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La ‘dolarización’ de las sanciones a Rusia resta músculo al ‘billete verde’ como moneda de reserva internacional

Fajo de billetes de dólares.

Ignacio J. Domingo

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El diseño de las distintas oleadas de sanciones financieras por parte de la Casa Blanca, sus socios europeos y el G-7 contra Rusia por la invasión de Ucrania ha tenido al dólar como instrumento de penalización. Desde la expulsión del Kremlin del sistema internacional de pagos Swift, hasta los intentos de congelar el acceso de Moscú a sus reservas de divisas o el tope al petróleo y al gas rusos a precio corrientes, el dólar, la moneda que acapara los flujos comerciales energéticos del planeta, ha perdido musculación internacional.

La denominada militarización monetaria de las represalias occidentales -o weaponización por su terminología en inglés-, fue ideada por la secretaria del Tesoro americano, Janet Yellen, y Mario Draghi, ex primer ministro italiano en la fecha de la invasión de Ucrania. Sin embargo, la táctica no ha sido plato de buen gusto.

Más bien, al contrario. La omnipresencia del billete verde en el juego geoestratégico creado por el tándem Yellen-Draghi para aislar al país agresor de la arquitectura financiera internacional no solo no ha impedido que el banco central ruso haya accedido a sus reservas, sino que ha forjado una alianza entre los grandes mercados emergentes para destronar al dólar de su reinado global.

El año en el que se desencadenó el conflicto armado en Ucrania ha erosionado como nunca en los últimos dos decenios el incontestable liderazgo del billete verde americano en las cestas de reservas de divisas internacionales que atesoran los bancos centrales, señala Eurizon SLJ Asset, firma de inversión con sede en Londres. El dólar ha caído un 8%, un descenso anual diez veces superior al acumulado en los veinte años precedentes.

En una nota a inversores, Joana Freir y Stephen Jen aseguran que el peso del dólar como reserva de divisa ha pasado de significar las dos terceras partes del acopio de monedas foráneas de los bancos centrales en 2003, al 55% de 2021 y al 47% en 2022. La erosión de “más calado del billete verde en el mercado” desde el inicio del siglo.

A juicio de Freir y Jen este retroceso del dólar se ha agudizado “muy en particular desde el inicio de la invasión de Ucrania” y a raíz de “las acciones excepcionales” que ha protagonizado dentro del entramado de sanciones occidentales a Moscú, lo que “ha propiciado la predisposición entre determinadas autoridades monetarias a rebajar la acumulación de dólares en sus depósitos de divisas extranjeras”.

El informe de Eurizon SLJ Asset explica que Rusia ha elevado el estatus del yuan en sus reservas de divisas, que ha reportado a la moneda china un mayor peso relativo, pese a que se le resiste el salto cuantitativo definitivo. El euro fue, en cambio, el protagonista de la carrera competitiva de 2022, tras ganar un 5% y dejar atrás dos decenios de pérdida de atractivo. Hasta situarse en sus niveles máximos de 2003, el instante en el que más exhibió su rivalidad con el dólar.

La Casa Blanca rechaza “temores geoestratégicos”

“Existen riesgos desde el momento en el que decidimos usar sanciones financieras vinculadas al papel del dólar en los mercados internacionales y que suelen traducirse en una merma de su hegemonía”, admitió a Fareed Zakaria, en una entrevista en la CNN. Antes de matizar que EEUU siempre hace un “uso juicioso” de su divisa y de reconocer que “es un instrumento muy efectivo” que, por supuesto, “genera deseos en países como China, Rusia o Irán de encontrar alternativas” al dólar.

Sin embargo, Yellen ha querido normalizar las amenazas que parecen atenazar al dólar. Para la secretaria del Tesoro “no es fácil replicar el ecosistema que respalda” a la divisa americana, “ni atentar contra su estatus de dominio o minimizar su condición de reserva internacional de divisas”, por lo que justificó la weaponización del patrón del dólar y dejó entrever el triunfo de la estrategia occidental en los próximos meses.

La confianza de Yellen se ampara en datos como los del Banco Internacional de Pagos (BIS, según sus siglas en inglés) en los que se asegura que el dólar protagonizó en 2022 el 88% del cambio de monedas en el mundo.

Zongyuan Zoe Liu, analista del Council on Foreign Relations (CFR), insiste en que la afrenta china a la hegemonía del dólar es un órdago de Xi Jinping con “ciertas garantías de éxito” que puede conllevar la fragmentación en dos bloques de la globalización. Zongyuan resalta como argumento la última cumbre de la Organización de Cooperación Shanghai (SCO, según sus siglas en inglés), un club interregional promovido por Pekín y Moscú. En la reunión se acordó el uso de las monedas de sus estados miembros en la expansión de su unión aduanera multilateral y se confeccionó una hoja de ruta que, además, ofrecía un modelo de pagos alternativo al Swift, además de esbozar una incipiente pero estratégica armonización económica para los próximos años con instrumentos como un banco de desarrollo propio.

