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Jordi Colomer, artista conceptual: “El turismo de masas es aburrido y lesivo para las ciudades y para los turistas”

Jordi Colomer posa para la entrevista delante de su obra 'No? Future!'

Jordi Sabaté

Barcelona —

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Jordi Colomer (Barcelona, 1962), arquitecto, historiador del arte y artista, posee un universo creativo muy vinculado a sus conocimientos académicos. A través de la escultura objetual, la fotografía y las vídeoinstalaciones ha desarrollado una dilatada carrera que arrancó a principios de los ochenta y ha logrado un sólido reconocimiento internacional, participando en los principales certámenes de todo el mundo. No en vano, fue el artista escogido en 2017 para representar a España en la Bienal de Venecia.

Ahora regresa al Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA), tras más de una década, con una nueva exposición titulada Façana Foto Festa Futur Fideus, un compendio de obras, elaboradas a lo largo de sus casi 40 años de trabajo artístico, en las que las ciudades son una presencia constante, como grandes moles de cemento y en contraste con los individuos, que son los que les confieren la vida.

De hecho, y tal como ha reconocido el propio Colomer, la exposición se ha organizado como un recorrido sin principio ni fin, en cierto sentido caótico y abstracto, pensado para perderse y encontrar sorpresivamente cada obra. “Una pequeña ciudad con sus plazoletas y sus callejones”, dice el artista. Es la misma concepción que tiene de las ciudades, a las que llama “el gran escenario donde transcurre la vida”.

Vuelve al MACBA tras casi 13 años, con Façana Foto Festa Futur Fideus, su nueva muestra. ¿Podemos considerarla una antológica?

No, las antológicas se hacen cuando una carrera llega a su final. Yo sigo muy activo. Ya le dije a Martí [Peran, comisario de la exposición] que la antológica me la hicieran cuando me hubiera muerto.

¿Entonces de qué trata Façana Foto Festa Futur Fideus? ¿Qué hilo temático hilvana las obras?

Yo la veo como una reunión de trabajos que he estado haciendo en los últimos treinta años. De todos modos, más allá de buscar hilos temáticos, lo que a mí me hace realmente ilusión, aparte de ver reunidas todas estas obras, es que hay algunas que son inéditas, que no se han expuesto todavía y que esta misma tarde, siguiendo el ritmo de cosas, ya estarán instaladas en el museo.

¿Están hechas expresamente para la exposición?

He hecho dos gigantes de papel maché que irán uno en el balcón que tiene el MACBA y otro a pie de calle, aquí en pleno Raval [barrio donde se asienta el museo]. La idea es mostrar cómo dialoga el museo con el barrio. Otra es Abecedario Argentino y finalmente Spanish Coast, que es una performance que ejecuta Laura Weissmahr en siete idiomas que dura unas tres horas.

En ella se va intercalando un cuento de Kafka sobre la construcción de la Torre de Babel con experiencias de turistas alemanes, italianos o chinos en los hoteles de España. Va sobre la confusión de lenguas, pero también sobre el turismo. Y curiosamente se ve que los mismos conflictos que tenía la gente construyendo la Torre de Babel son los que tienen los turistas en los hoteles hoy.

¿Qué opina de los efectos del turismo global sobre las ciudades actuales?

El turismo, como movimiento de personas para conocer otros países y culturas, es siempre un flujo positivo culturalmente, y no lo podemos negar ni prohibir porque moverse, viajar, es un derecho que tenemos o deberíamos tener todos. Otra cosa es este turismo industrial, estandarizado, programado y sistematizado, que además de aburrido es lesivo tanto para las ciudades que reciben a los turistas como para el propio turista.

Hay un trabajo en la exposición que se titula New Palermo. Felicissima, una videoinstalación en la que tomamos un grupo de turistas, les metemos en una barca de pescadores y les llevamos a una zona secreta de la ciudad, una que no sale en las guías y que aparentemente no tiene interés para ellos. Quisimos así deformar su forma de hacer turismo, cambiar su experiencia estandarizada. Yo creo que habría que inventar otros tipos de turismo.

¿Turismo versus viaje o migración?

