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ENTREVISTA Primera senadora trans

Carla Antonelli: “Que mi madre a punto de morir me llamara por mi nombre lo es todo”

Carla Antonelli, senadora por Más Madrid, en su casa.

Marta Borraz

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Franco acababa de morirse y ella abandonaba su casa para poder respirar. En 1977, con 17 años y un exilio por delante, Carla Antonelli (Güímar, 1959) nunca se imaginó que la siguiente vez que volvería a pisar su pueblo lo haría para recibir un premio, 32 años después. Cuando regresó, a punto estaba de ser elegida primera parlamentaria trans de España en la Asamblea de Madrid (2011-2021) y en su DNI ya lucía su nombre. Carla Delgado Gómez tiene en su casa varios espejos. La imagen que devuelven es la de una mujer fiel a sí misma, que ha preferido mirarse en ellos y reconocerse que pasar por encima de lo que cree.

Lo ha hecho en varias ocasiones, la última cuando decidió darse de baja del PSOE a cuenta de la Ley Trans. Al partido había entrado casi dos décadas después de que un periódico dijera de ella, con 18 años: “Carla, travesti politizado, pide votar por el Partido Socialista”. Sin embargo, “no hay otra cosa por encima de mis principios, ni los partidos”, afirma. Hoy vive con “orgullo y compromiso” su etapa como senadora por Más Madrid y acaba de publicar sus memorias, escritas con el politólogo Marcos Dosantos. Antonelli recorre en La mujer volcán (Plaza & Janés) sus pasos desde su infancia hasta la actualidad, pasando por la época en la que se vio obligada a ejercer la prostitución, sus inicios en el mundo del espectáculo y sus primeros pasos como actriz, su popularidad en la Transición, su activismo trans y su lucha política.

Viene de haber estado ingresada no hace mucho en la UCI por una complicación respiratoria. ¿Cómo está?

Estoy bien. Fue un susto bueno. Vi que me iba y me dije a mí misma 'pero con los tacones puestos'. Fue muy serio, muy tragicómico porque yo cuando empecé a encontrarme mal y no sabía lo mucho peor que me iba a encontrar mandé unos Telegrams diciendo que si me moría, por reglamento me tenían que velar en el Senado, que pusieran banderas trans y sonara Dancing Queen. La recuperación fue dura, pero ya estamos en otra.

Con 17 años empezó a ejercer la prostitución para sobrevivir tras haber huido de su casa, en Güímar. Hay un capítulo del libro que se titula “de la esquina al escaño”. ¿Cómo le marcó esta experiencia?

Es algo para lo que no estás preparada. Ante la extrema necesidad absoluta, se prioriza poder echarte algo a la boca. Estamos hablando de finales de los 70 y no había más salidas para las personas trans, y más fuera de tu casa, que o la esquina o el espectáculo. Fueron meses en los que inicié el tratamiento con hormonas que nos daban los de la Cruz Roja en el parque en el que estábamos todas. Aquello fue una salida, pero, como siempre digo, ninguna persona más por obligación en una esquina.

La prostitución es una de las cuestiones que se debaten en el feminismo. ¿Cuál es su posición?

Yo estuve en una esquina, lo vi todo, vi gente obligada y gente que no. Estoy por la erradicación del proxenetismo y la trata y creo que nadie debe estar por obligación en una esquina. Pero hay que escuchar a todas las partes, también a las prostitutas que dicen que quieren seguir ejerciéndolo. Y, realmente, si se quiere acabar con la situación, creo que lo que se deben dar son opciones. Muchas veces no se preocupan realmente por las salidas de las propias mujeres y, además, se ensañan con el eslabón más débil, el más visible, el que está en una esquina o tiene un anuncio, pero ¿cómo controlamos todo el comercio sexual que está tan incrustado en el orden social? El sexo a cambio de una nevera llena existe.

Tomé la decisión de la soledad elegida, de estar con quién quiera cuando quiera. Llega un momento que ya eres incapaz de meter a nadie en tu casa porque mi libertad, a mi edad, yo no la cambio absolutamente por nada

En el libro se abre hasta el punto de contar su relación con las drogas hasta la depresión que sufrió. ¿La salud mental es un tabú entre quienes tienen relevancia pública?

