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Cómo actuar frente a las y los chicos y los celulares Lecturas
La crianza en el entorno digital: ¿qué hiciste hoy en Internet?

El contacto con los celulares en menores de 2 años siempre está en debate

Uno de cada tres usuarios de internet en el mundo es menor de 18 años, según el informe de Unicef de 2017 Los niños en un mundo digital. Por lo tanto, no es sorprendente que, según una encuesta del Pew Research Center realizada un año después, en una economía avanzada como la de los Estados Unidos, el 95% de los adolescentes de entre 13 y 17 años tiene acceso a un smartphone, y el 88% a una computadora. Además, entre los adolescentes que acceden a internet, nueve de cada diez se conectan “casi constantemente” o “varias veces al día”.

Estas estadísticas reflejan lo que percibimos en la vida cotidiana, en contextos tan variados como el transporte público, restaurantes y salas de espera de pediatras. Vemos a niños y adolescentes fijados en sus pantallas, a veces absortos hasta el punto de aislarse del resto del mundo, sin mencionar los encuentros en los que niños y niñas están sentados uno al lado del otro, pero su atención y disposición corporal están totalmente centradas en sus smartphones. Los padres y las madres a veces se quejan. Pero en otras ocasiones respiran aliviados, ya que esto les permite seguir con otras tareas, como trabajar, manejar y cenar, por no hablar de consultar redes sociales, mensajes y sitios de noticias en sus propios dispositivos.

Las pantallas personales –en particular, los smartphones– se han convertido tanto en el símbolo del entorno digital como en una ventana a él. De todos los grupos de edad y etapas de la vida, los niños y los adolescentes son los que más las han adoptado, tanto en lo que respecta al nivel de acceso a las tecnologías como a la intensidad y diversidad de usos.

¿Qué oportunidades y retos ha creado este fenómeno para la crianza de los hijos?

Ellen Wartella, profesora y directora del Centro de Medios de Comunicación y Desarrollo Humano de la Universidad Northwestern, explica que “la Academia Americana de Pediatría [AAP] solía decir que ningún niño menor de 2 años debería usar medios con pantallas –televisión, cine, computadoras o iPads–, pero la llegada de programas como Skype, que permite a los niños ver y hablar con sus padres, abuelos, o ambos, u otras personas que no estén físicamente presentes, ha hecho que la AAP reconsidere esa recomendación. Ahora dice que padres y madres deben estar atentos y asegurarse de que los niños menores de 2 años, si utilizan medios con pantallas –y yo incluiría aquí iPads o teléfonos–, no pasen demasiado tiempo con ellos, supervisen por qué los niños los utilizan y se aseguren de que los niños se dediquen a muchas otras actividades además de los medios. Lo que no queremos es que los niños menores de 2 años pasen la mayor parte de sus horas de vigilia con pantallas. El hecho es que los niños están inmersos en un mundo mediático, y los padres están encantados de darles medios para jugar, incluso a los bebés”. Roxana Morduchowicz, autora de Ruidos en la web: Cómo se informan los adolescentes en la era digital, describe cómo las tecnologías se insertan en la trama de la vida cotidiana de niños, niñas y adolescentes: “Mientras escuchan música, buscan información en internet, se comunican con un amigo por celular y hacen la tarea. Todo al mismo tiempo, todo ya. La identidad juvenil está atravesada por las pantallas. Lo mejor que pueden hacer los adultos –padres, docentes– es conocer esta realidad, estar al tanto del uso que hacen los chicos de las tec- nologías, comprender la cultura juvenil del siglo XXI y partir desde donde están y no desde donde queremos que estén”.

Los múltiples tipos de actividades que se pueden realizar en el conjunto de tecnologías que constituye el entorno digital lo diferencian de otros medios. En ningún lugar esa distinción es más evidente que en las prácticas y experiencias de niños, niñas y adolescentes. Como dice Magdalena Claro, directora del Observatorio de Prácticas Educativas Digitales de la Universidad Católica de Chile, “las tecnologías de la información y comunicación son más que herramientas de apoyo a las actividades cotidianas. Hoy día las tecnologías digitales son más bien un nuevo contexto o ambiente en el que niños, jóvenes y adultos realizamos muchas de nuestras actividades”. Por lo tanto, “como todo contexto en el que nos desenvolvemos, existen oportunidades, desafíos, problemas y riesgos”.

Claro plantea que debemos “preguntarnos qué niños tienen acceso a estas oportunidades (en términos de acceso físico, tiempos y contextos de uso adecuados) y qué niños pueden realmente aprovechar estas oportunidades”. Sostiene que “los adultos tenemos una importante responsabilidad: nuestra tarea es asegurar que todos los niños tengan el acceso adecuado a esas oportunidades y el acompañamiento y orientación necesarias para que las puedan aprovechar de forma positiva para un sano desarrollo personal y social”. Wartella está de acuerdo y añade: “Creo que hoy en día se acepta más, en general, que los niños utilicen una variedad de tecnologías de medios que en las generaciones anteriores de padres e hijos […] principalmente porque la mayoría de los padres actuales de niños pequeños crecieron con medios de comunicación y tecnología en sus propias vidas, y porque, cada vez más, incluso las escuelas públicas están introduciendo la tecnología en las clases de nivel inicial, como los iPads en el jardín de infantes y primer grado en los Estados Unidos”.