Evidentemente. La gente cambia de país por motivos diversos. Eso históricamente la humanidad lo ha hecho siempre, ¿no? Pero lo que tiene de perverso el turismo es que es una especie de normativización de qué hay que hacer cuando tú vas a otro país. Entonces no hay flujo cultural, no hay intercambio, no aporta nada. Al final todos somos extranjeros en alguna parte, que es el título de la Bienal de este año en Venecia.

Usted es arquitecto, historiador del arte y artista. Tal vez por eso las ciudades sean una constante en su obra. ¿Puede explicarlo?

La ciudad es el escenario donde suceden las cosas en la vida humana, el telón de fondo del transcurso de la historia, por eso me fijo tanto en ella. Después están los individuos, que también aparecen con frecuencia en mis trabajos, en medio de la arquitectura urbana que los abruma. A mí me gusta siempre citar las primeras películas de cine cómico mudo, que es donde aparece este personaje anónimo como de clase media, alguien que llega a la ciudad y que se enfrenta a la gran metrópolis y pierde el tranvía, se cae de un coche o intenta subirse a una torre pero se queda colgado...

Siempre hay esta dimensión de la escala de la ciudad que supera a los individuos: se pierden, se despistan, se ven superados, pero destaco que precisamente esta es la forma de vivir y reconciliarse con este espacio, de encontrar lo inesperado, precisamente lo que no te da el turismo en masas.

La exposición está planteada como un espacio sin un recorrido a seguir, algo caótica y laberíntica...

Y no es casual, es lo que buscábamos, ese caos donde te confundes, ese conjunto de espacios dentro de ella que parecen plazoletas, callejones, etc. La exposición tenía que reflejar esa sensación de ciudad que nos abruma, es una pequeña ciudad donde todo el rato te confundes y vas a parar sin saberlo a una nueva instalación.

Luego está esta otra constante en su obra de celebración, de ritual, ya sea con pasacalles, danzas, hogueras de San Juan...

Es que la fiesta, en general, me parece que es como el momento de excepción en que se pueden hacer cosas que no se hacen normalmente; eso dura un día y ahí se puede uno permitir disfrazarse de lo que quiera o hacer cosas que normalmente no están permitidas. Entonces yo intento, desde el arte contemporáneo y aunque pueda parecer una contradicción, retomar elementos de la cultura popular y así proponer una idea distinta de la fiesta.

El último trabajo con esta idea la hice en Módena justo después del encierro de la COVID. Las calles estaban desérticas, y pusimos a un grupo de gente disfrazada de calaveras a danzar. Era como ocupar las calles hablando de la muerte, recuperando la tradición de las danzas de la muerte.

¿También están vinculados a este concepto de fiesta los dos gigantes que ha construido para la exposición?

Claro. Puede parecer ridículo hacer dos gigantes para el barrio del Raval, pero el otro día estuve en una convención con 600 gigantes que hubo en el Arc del Triomf. Hay más de 600 gigantes en Cataluña que mueven a mucha gente y sigue siendo una cosa que puede parecer folclórica, tradicional, pero que sigue muy viva.

Mi idea es que uno de estos gigantes esté en esta especie de balcón que tiene el edificio del MACBA y el otro en la plaza, para que de algún modo dialoguen, que conecten el museo con el barrio.

Porque a usted el edificio del MACBA no le gusta, no lo ve para este barrio...

Este edificio [del arquitecto norteamericano multipremiado Richard Meier] es una cosa obsoleta, al menos parte de una concepción postmoderna de la arquitectura que considero obsoleta. Me resulta de una arquitectura antipática, es como si en medio del Raval unos marcianos hubieran soltado una fábrica desde el aire y hubiera caído aquí [señala donde estamos haciendo la entrevista].

Pero a la vez le resulta muy familiar.

He vivido muchos años aquí, enfrente, mi terraza daba al MACBA, viví todo el proceso de construcción, en efecto. Y en ese sentido, como museo, como edificio de actividad cultural, es muy cercano a mí, pero como estilo arquitectónico...

¿Qué le parece el proyecto de ampliación aprobado?

Si te soy sincero, no me convence. Pienso que se desaprovecha patrimonio; se coge un trozo del Convent del Àngels porque queda al lado, pero tenemos a un centenar de metros un edifico de Josep Lluís Sert que es una maravilla, un edificio protegido que hasta ahora era el CAP [centro de atención primaria] del Raval norte.

