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La contaminación de partículas que expulsan los combustibles fósiles hace más difícil concebir un hijo

Una madre con un carrito de bebe paseando al atardecer  por el Puente de Triana

Raúl Rejón

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Las micropartículas expulsadas al quemar gasolina, gasoil o carbón dañan la fertilidad de quienes las respiran. Las personas que viven en zonas con altos niveles de las cada vez más célebres PM 2,5 tienen un 20% más de riesgo de sufrir problemas de infertilidad, según ha descubierto un grupo chino de investigación.

El estudio, publicado en Environment International, ha revisado los datos reproductivos de 10.200 parejas en China, de las que un 30% mostraron un tiempo por encima de la media de cinco meses para concebir. Al cruzar los datos con las concentraciones de PM 2,5 de sus áreas, han concluido que, a medida que se incrementa la contaminación por partículas a la que está expuesta la población, “hay un descenso significativo de la fertilidad”. Los investigadores consideran que se están produciendo problemas cuando se tarda más de un año en conseguir un embarazo al intentarlo.

“Esta correlación podría explicar el incremento de las tasas de infertilidad en las zonas más contaminadas”, explican los autores que, a la vez, advierten de que todavía no han podido explicar cómo actúan estas PM 2,5 en el organismo de manera que las parejas conciban peor.

La concentración media de este contaminante al que han estado expuestas las parejas del estudio es de 50 microgramos por metro cúbico de aire anuales. Cada aumento de 10 microgramos más de concentración en el aire al año empeora la fecundidad un 11%, según los resultados del trabajo.

La Unión Europea trazó el límite legal de concentración de PM 2,5 en 25 microgramos, sin embargo, la Organización Mundial de la Salud, considera que el umbral debería estar en 10 microgramos de PM 2,5 por cada metro cúbico de aire que se respira. En España, unos 28 millones de personas respiran aire con concentraciones superiores a las recomendadas por la OMS (aunque no se supera el umbral legal trazado por la UE), según el recuento de estaciones medidoras que lleva a cabo la asociación Ecologistas en Acción.

Los núcleos con más PM 2,5 en España son la Comunidad de Madrid y las provincias limítrofes de Guadalajara y Toledo, Catalunya (en el área metropolitana de Barcelona y el interior de esta provincia y el Camp de Tarragona), las zonas industriales de Asturias, todos los núcleos metropolitanos de las comunidades autónomas de Andalucía y la Comunitat Valenciana.

A pesar de las limitaciones del trabajo chino, sus hallazgos ofrecen nuevas evidencias acerca de que la exposición a las micropartículas está asociada a, por un lado “un tiempo más largo para conseguir un embarazo” y, además, “mayores probabilidades de padecer infertilidad”. Es decir, vivir en núcleos donde la quema de combustibles fósiles libera más PM hace que la población tenga mayores problemas a la hora de tener hijos o hijas.

La OMS calcula que nueve de cada diez personas en el mundo respiran aire contaminado todos los días. Las pruebas de cómo el cóctel tóxico deteriora la salud de la población no paran de acumularse. El CO2, el dióxido de nitrógeno, el óxido nitroso, el ozono troposférico, las micropartículas que envenenan el aire agravan enfermedades, causan muertes y complican la reproducción humana.

Enemigo invisible

La idea de que inhalar gases tóxicos es perjudicial es bastante intuitiva. Sin embargo, la polución a base de unas partículas microscópicas es casi invisible. Y, sin embargo, se están revelando como muy dañinas. La ciencia avanza cada vez más en la descripción de los estragos que conlleva convivir con ellas.

Hace solo una semana, una investigación conjunta de las universidades de Harvard, Birmingham y el London College concluyó que el 20% de las muertes prematuras en el mundo se debe a las PM 2,5. Europa occidental, el noreste de EEUU y el sureste de Asia se llevan el peor peaje. En España, calcularon, algo más de 44.000 fallecimientos prevenibles, un 10% del total, están relacionados con las micropartículas. Ahora se constata que, además de resquebrajar la salud, también pueden estar detrás de los problemas de fertilidad.

Las PM 2,5 son invisibles. Su grosor es 20 veces menor que el de un cabello humano. Por eso, una vez inhaladas pueden acceder a los alveolos pulmonares, donde se produce el intercambio de gases: de CO2 a oxígeno de la respiración humana. Una buena parte de las partículas que respira la población viene de la combustión de combustibles fósiles.

Es decir, quemar carbón, gasolina o gasoil (para obtener energía) emite gases de efecto invernadero y, con ellos, salen expulsadas estas partículas materiales. El perjuicio es doble, según acredita toda esta batería de estudios: los gases invernadero se asientan en la atmósfera y causan la crisis climática. Y los tóxicos liberados son respirados por los humanos lo que exacerba enfermedades cardiacas y respiratorias y acelera la muerte. Como broche funesto, la fertilidad humana se ve dañada (todavía no se sabe por qué mecanismo fisiológico). La combinación es cada vez más gravosa.

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