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Lo que aprendemos los plebeyos sobre racismo viendo el caso de Meghan Markle y la familia real británica

La duquesa de Sussex, Meghan Markle. EFE/ Andy Rain/Archivo

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“What!” Con los ojos abiertos de par en par, la mandíbula a punto de tocar el suelo y esta frase reaccionaba la presentadora Oprah Winfrey a una respuesta de Meghan Markle. La entrevista, que había levantado grandes expectativas, no defraudó y ocupa titulares por todo el mundo.

Es el último episodio de una historia que en ocasiones ha sido comparada a la de Lady Di, especialmente por el machismo con el que se ha tratado a ambas, pero este caso contiene un elemento que lo coloca en otro nivel: el racismo. Ha sido una constante. Sobre Meghan Markle se ha dicho y escrito de todo: que tiene un “ADN exótico”, que salió de Compton (de donde proceden algunos de los raperos negros estadounidenses más importantes) e incluso llegaron a comparar a su hijo con un chimpancé, entre otras muchas lindezas.

De ahí que este caso, que en un primer momento nos puede parecer lejano por ubicarse en los círculos de la realeza británica, lo que muestra son las consecuencias de una serie de problemas profundos y comunes relacionados con la condición racial. Esto es lo que aprendemos los plebeyos sobre racismo viendo el caso de Meghan Markle y la familia real británica.

El valor de una piel

El ya clásico “What!” de Oprah Winfrey llegaba cuando Meghan Markle enumeraba los privilegios de los que posiblemente no disfrutaría su primer hijo, Archie, tales como el título nobiliario. En ese momento hizo una confesión: “En los meses en los que yo estaba embarazada, hubo (...) preocupaciones y conversaciones sobre lo oscura que podría ser su piel cuando naciera”. 

Para algunos, el color de piel es un indicador social más. A raíz de la boda de Meghan y Harry, Jaime Peñafiel publicó un artículo llevándose las manos a la cabeza porque la reina Isabel II había permitido una boda con una mujer mestiza, lo que en su opinión repercute en que las monarquías “se vulgarizan”.

En España se sigue viendo el color de piel como sinónimo de un estatus, generalmente económico, inferior. Y aunque muchas veces lo es, pocas veces nos preguntamos por qué la condición racial o migratoria determina nuestra situación. Un ejemplo nítido es la representación en las producciones audiovisuales, donde los actores negros casi no se salen de papeles estereotipados como los de manteros, prostitutas o inmigrantes sin apenas conocimientos sobre la vida.

Racismo y clasismo van de la mano

El racismo se puede ver agravado o atenuado por la clase social, pero no lo elimina. Antes de formar parte de la realeza británica, Meghan Markle ya era una actriz de éxito en Hollywood, con su consiguiente nivel económico. Seguramente haya pocas posiciones de poder más importantes en todo el mundo que pertenecer a la familia real británica, pero eso no evitó que el racismo se cruzara por su camino. La opinión pública o los medios de comunicación dispararon una y otra vez con balas raciales para las que el volumen de la cuenta corriente o los títulos nobiliarios apenas sirvieron de escudo. 

Bajando este caso a la tierra, nos encontramos cómo la clase y la raza son factores que no se excluyen, sino que se suman. En España tenemos ejemplos como los de las empleadas del hogar, en su mayoría mujeres y migrantes excluidas una y otra vez de los derechos laborales más básicos. En su caso, las dificultades económicas juegan en su contra, lo que por un lado les obliga a aceptar condiciones laborales cercanas a la esclavitud y, por otro, rebajando las capacidades y los conocimientos que traen desde sus países de origen. 

Los medios y su responsabilidad en el racismo

En varios momentos de la entrevista, Oprah Winfrey pone el foco sobre el papel de los medios de comunicación. Concretamente, el de los tabloides británicos. Fue uno de los motivos que esgrimieron Harry y Meghan para cambiar su rol en la familia real, y desde luego que hay motivos para ello. De hecho, en uno de los puntos Winfrey repasa la diferencia en el tratamiento mediático entre Meghan Markle y Kate Middleton. Un artículo de Buzzfeed comparaba cómo la misma situación se analizaba de manera distinta si la protagonista era una u otra. Los ejemplos hacen hasta gracia si no fuera por el constante acoso.

Los medios son una de las herramientas más poderosas a la hora de construir nuestra visión del mundo. Por desgracia, puede ser a peor. Hace unos años se creó un proyecto, el ‘Observatori del discurs discriminatori als mitjans de comunicació’, que analizaba cómo el discurso de odio, especialmente racista, se transmitía a través de los medios de comunicación españoles. Trato degradante, deshumanización, uso de la condición racial para criminalizar y otros elementos que resultan en una diferencia mediática. 

Los vestigios del colonialismo siguen presentes

La historia de la familia real británica está indisolublemente asociada al colonialismo. En 1884, Francia y Gran Bretaña se repartieron África y desde entonces ocuparon tierras, extrajeron recursos y esclavizaron a una parte importante de la población del continente. Casi un siglo y medio después, los vestigios de aquel momento todavía se pueden palpar. Por poner un par de ejemplos, a día de hoy Isabel II sigue siendo oficialmente la reina de Jamaica, Bahamas o Australia. También su país sigue al frente de la Commonwealth, una institución que reúne a Gran Bretaña con sus antiguas colonias. 

Además del imperialismo, las acusaciones de racismo en la familia real británica no son nuevas. En 2004 la princesa María Cristina de Kent, mientras se encontraba en un restaurante, espetó a unos comensales negros que  “volvieran a las colonias”. Años después acudió a uno de sus primeros encuentros con Meghan Markle con un broche de época colonial y tachado de racista. Felipe de Edimburgo es sospechoso habitual: en un evento con indios británicos dijo a uno de ellos que había venido mucha gente de su familia, a un político británico negro le preguntó de qué lugar exótico del mundo era cuando había nacido en Birmingham y a alguien que llegó de Papúa Nueva Guinea le felicitó por no haber sido engullido por sus habitantes. Las polémicas nunca alcanzaron el nivel de lo que Meghan Markle ha tenido que soportar.

El racismo en el entorno familiar y de las relaciones

El amor puede no entender de colores de piel, pero los ojos juzgan las relaciones con lentes raciales. La reacción a la relación entre Meghan y Harry nos muestra que una unión interracial sigue levantando suspicacias, entre la familia y las amistades, que van desde el cuestionamiento hasta la exotización, el estigma, la fetichización, amén de todos los estereotipos que se dan al margen de este tipo de relaciones. En este reportaje profundicé sobre este tema hablando con tres parejas interraciales.

Haciendo combo con el machismo, siempre se ha presupuesto una intención oculta de Meghan Markle. Hay un momento de la entrevista en la que Oprah y ella se ríen sobre lo ridícula que es esa argumentación. Por desgracia, esta eterna sospecha sigue estando normalizada en nuestra sociedad. Por ejemplo, entre los testimonios del reportaje que publiqué está el de África Ndong, una mujer negra casada con un hombre blanco y que cuenta que a su marido le llegan a decir sobre ella que “seguro que es una puta que ha contratado”. A eso se le suma que su hijo Efraín, adoptado y blanco de piel, les hace enfrentarse a comentarios y juicios relacionados con esa condición racial.

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