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Buscadores de agua en el desierto del Sahara, un oficio que necesita relevo generacional y maquinaria

Un niño bajo un chorro con gotas de agua en el depósito de Ausserd, el campamento de refugiados saharauis en Tinduf, Argelia

Maialen Ferreira

Tinduf (Argelia) —

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En la jaima de la familia de Taufig, en la que viven su madre, su hermana, su hermano y él, disponen de cinco toneladas de agua al mes para su consumo y su uso. Aunque hay meses que ese agua no llega, principalmente por la dificultad de hallarla en la zona más inhóspita del desierto del Sahara en la que viven, concretamente en los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia. Cuando esto ocurre, recurren a la ayuda humanitaria.

El agua llega a la casa de Taufig y del resto de las 173.600 personas personas que viven en los cinco campamentos de refugiados gracias a un sistema subterráneo. El líquido previamente ha sido transportado desde Rabuni, la capital administrativa de los campamentos. Una vez allí se desaliniza, mineraliza y se reparte. Sin embargo, nada de eso sería posible sin personas como Said Mohamed Salem Beiba, el jefe de División de Perforación y Sondeo del Ministerio del Agua de la República Árabe Saharaui Democrática.

Mohamed Salem explica su larga trayectoria a un lado del escenario del Festival de Cine Internacional de Sahara (FiSahara) tras participar en un debate sobre la necesidad del agua. Tras formarse en Cuba ha pasado tres décadas construyendo pozos en lugares como Jaén, en el desierto de California y en el de Argelia. Hasta que sintió que tenía que volver a ayudar a su pueblo. “He pasado media vida formándome y la otra abriendo pozos en los campamentos de refugiados. He conseguido abrir 57 y sigo trabajando sin descanso. En algunos lugares conseguimos agua a 300 metros, pero otras hasta los 700 metros de profundidad no hay nada y con los materiales que tenemos, cada vez más envejecidos, es mucho más difícil”, reconoce en una entrevista con este periódico.

Hay pocas personas que quieran aprender un oficio como este. Quien quiere estudiar busca ser ingeniero o médico, pero no operario de máquina, aunque es muy necesario y vital para nuestro pueblo

Los buscadores de agua, como los saharauis llaman coloquialmente a los ingenieros, operarios, técnicos y geólogos que recorren el desierto en busca de lugares en los que excavar, recorren miles de kilómetros hasta dar con la zona adecuada. Para ello seguían por la geología, metrología y hasta por las estrellas. “Puede parecer que las lluvias ayudan a todas las zonas, pero no es así. Hay lugares tan secos que en los que aunque llueva y se moje, la tierra lo absorbe todo y no hay forma de que la retenga. Por eso, cuanto más al norte se vaya, más facilidad habrá para conseguir encontrar agua”, reconoce Mohamed Salem.

Más allá de las dificultades a la hora de encontrar el agua, están las materiales y en cuanto al personal que se necesita. El propio Mohamed Salem busca un relevo generacional que lamenta que no llega. “Yo busco el agua, manejo la maquinaria, la arreglo cuando se estropea y ahora enseño, porque también quiero descansar después de tantos años”, detalla. Por el momento cuenta con cuatro alumnos a los que está enseñando a manejar la maquinaria para la extracción de agua. “Hay pocas personas que quieran aprender un oficio como este. Quien quiere estudiar, busca ser ingeniero o médico, pero no operario de máquina, aunque es muy necesario y vital para nuestro pueblo”, lamenta.

Todos respetan las reglas para que no haya injusticia, ni peleas. Es una ley no escrita de nuestro pueblo. El agua es de todos y para todos

En cuanto a la maquinaria, para el transporte del agua los campamentos saharauis reciben camiones cisterna, principalmente por parte de la Diputación de Bizkaia, pero también de otras instituciones. No obstante, Mohamed Salem pide a la comunidad internacional un tipo de máquina concreta que, según denuncia, llevan “más de 11 años sin recibir”. Se trata de brocas de perforación de pozos de aguas subterráneas de diámetros 6“=165mm 8”=220mm y 12“=320mm y máquinas Zahori 1206 y 1306. ”Nuestro tipo de suelo requiere que sean esas. Son muy específicas y las necesitamos. Si no las conseguimos y no arreglamos las que ya tenemos va a ser prácticamente imposible construir nuevos pozos. Eso significa que cuando los pozos que tenemos se agoten, no habrá más agua“, alerta Mohamed Salem.

Tras el trabajo de Mohamed Salem, cuando se obtiene el agua, el reparto es equitativo. Una vez en las casas, primero beben los miembros de la familia, después el ganado caprino y, por último, los camellos. “Todos respetan las reglas para que no haya injusticia, ni peleas. Es una ley no escrita de nuestro pueblo. El agua es de todos y para todos, pero para eso, hay que conseguirla y eso es lo que está en peligro”, concluye Salem esperando que su mensaje llegue a instituciones y empresas y que puedan recibir la maquinaria necesaria para la extracción de agua cuanto antes.

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