por Maradona en 2001, cuando ella tenía 17 años. La amiga volvió a la carga: “¿Escuchaste a esta mina? ¿No te pasó nada? ¿Por qué a algunas les creés y a otras no?”. La otra intentó explicar la contradicción que le genera el ídolo; que quizás sea “más fácil” cancelar a abusadores porque no implica ningún esfuerzo, porque no nos tocan ninguna fibra, como Michael Jackson o Woody Allen, porque esos tipos nos quedan lejos de nuestra Patria Moral

Infobae entrevistó a Mavys Alvarez Rago, el mismo medio de comunicación que tomó la versión de la ex pareja de Maradona, Verónica Ojeda, como pilar para reconstruir sus últimos días con vida. Pero Mavys aportó otros detalles sobre su experiencia con el futbolista: “Maradona me violó”, dijo. Que Maradona abusó de ella mientras su madre golpeaba la puerta para que le abrieran; que él la amenazaba con un insistente “callate la boca”. En la misma entrevista Mavys denunció otras violencias: que Maradona quiso traerla desde Cuba a Buenos Aires escondida en una caja, que en Buenos Aires se sometió a una cirugía para agrandarse los pechos porque Maradona la quería pulposa; que en Buenos Aires no la dejaban salir del hotel en el que la había alojado

El día en que esa nota fue publicada, el juvenil de Barracas Central, Lucas González, moría en el hospital por un disparo de bala policial. La persecución, la agonía, el drama de los padres, un nuevo caso de gatillo fácil le bajaron el brillo a la entrevista con Mavys. Esto es contrafáctico, pero vale la pregunta: ¿Si Lucas seguía con su vida de pibe de 17 años que sueña con ser futbolista, es decir, si Lucas no hubiera sido noticia, qué repercusión hubieran tenido las declaraciones de la mujer abusada? Una noticia puede tapar otra. O darnos una mano para hacernos los distraídos.

Mavys calló más de veinte años. Mavys es cubana y blanca, de ojos claros; lleva las uñas esculpidas y el cabello teñido, pero de una rubiez evidente. A simple vista no es “una buena víctima”: para creerle a una mujer, como si angustiarse no alcanzara, hay que verla desarmada. Y si no está desarmada, tiene que estar rota. En redes sociales se reclamó la presencia de los feminismos en torno a su caso. “¿Y dónde están las feministas?”, tuiteaban en un tono parecido al de la amiga de mamá Cora confundiendo, como los demás, a la muerta. 

Como si las feministas se pidieran por Rappi, hay una tendencia a tomarle asistencia a ciertas referentes que, al suponer de la demanda, tienen la obligación de estar al pie del cañón. Como si Maradona no fuera enorme e inabordable, como si no fuera un ser humano capaz de cometer un delito. Dicho eso, esto: hay silencios difíciles de explicar en torno a la denuncia de Mavys, que ya está en la Justicia. El Yo te creo, hermana a veces es selectivo. La sororidad también es selectiva. Basta con fijarse en los apoyos públicos entre mujeres.

Una violación es un límite clarísimo, pero también es un límite clarísimo que te metan de prepo en un quirófano o que quieran subirte a un avión escondida como si fueras material de contrabando. Y sin embargo, nos permitimos dudar. Acá estamos los nacidos durante la guerra de Malvinas. Allá los nacidos en dictadura. Y están los que nacieron antes de todo eso. Nosotros, por los 40 o más, nos movemos en el pasillo angosto de las contradicciones: somos banderas flameando sin mástil. Ponemos “peros”, responsabilizamos al sistema, nos lavamos las manos en ese barril sin fondo al que llamamos “Cultura”.

Y están los que nacieron después de todo eso. Nicki Nicole nació en el año 2000, cuando Maradona estaba en su ocaso: una sobredosis en Punta del Este terminó en una rehabilitación en La Habana donde conoció a Mavys, la ciudad donde, según Mavys, el futbolista la violó. Veinte años después, el mismo tiempo en que la mujer hizo silencio, a la cantante le preguntaron y ella respondió. En una entrevista al diario El País, dijo: “Yo no nací en el tiempo de Diego Maradona y el fútbol no me interesa pero conozco bastante de su pasado, así que no soy su fan. Mi padre y mi abuelo sí lo son, pero a mí me parece también controvertido el hecho de que se siga a una persona que tiene ese tipo de conducta. ¿Escucharías a un artista que es un maltratador? Yo no”. Su posición respecto del futbolista le valió un gran repudio en redes sociales. También de parte de Giannina Maradona.

Se ha escrito tanto que para qué agregar. Maradona fue una leyenda en vida porque su historia nos confirma que lo excepcional puede suceder: la parábola del pobre que triunfa. Como si eso fuese poco de Maradona se dice que es Dios. O su representación en la Tierra, el enviado, un Jesús. Jesús, cuenta la Biblia, murió en la cruz. En el caso del futbolista la crucifixión puede pensarse en dos sentidos: sacralizar y cancelar. No pidió la cruz sobre la que lo acostamos. Lo encontraron tendido en la habitación que ocupaba, al lado de un baño químico. Maradona fue un tipo común cruzado por el talento y la oportunidad. Su viveza consistió en aprovecharse de la vida que le tocó. Fue un hombre con pliegues y texturas, el del mito y, si la Justicia lo confirma, también el del abuso.

En la esquina de mi casa hay un mural en homenaje a Maradona con la leyenda: “Yo soy popular, yo no soy público”. En la cuadra de enfrente hay otro mural. Y hay otro a dos cuadras y dos más a la vuelta. Todos cumplirán un año en estos días. Todos están intactos. Han resistido, por ejemplo, la pegatina de afiches políticos de las últimas elecciones, el trazo de algún aerosol o de otra pintada, incluso a favor. No hay nada encima ni al costado de esas representaciones que van desde lo angelical hasta lo heroico. Nadie se atrevió a vandalizarlos. Cada vez que paso pienso en la palabra “inmaculado”. Nada tapa a Maradona. Necesitamos ídolos. Pero el fanatismo no sólo nos pone bobos: nos hace necios. 

VDM

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