Pero estas oportunidades no están exentas de riesgos. Según Wartella, “lo que importa son los niños, el contenido y el contexto […]. A los padres les preocupa mucho que los contenidos sean apropiados para cada edad –que los niños no accedan a pornografía o mensajes sexuales, por ejemplo– y que el contenido violento en los videojuegos y en la internet sea mínimo o nulo. Entonces, la forma en que los padres consideran los riesgos de los medios para sus hijos depende de la edad y el temperamento del niño, el contenido específico que genera preocupación (sexo, violencia, contenido inapropiado) y el contexto de uso: si están padre o madre presentes para los niños pequeños o si el niño está solo. Además, hay muchas pruebas de que el uso de medios justo antes de irse a dormir es una mala idea e interfiere con el sueño, por ejemplo. Los niños deberían dejar de usar pantallas al menos una hora antes de acostarse. En nuestros estudios sobre padres y madres de niños en edad escolar, comprobamos que cada vez tienen más en cuenta estos factores e intentan educar a sus hijos para que sean usuarios seguros y saludables de los medios”.

Otro conjunto de riesgos se refiere a la intimidación y el acoso. Morduchowicz señala que “la burla escolar existió siempre. Pero el acoso por internet tiene características pro- pias que lo diferencian de la burla tradicional y lo hacen más riesgoso. En primer lugar, el anonimato de quien burla: antes el que burlaba en la clase se mostraba, se exponía y se sabía quién era. Hoy se puede acosar desde un perfil falso y desde el anonimato. Esto hace que se acose sin asumir la responsabilidad. La segunda diferencia es el tiempo de duración. En la burla tradicional, la víctima solía cambiar cada semana o, incluso, cada día. Hoy, lo que se sube a internet es difícil de borrar, por lo tanto la durabilidad en el tiempo persiste. La tercera diferencia es el espacio: la burla tradicional se limitada a la sala de clase y a los treinta alumnos. Hoy, en internet, el espacio no tiene límites y el ciberbullying trasciende largamente las antiguas fronteras de un aula. Estas tres características determinan que el abordaje del bullying hoy sea más complejo. Y los estudiantes deben conocer estas diferencias que generan efectos más duros para el acosado”.

Los estudiosos ofrecen diversas recomendaciones para minimizar estos riesgos y mejorar la experiencia general de la crianza en el entorno digital. Claro distingue entre “la mediación restrictiva, que busca limitar el tiempo y el tipo de usos, y la mediación activa, que busca orientar, por medio de la conversación, y/o acompañar, por medio de la conavegación, el tiempo y los tipos de uso”. Propone que, si bien la mediación restrictiva es más apropiada a edades tempranas, “en la medida en que los niños van creciendo, es importante irles dando mayor autonomía, con una guía y compañía de los adultos lo más cercanas posible”.

Por su parte, Wartella sugiere que los contenidos a los que acceden niños y adolescentes en internet pueden servir como disparadores de conversaciones valiosas sobre temas controvertidos con sus padres. “Los padres que les prestan atención a los medios de comunicación con sus hijos pueden descubrir –como hemos comprobado en nuestro estudio sobre los espectadores de [la serie de Netflix] 13 Reasons why [Por 13 razones] en Brasil, Reino Unido, Estados Unidos y Australia– que incluso los videos sobre temas difíciles pueden suscitar debates más amplios sobre la vida de sus hijos adolescentes”. Esto se debe, según Wartella, a que “algunos contenidos de los medios de comunicación en pantalla son provocativos y esclarecedores en cuanto a cuestiones sociales o eventos que los hijos están experimentando. Podemos utilizar ese contenido para hablar con hijos e hijas sobre su comprensión de es- tos temas y acontecimientos –por ejemplo, 13 Reasons why que incitó a padres y adolescentes a hablar sobre el suicidio y el acoso escolar– y muchas veces estas familias pasaron a hablar de otros aspectos de la vida de los adolescentes. En resumen, el contenido de la pantalla puede provocar conversaciones útiles entre padres e hijos”.

Según Morduchowicz, “está muy instalado en los hogares que los padres pregunten cómo te fue en Matemáticas o en el examen de Historia, pero pocos preguntan qué hiciste hoy en internet: qué páginas y sitios descubriste, qué te divirtió o enojó, con quién te comunicaste (saber si son conocidos, no los diálogos o contenidos de la comunicación). Estar al tanto, sin invadir la privacidad de los chicos. Si hay buen diálogo y conocimiento y comprensión sobre el uso que hacen de las pantallas, el tiempo será un tema menor”.

Las observaciones de Morduchowicz revelan un enfoque práctico que complementa la lente conceptual aportada por Wartella y Claro: si niños, niñas y adolescentes están inmersos en un entorno digital que lo abarca todo, tiene mucho sentido tratar sus incursiones diarias en él de forma similar a su navegación por el entorno urbano. En ambos casos, la vida se enriquece si se aprovechan las numerosas oportunidades que estas incursiones proveen para el aprendizaje y el desarrollo, de forma de evitar –o al menos minimizar– los riesgos. El próximo capítulo profundiza sobre estas cuestiones en el contexto de la escolarización.

PB/EM

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