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Semana Santa

Una mujer camina bajo la lluvia.

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Esta mañana ha llovido sobre el barranco del Poqueira, una lluvia mansa y benéfica que se ha prolongado durante una hora y media. Me ha dado tanta alegría que me he abrazado al recién florecido membrillo de mi casa, y me he quedado empapado, gozosamente empapado. Necesitábamos esta agua, la necesitaba la Alpujarra y toda Andalucía. Me he irritado, pues, cuando al zapear luego por los telediarios nacionales, todos machacaban con pesadumbre la misma información: la lluvia estaba impidiendo la salida de las procesiones.

Esta agua, dicen los meteorólogos, seguirá cayendo durante el resto de la Semana Santa. Ojalá, Inshalá, es agua bendita. Sumándose a la de hace unas semanas, mitigará la sequía que padece mi tierra natal y buena parte de España. Pero esto le importa un comino al periodismo del Apocalipsis, ese que siempre destaca y hasta exagera lo negativo, lo triste, lo catastrófico. Así que los telediarios ponen el foco en que la lluvia fastidia a las procesiones. ¿Para qué abrir con una buena noticia teniendo una mala al alcance de los reporteros enviados a la iglesia?

¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva!, digo yo por el contrario. Y no tengo nada contra las procesiones andaluzas. Al contrario, me encantan. No me perdía una en mi infancia granadina y a veces incluso me escapaba de la vigilancia de mis padres para seguir a la banda de cornetas y tambores. Al público le hacía gracia ver a un chaveílla en mitad de la calzada imaginándose un tamborilero de la banda con su ¡Chunda, chunda, chunda, tatararará, tatará.

A la mayoría de los andaluces no nos hace falta ser cristianos para celebrar la llegada de la primavera intentado desenclavar a Jesús de Nazaret. Aunque es paradójico, ciertamente, que escenificamos más la parte oscura y trágica del episodio que se conmemora estos días -la detención, tortura y crucifixión del Nazareno- que su parte luminosa y esperanzadora -su resurrección, la Pascua-. Pero lo hacemos con espectáculos callejeros de una conmovedora belleza y sin renunciar a lo festivo una vez terminada la procesión.

Somos paganos cristianizados. Nuestro Cristo es también Osiris, Hermes y Dionisos. Nuestra Virgen María es también Isis, Artemisa y Astarté. A todos ellos y a todas ellas sacamos a pasear en la primera luna llena de la primavera.

Sé que lo saben, pero permítanme recordarles lo bien que expresó Antonio Machado la religiosidad andaluza en su poema La saeta: “No puedo cantar, ni quiero a este Jesús del madero, sino al que anduvo en la mar”. Gente sufrida que no por ello renuncia a la alegría, los andaluces pedimos escaleras para subir a la cruz y desenclavar al Nazareno. Para poder contentarnos a continuación viéndolo caminar sobre las aguas.

No sé si existió la persona Jesús de Nazaret, nadie ha podido demostrarlo con documentos de la época, que yo sepa. Pero sé que el personaje Jesús de Nazaret es el más exitoso de todos los tiempos y lugares. Dos mil años después, sus seguidores se cuentan por cientos de millones en los cinco continentes. Le tengo mucho respeto al invencible Nazareno. Una cosa es la hipocresía de las iglesias y de tantos de sus fieles que se dicen cristianos y otra el mensaje igualitario, humanista y pacificador del más o menos imaginario protagonista de los Evangelios, incluido el de Saramago.

Un andaluz sensato no puede ser racista porque todos los andaluces podemos llevar en nuestras venas sangre íbera, fenicia, griega, romana, goda, vándala, árabe, bereber, judía, francesa, alemana o inglesa. Un andaluz coherente no puede odiar a los inmigrantes porque nosotros somos descendientes de extranjeros y, no hace tanto, también fuimos emigrantes en Europa, América y el norte de África. Un andaluz cabal no puede perseguir ninguna religión porque nuestros mayores practicaron la fe de Moisés, Jesús y Mahoma.

Acompañado por la Orquesta Andalusí de Tánger y a partir de un poema sobre la libertad de Caballero Bonald, El Lebrijano lo cantó así: “Unos le rezan a Dios, otros le rezan a Alá y hay quien se queda callado, que es su forma de rezar”.

Lo andaluz encaja perfectamente en el buen laicismo. No hay religión oficial, todas las religiones son permitidas siempre y cuando se financien con las aportaciones de sus fieles y no pretendan hacerse obligatorias para todo el mundo. Creo que Antonio Machado estaría de acuerdo con esto.

Post Scriptum. Esta lluvia de marzo es un regalo para todos los andaluces, incluido el presidente de la Junta, Juanma Moreno Bonilla, que ya se veía teniendo que aplicar medidas restrictivas en el consumo de agua. Por lo demás, Moreno Bonilla contempla con satisfacción las noticias procedentes de Madrid. Las revelaciones de elDiario.es sobre los turbios negocios del novio de Isabel Díaz Ayuso, la reacción desaforada a las mismas de la lideresa madrileña y su titiritero MAR, rebajan las posibilidades de que Ayuso sustituya a Feijóo en el liderazgo nacional del PP. En la sombra, con una sonrisilla en la cara, Moreno Bonilla gana puntos. 

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