El sentido del humor, los libros de mayo

Uno. Hay una suerte de lugar común que dice que los libros son como refugios, que tanto para quienes los leen como para quienes los escriben, los libros están ahí como una especie de halo protector, de barricada, de barrera que nos resguarda del mundo. Eso pasa con los lugares comunes: hay algo que suena potente en ellos, que nos agarra por un buen rato y nos deleita, que aparenta mullido o familiar y nos adormece. Confieso que nunca me gustó mucho la palabra refugio y en el caso del libro El sentido del humor, de Alexandra Kohan, la imagen se me presenta todavía más extraña. Un ensayo anterior de la misma autora, Y sin embargo el amor, llevaba como subtítulo Elogio de lo incierto y visto ahora parece una pista. Es que El sentido del humor Alexandra Kohan vuelve a agarrar una linterna, y, metida como una exploradora en el refugio de los lugares comunes, prefiere enfocar en lo patinoso (de hecho el texto recupera un tropezón que tuvo la autora); en lo que irrumpe, en lo que desborda, en lo que nos hace tambalear. Estuvieron el amor y el cuerpo. Esta vez, le tocó al humor y sus crujidos. “Se trata de extrañar las palabras, de extirparles su uso común”, dirá.
Dos. Más que refugios, me gusta pensar, entonces, en los libros como grandes excusas, en todo caso como subterfugios, como dispositivos para contrabandear “asuntos” –para usar un término que es muy propio del universo de Alexandra Kohan– o insistencias. Kohan lee y lee y lo hace sin ningún tipo de solemnidad. Y esta vez fue al humor. En El sentido del humor se cruzan el psicoanálisis, sus observaciones alrededor de El chiste y su relación con el inconsciente, de Sigmund Freud; la mirada de Jacques Lacan sobre aquel texto que el autor consideró una digresión en el conjunto de su obra; escenas de su propia vida escuchando los casetes de Tangalanga con su padre, la noción de Witz (“esa palabra que es un poco como una valija”, anotará); reflexiones de comediantes o humoristas como Alejandro Dolina, Ricky Gervais o Diego Capusotto; fragmentos desopilantes de La causa justa, de Osvaldo Lamborghini; subrayados de palabras de Virginia Woolf, Juan Bautista Ritvo, Roland Barthes, Anne Dufourmantelle o Diego Maradona; chistes familiares que oyó en su infancia y siguen resonando.

Tres. Más que un refugio solemne o rígido, un libro es su forma. El sentido del humor –como el humor, como eso incierto que se inventa cada vez que alguien dice algo y otro se ríe– es plástico, por momentos sus fragmentos se asemejan a viñetas. Al mismo tiempo, ese corpus de lecturas fragmentario se puede transitar de manera autónoma: El sentido del humor es también un dispositivo lúdico. Entonces el humor estalla en varios sentidos, entonces la lectura no es una única cosa. La lectura también puede convertirse, por la linterna de Alexandra Kohan y su insistente foco, en una vuelta a la infancia, en juego, en un tironeo sobre eso que la autora llama el moralismo de ser adultos responsables. La infancia, subraya Alexandra Kohan, más que una etapa a dejar atrás, se revela una vez más como una gran usina.
Cuatro. Más que un refugio, más que espacios familiares, los libros como El sentido del humor resplandecen porque abren la puerta, porque proponen un riesgo sin pompas. Más que protegerse a ella misma, o refugiarnos –¿quién podría arrogarse esa potestad? ¿quién cuida a quién?–, El sentido del humor recupera hallazgos que su autora entrega con generosidad y, otra vez, con una genuina disposición lectora. Hallazgos que provienen, muchas veces, de su propia infancia. Anoto uno, que lejos de un refugio, se parece a una fractura expuesta, a un crujido: en el fragmento del libro que lleva como título Objet Trouvé, Kohan cuenta que mientras estaba escribiendo El sentido del humor, un día se dispuso a hacer una suerte de orden general en su casa al estilo de Marie Kondo. De repente apareció una nota olvidada que le había escrito una maestra de inglés en la que subrayaba que la propia Alexandra, a los 10 años, era la que siempre estaba haciendo chistes entre sus compañeros. Chistes, dice, jokes, leemos en el libro y resbalamos con su autora y su sorpresa. Quedamos, lectores y lectoras, volviendo a esas rarezas que titilan como lo más inesperado y, también, a nuestras propias insistencias.