Es un tabú que hay que seguir rompiendo. Hemos visto cómo se ha empezado a visibilizar, también por parte de gente muy conocida que se ha atrevido a hablar de ello, pero aún falta. En esa época había una dinámica de autodestrucción. Yo siempre he dicho que las drogas son el falso árbol que da sombra que no cobija. Te metes ahí y es un ciclo depresivo en el que intentas buscar falsos refugios. No me digas cómo lo hice, pero desde el sentimiento de que eso tenía que quedar atrás después de muchas noches de llorar intensamente y querer ver la luz al final del camino, literalmente una mañana me levanté y, sentada donde tu estás, me dije 'nunca más'. Y hasta hoy.

No llegaba a 30 años cuando sufrió violencia machista por parte de una pareja. Dice que a los años constató que no había modo de repararse para el amor, no al menos en esta vida. ¿Qué heridas quedan?

Deja huellas, no lo puedo negar, te marca absolutamente. Luego me di otra oportunidad con otro chico, pero en una situación así, cuando se dan mínimas inercias de control, te retrotraes. Luego tomé la decisión de la soledad elegida, de estar con quien quiera cuando quiera. Tengo infinidad de amistades y si algo he aprendido de lo que me ha ocurrido es la importancia de la amistad, pero llega un momento que ya eres incapaz de meter a nadie en tu casa porque mi libertad, a mi edad, yo no la cambio absolutamente por nada. Aquello me cambió la percepción sobre el amor y su idealización.

En el libro cuenta que no sabe cuál es el momento en que pasa de sentirse en una relación apasionada a la asfixia total...

Primero viene la vampirización. De pronto, poco a poco, no eres nada, no eres nadie. Un día te levanta la mano, luego viene el perdón, los regalos y la tuerca se va apretando más hasta que llega un día que te pone un cuchillo en el cuello y escuchas '¿ves lo que me obligaste a hacer? Cuando alguien todos los días te dice que te equivocas, vas perdiendo la confianza en ti misma. Yo ahora la tengo en parte por todas las oportunidades que me han dado de poder crecer. Con Más Madrid he cerrado un mitin en campaña de Yolanda Díaz o Mónica García. Pues la violencia es todo lo contrario, es achicarte y anularte hasta que no puedes plantar cara.

Sufrió acoso por parte de otros niños y la violencia de un tardofranquismo que se resistía a desaparecer. ¿Qué fue lo más duro?

La sensación de incomprensión, de soledad y de aislamiento de no encontrar gente como yo. Pero le he sacado la parte positiva, aquella soledad obligada también me enseñó a imaginar y crear nuevos mundos, me ensimismaba en la azotea viendo las puestas de sol o el firmamento por las noches...Desde pequeña dejé volar mi imaginación.

Socialista he sido, soy y seré. Y así moriré. Es obvio. Para ser socialista no hace falta militar en el PSOE

Militó en el PSOE durante 25 años, hasta octubre de 2022. ¿Sigue siendo socialista?

Socialista he sido, soy y seré. Y así moriré. Es obvio. Para ser socialista no hace falta militar en el PSOE. Yo he vivido en el partido grandes historias, grandes momentos, grandes avances y grandes amigos y amigas. Todo el mundo ha entendido lo que sucedió, pero el sentimiento y el sentido de mi pertenencia ideológica no tiene que ver con unas siglas concretas.

Ha sido la primera persona trans con un cargo electo en España (PSOE) y hoy primera senadora trans (Más Madrid). ¿Lo pensó alguna vez?

Yo no salí de mi casa pensando que iba a ser activista, salí queriendo vivir en libertad. Nunca pensé ni siquiera que podría regresar a mi pueblo. A una niña como yo, con 17 años, le dices que terminaría teniendo una calle en su pueblo y no se lo cree. Vivo todo esto con orgullo y compromiso, orgullo y mucho trabajo.

¿Cómo se vive ser un referente para las chicas trans más jóvenes?

Todos los espejos donde mirarnos son absolutamente necesarios. Justo por eso miro atrás y pienso que todo mereció la pena porque es lo que soñábamos, otra sociedad posible. Pasar de sentir que das vergüenza por tener un hijo, hija o hije trans a ver cómo las familias defienden a sus hijos era una quimera y lo estamos viendo. Que no te quepa ninguna duda que esas primeras madres y padres que empezaron a dar la cara por sus hijos fueron niños y niñas en su día que a finales de los 70 y 80 nos vieron en televisión.