La SCO forma parte del compromiso de Xi de sanear los déficits comerciales estructurales que el gigante asiático registra con sus nueve socios: los llamados Cinco de Shanghái (Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán, además de China y Rusia) a los que se unió Uzbekistán y, con posterioridad, India y Pakistán, en 2017, e Irán en 2022. Aunque, sobre todo -precisa Zongyuan-, “es un campo de pruebas desde el que contrarrestar la influencia de EEUU” que ha cobrado más sentido con las sanciones a Moscú.

Esta experta en China precisa en Foreign Policy que Xi “nunca discute abiertamente sobre los riesgos geopolíticos” que ocasiona a su país la hegemonía de la moneda estadounidense, aunque, entre bambalinas, su acción exterior y sus políticas internas reflejan su “profunda preocupación por las vulnerabilidades que el dólar puede provocar a la segunda economía del planeta”. Su deseo es “desarrollar bazas y modelos alternativos que acaben con el dominio del dólar”, por lo que valora iniciativas como la de India -miembro del espacio Indo-Pacífico auspiciado por EEUU y rival económico regional- de no usar el dólar en sus intercambios comerciales con Rusia, o la de Irán de crear una divisa común en la SCO.

Porque, en el trasfondo de sus planes está -asegura- el objetivo de elevar el peso internacional del yuan. Primero, incrementando la capacidad inversora y comercial en las distintas esferas de influencia interregional de Pekín. Segundo, reduciendo el poder del billete verde americano en esas zonas de preferencia económica. Tercero, elevando la denominación en yuanes de los flujos de capitales, mercancías y servicios y, por consiguiente, ahogando la liquidez en dólares. Cuarto, manteniendo mercados abiertos en época de proteccionismo como el actual. Y, finalmente, para propiciar un golpe monetario y destronar al dólar, aunque signifique el decoupling.

El poder de camuflaje de la Diplomacia Panda

En este contexto cobra sentido el restablecimiento de la llamada Diplomacia Panda de Xi, sosegada pero proactiva, con la que, por ejemplo, las entidades financieras más relevantes de la superpotencia asiática -Bank of China o Industrial and Commercial Bank of China- dejaron de operar con firmas rusas tras la invasión de Ucrania como exigían las represalias occidentales. Una decisión que no impidió la creación de la Alianza Financiera Chino-rusa de bancos medianos o la puesta en liza del modelo interbancario de pagos CIPS donde certifican sus transacciones.

El presidente chino lleva tiempo cincelando el aislamiento de su país de Occidente. Por eso lanzó su Nueva Ruta de la Seda y acaba de ofrecer a Turquía, Mongolia o Armenia roles de observadores en la SCO, a la que vincula cada vez más con el amplio espacio comercial Road & Belt de integración económica, proyectos de defensa colectiva, fondos para infraestructuras y recursos para luchar contra interferencias geopolíticas. También la Ruta de la Seda catapulta, en teoría, a las divisas locales, mientras Pekín firma acuerdos de currency swap bilaterales con sus socios de la SCO.

Estas maniobras chinas se producen en medio de un fuerte rebote comercial entre Rusia y China, cuyos intercambios han pasado de crecer un 3,1% en 2014 al 17,9% en 2021, según el embajador en Moscú, Zhang Hanhui. Con el 44,9% del comercio denominado en yuanes, el equivalente a 48.000 millones de dólares, y con críticas a la dictadura del billete verde de voces como la del presidente brasileño, Luiz Inázio Lula da Silva, que reclama alternativas al resto de mercados emergentes.

Es un momento crucial, en el que el yuan se convirtió en febrero en la principal divisa comercial del mercado ruso. La firma de análisis danesa Steno Research, que concede trascendencia al “compromiso entre Vladimir Putin y Xi para el uso preferencial del yuan en sus ventas al exterior” en la reciente visita a Moscú del líder chino o al propósito del régimen de Pekín de que “Shanghái sustituya Nueva York como hub financiero global y el capital global pivote hacia China”.

Aunque el poder del dólar sea todavía incontestable. En el sistema Swift, donde absorbe el 85% de las transacciones de las más de 11.000 empresas que negocian en su plataforma en más de 200 mercados, y en el que la divisa china apenas acapara el 4,6%; aun así, más del doble del 1,8% de febrero de 2022.

En Fitch Solutions creen que la supremacía del dólar se erosionará, pero no de inmediato ni para hacer germinar un “cambio de paradigma” monetario, porque hasta ahora “no hay divisas que rivalicen” con su dominio ni en el comercio internacional, ni en las reservas de divisas ni en los mercados energéticos, pese a la volatilidad que manifiesta desde la crisis bancaria en EEUU.  

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