Cinco. Un libro no es un refugio, pero eso tampoco quiere decir que un libro sea pura intemperie. Es cierto que El sentido del humor nos ofrece una puerta hacia un terreno incierto. Pero también –y allí reside uno de sus mayores hallazgos– viene con un croquis para recorrer ese afuera en un paseo de a muchos (no hay risa sin complicidad, subraya la autora en sus páginas). Una excursión por esos lugares donde algo por suerte se fuga, un desvío sin valor utilitario, una parroquia cómplice que viene a engañar, al menos por un rato, a cualquier pretensión del ser. Y es en ese movimiento resbaladizo, que nos trae, una vez más linterna en mano, a una Alexandra Kohan luminosa, lectora, en pleno estado de gracia.
Leí hace unos días una versión de este texto en la presentación del libro El sentido del humor (Paidós, 2024), de Alexandra Kohan, organizada por la editorial Planeta en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Ahora sí, dejo la puerta abierta para una nueva edición de Mil lianas. Esta parroquia cada vez más destartalada de los viernes.
1. Los libros de mayo. Con la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires como uno de los hitos más importantes del año, las editoriales locales y también los sellos internacionales que publican sus textos en el país planean lanzar una gran variedad de publicaciones a lo largo de mayo.
Puede resultar un poco abrumadora la cantidad de libros que salen cada mes y la sensación de no llego, no llego, no llego suele inquietar. Por mi parte, aunque siempre con esa mochila de lo que falta cargando sobre mi espalda, arranqué por dos que me encantaron.

Uno es el bellísimo ensayo La vida, la novela y el amor, que escribió Federico Jeanmaire y publicó La Crujía. En fragmentos breves y con una cadencia en la escritura que tiene el tono radiante de las epifanías, Jeanmaire logra desarmar y al mismo tiempo anudar algo bien difícil: la materia escurridiza que trama lo íntimo, lo amoroso, lo que se lee, lo que se escribe.
El segundo es El libro de los sesgos, de Ricardo Romero, publicado por Ediciones Godot. Además de una escritura diáfana para un asunto por momentos complejo –o, confieso: que al menos a mí me resulta árido– Romero propone ejemplos que dan pruebas de los sesgos con escenas de películas, de series y hasta de cómics que resultan muy ilustrativas. Punto a favor, además, al diseño de la publicación, que es hermoso.
Pero, por supuesto, hay mucho más. Por acá armé una guía con esos y otros lanzamientos editoriales de este mes.

La guía con los libros destacados de mayo se puede leer en este enlace.
2. Un hombre diferente. La plataforma Mubi propone este mes un ciclo que lleva como título “Aún soy yo: Metamorfosis en pantalla” y, según informaron en un comunicado, “explora la fragmentación del yo contemporáneo en películas donde los protagonistas transitan transformaciones profundas, impulsadas por deseo, inseguridad o presión social”. Una de ellas es Un hombre diferente, escrita y dirigida por Aaron Schimberg, que se anima a meterse en los cambios físicos de su protagonista de un modo original y por momentos saludablemente desconcertante.
Sebastian Stan interpreta en el largometraje a Edward, un hombre que padece neurofibromatosis, una condición genética que le genera tumores benignos en la piel y le deforma la cara. Aspirante a actor, Edward vive y se mueve en una Nueva York en la que a veces es mirado por los demás como una suerte de freak y a veces ignorado olímpicamente en medio de la multitud. Él, sin embargo, no percibe esa oscilación y circula con la incomodidad a cuestas. Lo hace mientras busca trabajo, mientras se relaciona con sus vecinos y también cuando se engancha con una chica muy atractiva que se muda al lado de su departamento. Hasta que un día decide someterse a un tratamiento experimental que lo hará cambiar de piel y lucir como la mayoría. Asumirá entonces, con una cara nueva y supuestamente atractiva, la identidad y la vida de Guy, un agente inmobiliario canchero y con éxito en su trabajo.
Será a partir de ese tironeo entre lo viejo y lo nuevo, entre lo diferente y lo común, que el director planteará una historia pequeña, contada con sarcasmo y llevada hacia el final por el lado del absurdo, alrededor de lo sinuoso de la identidad y también de la autopercepción. Por su notable trabajo Stan fue galardonado en el Festival de Berlín con el Oso de Plata a Mejor Actor.