Ahora el CAP se mueve al lado del MACBA, a la Capella de la Misericordia y pienso que una buena solución, ya que queda vacío, hubiera sido rehabilitar el edificio de Sert para albergar la ampliación del museo en lugar de coger un trozo de convento.

Y luego está el tema de la remodelación del espacio exterior...

Esa es otra, ahora oigo a todo el mundo quejarse de que la remodelación busca expulsar a los skaters de la plaza del MACBA. ¡Si ellos son los únicos a los que les ha importado el MACBA todos estos años! Tienen el hashtag #MACBAlife en defensa de la plaza y lo usan skaters de todo el mundo.

Hasta ahora a todo el mundo le sobraban, se decía que traían problemas a la ciudad, pero ahora resulta que son una patrimonio a salvar... A mí, personalmente, los skaters me parecen una comunidad superinteresante, la verdad, porque lo que hacen se parece mucho a mi trabajo, es decir, experimentar con el mobiliario urbano, conseguir de él nuevas utilidades.

Y hablando de museos que como el MACBA acojan al arte moderno, ¿no cree que faltan unos cuantos más si los comparamos con la cantidad de pinacotecas existentes en nuestro país?

Bueno, lo de España con el arte moderno es un asunto de un retraso histórico, aquí este tipo de arte, el conceptual, las performances, las vídeoinstalaciones, etc., llegan a partir de los 80, con la democracia. Y es verdad que entonces hay un empuje muy importante que hace destacar en el panorama internacional a los museos de arte moderno españoles, pero nos hemos quedado cortos.

De todos modos para mí el problema no está tanto en la cantidad de museos o espacios de exposición, sino en la educación. En este país no se educa a la gente en el arte, hay una gran ignorancia social a este respecto, y esto provoca que los artistas vivamos constantemente situaciones de precariedad.

A principios de este año murió de muerte súbita Camila Cañeque, una artista conceptual con una obra muy interesante. Apenas se habló de ello en los medios e incluso otro artista, Marc Montijano, tuvo que rendirle un homenaje anónimo en ARCO para que se la recordara...

Es lo que pasa cuando la gente ignora totalmente al arte y los artistas. Es todo una cadena: si el arte no es una cosa que se vive naturalmente como algo importante del día a día, el reconocimiento no puede existir. En cambio, en el caso de los futbolistas, como la radio está todo el día hablando de fútbol, todo el mundo se sabe de memoria todos los futbolistas. Si uno es bueno, si uno lo ha hecho bien o lo ha hecho mal... Se comenta día a día. ¿Qué pasaría si hubiera este nivel de comentarios respecto del arte? Oír en la barra de un bar: ¿Has visto esta exposición? ¿Viste que buena la última obra de Pepito?

Antoni Muntadas comentaba en una entrevista para elDiario.es que la derecha quiere tomar el control de la cultura, pero no tiene gente para hacerlo. Hemos visto a Giorgia Meloni en Italia poner de director de la Bienal de Venecia a un acólito, lo que Muntadas definió como “un facha con muy poco nivel cultural”. ¿Está de acuerdo con él?

Yo esto lo he vivido en Francia desde hace muchos años con el auge del Frente Nacional, antes de que el fantasma de la extrema derecha se extendiera por Europa. No es que no tengan gente preparada, es que no tienen otra idea que prohibir el arte contemporáneo. Las ideas estéticas tradicionales de la extrema derecha ya sabemos cuáles son: modelos de comportamiento que ensalzan al militar, al héroe nacional, a la disciplina y el no dejar pensar libremente.

En contrapartida, el arte contemporáneo busca mover a la reflexión, a la concienciación, al cosmopolitismo, a la apertura de la mente, justo lo opuesto a los valores de la extrema derecha. Hay que ser muy ingenuo para pensar que respetarán a los artistas contemporáneos y su obra.

Hablando de cultura y políticos, ¿qué le parece la reciente decisión del Ministerio de Cultura de retirar el Premio Nacional de Tauromaquia?

Me parece una decisión en consonancia con la sensibilidad social imperante, que a su vez conecta con el aumento de la sensibilidad de respeto a la vida animal. Es una decisión acertada y solo molesta a aquellos que tienen ciertos intereses, supongo que económicos y políticos, en el sector. Porque conviene no olvidar que fue Franco quien declaró los toros Fiesta Nacional y los rescató en beneficio de su imagen cuando estaban medio olvidados.

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