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Sobre este blog

Una liana es una cuerda repentina que aparece ante nuestros ojos en medio de la adversidad y que, como Tarzán entre los árboles, agarramos para movernos de un lugar a otro, para sortear obstáculos, para sentir la seguridad de algo firme que raspa las manos y a la vez sirve de apoyo. En este espacio mi intención es rescatar algunas lianas del universo cultural y del mundo del entretenimiento –dos avenidas anchísimas–, algunas cosas para aferrarnos fuerte en medio de nuestras selvas personales.

Que florezcan, entonces, mil.

Autora: Agustina Larrea

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La puerta de Hugh Grant, cine en francés

Agustina Larrea

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Una liana es una cuerda repentina que aparece ante nuestros ojos en medio de la adversidad y que, como Tarzán entre los árboles, agarramos para movernos de un lugar a otro, para sortear obstáculos, para sentir la seguridad de algo firme que raspa las manos y a la vez sirve de apoyo. En este espacio mi intención es rescatar algunas lianas del universo cultural y del mundo del entretenimiento –dos avenidas anchísimas–, algunas cosas para aferrarnos fuerte en medio de nuestras selvas personales.

Que florezcan, entonces, mil.

Autora: Agustina Larrea

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Esta semana los diarios y las redes sociales se llenaron, una vez más, de notas y referencias al Blue Monday o lunes azul, es decir, al supuesto día más triste del año (entre las que más me gustó estuvo el Centro Pompidou de París que aprovechó la ocasión para contar algunos detalles sobre la obra IKB 3, del artista Yves Klein, un hombre que, de tan admirador que fue del azul, patentó uno particular y marino que lleva su nombre y usó, como nadie, en sus obras). Dicen que el lunes que pasó fue uno de los más difíciles de atravesar: después de los feriados, los brindis y las fiestas se diluye la euforia que viene adherida al comienzo del año y empieza a tomar forma en nosotros un supuesto golpe de realidad. Todo esto, claro, según expertos sospechosos pero insistentes que después citan los medios –¡ouch!– y replican las redes

Por algún motivo, sin embargo, la fecha me sirve como excusa para visitar ese rincón azul al que cada tanto vuelvo, para detenerme en los regresos: ese tipo de desánimo que en inglés tiene un filo cromático, sentirse azul. Una insistencia punzante, un poco helada, un poco roedora. En una oportunidad elegí por acá tesoros azules –libros, películas, canciones– con la idea de exorcizar esa sensación, pero, quizá tironeada un poco por cierta azulidad anímica, más de una vez me quedé pensando en todo lo que podría haber puesto y no salió (el rulito de los podría-haber-hecho/debería-haber-dicho, en cualquier circunstancia, también viene teñido de ese color que electriza y se hace vaivén).