Un hombre diferente está disponible en Mubi. Más lanzamientos de series y películas para ver por streaming, en este enlace.
3. Feria del Libro. Por estas horas atravesamos el tramo final de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2025. Una feria con ventas desparejas, algunas presentaciones colmadas de público y furor por El Eternauta (por acá pueden leer un panorama que armé con testimonios de algunos expositores y los libros más vendidos hasta ahora).
Todavía quedan algunas mesas y visitas internacionales programadas para los últimos días. Entre otras actividades, el domingo 11, a partir de las 17, tendrá lugar el debate de cierre, con la participación de Tomás Abraham, Marcelo Birmajer, Claudia Piñeiro y Dolores Reyes y la conducción de Hinde Pomeraniec. Este año lleva como título La cultura en el país de la libertad. Quienes estén interesados pero no puedan acercarse hasta la sala Victoria Ocampo en la Rural, tendrán la opción de verlo en vivo en este enlace del canal de YouTube de la Feria.
Por acá, además, podrán encontrar las coberturas de varias actividades hechas por algunos colegas de elDiarioAR y yo misma a lo largo de estos días.

La Feria del Libro de Buenos Aires tendrá lugar hasta el 12 de mayo en el predio de La Rural de Palermo. Más información por acá y por acá.
Apostilla. Se cumplen 40 años del estreno de Esperando la carroza y, como una especie de homenaje a ese largometraje argentino que despierta pasiones y desenfreno, la plataforma Max decidió subir a su menú la película de Alejandro Doria y también el documental Carroceros, de Denise Urfeig y Mariano Frigerio lanzado en 2021. A modo de recordatorio, por si se les pasó: cuando se estrenó, hablé con los realizadores sobre este trabajo entrañable y delicado alrededor de una obra que vive en la memoria del público. Pueden leer la nota en este enlace. De paso: en CineAR Play está disponible para alquilar –por menos de lo que sale el boleto mínimo de un colectivo porteño– el documental Leyenda feroz, de la misma dupla de directores, que cuenta la historia de otra recordada película argentina como Tango feroz. Hablamos de esa producción por acá.
Banda sonora. Hace un tiempo les hablé en este mismo espacio de Pablo Osan (el archivo no me deja mentir, fue por acá), amigo y vecino de esta casa virtual. Hablábamos arriba de parroquias, o mejor, de lo parroquial de algunos lugares de encuentro, y pensé en los bares que Pablo suele armar, con todos los detalles y también con su música. Esta semana compartió en sus redes una lista de canciones preciosa que me viene acompañando (la encuentran acá) y llevando por un par de horas a una parroquia luminosa. Se llama lofi y reúne a artistas y bandas de un barrio sonoro que me encanta. Hay de todo: de Tom Petty a John Coltrane, de Yo la Tengo a Lou Reed, de Pavement a Teenage Fanclub.
Trafiqué algunas de esas canciones para nuestra banda sonora compartida. Se escucha, como todos los viernes, por acá.
Bonus track. El Fondo Nacional de las Artes anunció el lanzamiento de la edición 2025 de su tradicional Concurso de Letras con premios de hasta 1 millón de pesos para textos inéditos de distintos géneros. Según informaron, está “destinado a escritores argentinos y extranjeros que residan legalmente en el país y deseen participar con una obra inédita en alguna de las cuatro categorías: Novela, Poesía, Cuento y Ensayo/No Ficción”. Las postulaciones se recibirán online hasta el 10 de junio. Las bases completas y más detalles, en este enlace.
¡Hasta la próxima!
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