Mucha gente pensó que era de Podemos aunque es algo que yo nunca he dicho. Lo que hice fue apoyar a una ministra que puso su cuerpo para defender la Ley Trans

En 2006 amenazó con una huelga de hambre como medida de presión al PSOE porque veía que la Ley de Identidad de Género, que permitió por primera vez el cambio de sexo legal y nombre, no avanzaba. ¿Entiende a quienes pensaban que estaba tensando demasiado la cuerda con su propio partido?

No, no, no. Quienes pensaban eso hoy en día me han dado la razón. El propio Zapatero reconoció que la ley tenía que haber ido antes que la del matrimonio porque solventaba problemas más profundos. Hablamos del derecho a tu propia identidad. Fue un verdadero salto al vacío porque lo entregué todo por una causa. Sabía que políticamente mi cabeza iba a rodar, pero por encima de mis principios no hay nada, ni partido, ni política ni ninguna otra cosa. La ley tenía que salir. Era una cuestión de justicia con las personas trans y de coherencia personal. Sé que si no hago lo que me dicta mi conciencia, me va a atormentar. Prefiero levantarme, mirarme al espejo y reconocerme.

Abandonó el PSOE en 2022, cuando la Ley Trans ya estaba en el Congreso tras las duras negociaciones en el seno del Gobierno para sacarla adelante. ¿Por qué en ese momento?

No es ese momento, es todo lo acumulado. Desde el argumentario que sacó Carmen Calvo contra la autodeterminación de género en junio de 2020 a los dos años de peleas, guerras y heridas abiertas. Cuando la ley estaba ya en el Congreso, desde dentro del partido me dijeron que lo que se pretendía era alargar el trámite para que acabara decayendo. Ya es cuando pensé 'se acabó, en mi nombre no', pero detrás quedaron dos años de dolor y de aguante, de apoyo a Irene Montero también, aunque eso hizo que mucha gente pensara que era de Podemos aunque es algo que yo nunca he dicho. Lo que hice fue apoyar sin titubear a una ministra de Igualdad que puso su cuerpo para defender la ley.

La primera vez que su madre la llama por su nombre estaba a punto de morir. Habían pasado 40 años desde su exilio. ¿Qué supuso para usted?

El todo. Me dijo 'Carla, Carlota'. Le pregunté si se fiaba de mí y tardó cinco minutos en responder hasta que me dijo que hay cosas en la vida que cuesta mucho entender. Luego hay cosas que me han contado sobrinos... A uno le dijo que le dijera a su hija que le perdonara, no saben a quién se refería pero él lo interpreto por mí. No lo sé. Lo importante es que ella falleció llamándome Carla.

Me pienso morir dibujando horizontes y futuros posibles

En el libro hay de todo: política, afectos, famosos, fiesta, noche… pero durante todo el relato late siempre de fondo su herida familiar. En un momento dado dice “Si Madrid me esperaba con los ríos políticos bien revueltos qué coño me importaba. Mamá me había llamado por mi nombre”. ¿Le queda la espina de no haber tenido el apoyo de sus padres?

No soy de pensar en qué hubiera pasado si... Soy de pensar que lo que pasó pasó y que además es de ser gilipuertas creer que puedes cambiar nada. Yo no hubiera sido quien soy si no hubiera vivido todo, me ha conformado, me ha hecho así y esta es la realidad, con lo bueno y con lo malo. Me quedo con eso porque si no me hubiera quitado de en medio. La mayor espina que tuve fue el entierro de mi padre, que no me avisaron. Así que cuando lo enterraron a mi madre con él y vi aquella bolsa para mí fue cerrar un ciclo porque fue como verle enterrar a él también.

¿Qué le queda por hacer?

Me pienso morir dibujando horizontes y futuros posibles. Si algo aprendí de la depresión fue que cuando llegas a un pozo en el que las paredes resbalan y no puedes salir, hay que dibujar horizontes. El primer día no funciona, tiene que convertirse en rutina. Gracias a eso no he caído en siete u ocho situaciones similares. Cada vez que yo veía que empezaba a rodar por el pozo, me plantaba ahí delante del espejo, me miraba a los ojos y me decía a mí misma 'no van a poder'.

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