A poco de escuchar Lonesome Boulevard, el disco que Gerry Mulligan publicó en 1990, se hacía necesario recurrir a la contratapa para ver quién era ese pianista que establecía ese contrapunto exquisito, y ese juego de acentos con el saxofonista. El nombre, Bill Charlap, era desconocido pero la seguridad con la que tocaba, el aplomo y la libertad con la que encaraba sus solos eran extraordinariamente maduros. La sorpresa aumentaba cuando se descubría que en el momento en que ese disco se grabó, en marzo y septiembre de 1989, ese pianista que parecía emerger de la nada no había cumplido aún los 23 años.
Su debut como líder llegó tres años después con Along with Me, en trío con Sean Smith alternándose en el contrabajo con Andy Eulau y Ron Vincent en la batería. A partir de ese momento, se sucedieron los discos, las actuaciones y los reconocimientos, en particular una presencia continuada en los primeros puestos de las encuestas realizadas por las revistas especializadas. El trío, al igual que los dúos más variados –entre ellos con su pareja, la también pianista Renée Rosnes–, demostraron ser su especialidad. O una de ellas. La otra es la facilidad con que se mueve por los estilos más diversos, abrevando con igual naturalidad y pareja solvencia en estéticas sumamente diferentes. “Amo la manera de tocar de Cecil Taylor. Y amo la manera de tocar de Teddy Wilson. Y trato de no tocar como ninguno de ellos”, resumía en una entrevista publicada por la revista DownBeat en octubre del año pasado.
El trío con Peter y Kenny Washington, uno de sus grupos más estables, grabó por primera vez en 1997. El disco se llamó All Through The Night. La última, para el álbum And Then Again, fue en vivo en el Village Vanguard, en 2023. Y hoy y mañana, con dos funciones cada día –a las 20 y a las 22.30– se presentará en Bebop Club de Buenos Aires (Uriarte 1658) con un grupo nuevo, junto con dos músicos notables: el contrabajista David Young y el baterista Carl Allen. Y es que el trío es, verdaderamente, la célula básica del jazz. El balance puede variar entre uno y otro grupo, pero el secreto, como Teddy Wilson –uno de los pianistas admirados por Charlap, Oscar Peterson, Bill Evans o McCoy Tyner demostraron, es que la totalidad sea más que la mera suma de las partes. “No pienso en cuál será el próximo paso”, dice Charlap. “Es precisamente un paso personal. Eso es realmente de lo que se trata todo esto. Quién es uno y cómo ser ese que uno es. Eso es lo que hace que un músico de jazz, o que cualquier artista, en realidad, tenga algo para decir”.