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¿Por qué Pedro Sánchez es un político que quiere aferrarse al sillón y Moreno, no?

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno en una imagen de archivo

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La pregunta me la hago tras analizar las reacciones desaforadas y contradictorias por parte de la oposición de la derecha en España a la “carta a la ciudadanía” de Pedro Sánchez, a sus cuatro días de “reflexión” sobre si merecía la pena seguir o no y a las respuestas que ha venido dando tras anunciar que se quedaba para “seguir con más fuerza si cabe al frente de la presidencia del Gobierno de España”. ¿Por qué Pedro Sánchez es un político que quiere aferrarse al sillón y Juan Manuel Moreno, no? Esta es la pregunta.

Podría sustituir el nombre de Moreno por cualquiera de los presidentes autonómicos del PP y también de su líder nacional, Alberto Núñez Feijóo, en política más de tres décadas seguidas. Todos ellos exhiben el mismo ahínco de aferrarse al sillón del poder que le suponen a Pedro Sánchez, si no, no estarían en política, no se presentarían a unas elecciones… En fin, no harían y dirían las barbaridades que dicen y hacen porque el Gobierno de España lo ocupa Pedro Sánchez y que sobrepasan la lógica estrategia de oposición.

Descalificativos de Feijóo y otros dirigentes del PP al presidente como perlas pantanosas: “Sectario, caudillista, mentiroso, ególatra…”. El tono subió tras los días de reflexión en los que casi toda España pensó que Sánchez se iba y no se fue. Hasta entonces Feijóo nunca llegó a los insultos de Ayuso, resumidos en “me gusta la fruta” pese a que se reía gustoso cuando la presidenta de Madrid le regaló un canasto de frutas después del insulto al presidente en el Congreso. Tras la vuelta de Sánchez del retiro se atrevió a comparar a este con Franco llamándole lo que otros dirigentes de su partido han coreado junto a Vox durante más de dos años: dictador.

No he visto ningún tic tan repetido como en la derecha de considerar ilegítimo a un presidente

A esta crispación verbal apelando al odio, que Sánchez llama “máquina del fango” por estar adobada de bulos, se une la táctica de considerar ilegítimo el poder cuando lo desempeña un adversario político, en este caso un dirigente del PSOE. Pedro Sánchez no es el primer presidente socialista al que la derecha trata de advenedizo, lo sufrió antes José Luis Rodríguez Zapatero y en Andalucía el PP utilizó la misma dialéctica con Manuel Chaves y, sobre todo, con José Antonio Griñán. El artífice de este discurso fue Javier Arenas, ahora persona de confianza de Feijóo en el Senado, y quien no pudo gobernar tras ganar las elecciones andaluzas en 2012 porque el PSOE sumó mayoría absoluta con Izquierda Unida.

La izquierda de este país no es Caperucita Roja en cuanto a dialéctica cuando está en la oposición, pero no he visto ningún tic tan repetido como en la derecha de considerar ilegítimo a un presidente. Recuerdo aquella ofensiva del PP en Andalucía que desmonta la justificación de tantos dirigentes de este partido que llevan tronando contra Sánchez como presidente ilegítimo, como un advenedizo que se agarra al sillón del poder, primero porque pactó con Bildu, después porque ganó Feijóo y fue Sánchez quien obtuvo la mayoría para gobernar, después por la ley de amnistía y, por último, porque Sánchez iba a irse y no se fue. 

En enero de 2019 se volvieron las tornas en Andalucía y el PP, con Juan Manuel Moreno de candidato, logró la presidencia del Gobierno de la Junta no ganando las elecciones, que ganó el PSOE, pero sumando mayoría absoluta con Cs y Vox. No recuerdo ningún discurso de la izquierda acusando a Moreno de presidente ilegítimo. El tono de Moreno siempre ha sido más templado que el de su líder y compañeros del PP, y solo ha cumplimentado la consigna de su partido de desgaste con lo de que Pedro Sánchez divide España, repetido como un estribillo durante meses en sus entrevistas. Sorprendieron sus declaraciones tildando a Sánchez de “personaje” y “mentiroso” con una acritud no frecuente en el presidente andaluz. Pero le honra que fuera el primero de su partido en condenar con firmeza en enero el aquelarre en la calle Ferraz en el que ultras apalearon un muñeco con la figura del presidente del Gobierno.

Fue Moreno quien dijo a finales de diciembre de 2020 que solo estaría al frente de la Junta de Andalucía ocho años

Vuelvo a la pregunta del inicio. Tampoco Moreno ha recibido acusaciones de aferrarse al sillón por afirmar que volverá a repetir de candidato en las elecciones andaluzas de 2026, como sí las ha recibido Sánchez por anunciar que no solo no se va, sino que está dispuesto a presentarse a las próximas generales. La contradicción no solo está en la doble vara de medir de los populares, que aplauden la decisión de Moreno y tildan de gesto de autócrata la declaración de Sánchez. Lo está en parte porque fue Moreno quien dijo a finales de diciembre de 2020 que solo estaría al frente de la Junta de Andalucía ocho años.

Me lo dijo convencido en una entrevista en plena pandemia publicada en Sur en enero de 2021, en momentos de mucha mayor incertidumbre para la ciudadanía que la que haya podido acarrear Sánchez con su silencio de cinco días. “Créame que con ocho años ya habré tenido suficiente, tengo tres hijos y otros proyectos que me gustaría hacer en la vida, los años van pasando”, declaró entonces.

Moreno ha cambiado de opinión. Nadie le va a llamar mentiroso por ello, ni autócrata y menos dictador. Supongo que la mayoría absoluta de 2022 le ha animado a seguir, lo que no es novedad en los políticos cuando gobiernan. Pero hay algo más. En aquella entrevista se reafirmó en su intención de llevar al Parlamento andaluz una ley que acortara los plazos de la presidencia del gobierno de la Junta a ocho años. “Mi intención es que esa ley salga adelante. Es bueno que en Andalucía haya una limitación de ocho años, es un tiempo suficiente de hacer y renovar equipos. Es el objetivo que quiero marcar como ley para mí como presidente y para los consejeros”, apostilló.

El proyecto de ley se pergeñó, pero no se sabe nada más. El PP lo volvió a incluir en su programa electoral de 2022. Moreno incluso llegó a reafirmarse en la vieja apuesta de recortar el tiempo de los presidentes en víspera de las autonómicas. “No estaré más de lo necesario”, sin especificar entonces cuánto era lo necesario. No solo Pedro Sánchez dijo una cosa antes de las elecciones y después otra. Pero a Moreno no le van a decir que ha engañado a los andaluces. Este pasado abril el andaluz se mostró “con fuerza” e “ilusión” para concurrir de nuevo a las elecciones. Frases parecidas a las de Pedro Sánchez. Solo que el socialista nunca ha prometido una ley para acortar los plazos de los presidentes. Y mire, no sería mala idea como intento de rebajar la crispación, como medida de regeneración democrática.

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