Extraños en el Titanic, un Tinder de libros

Y ahora que estoy frente a ti/parecemos, ya ves, dos extraños. Como dos extraños
Uno. “Te quiero más de lo que te conozco”. Eso suele decirme mi adorado amigo Fede. De él les hablé hace mil años por acá y siempre aparece de alguna manera en lo que escribo, como mucho de lo que dicen mis amigos. Si algo tiene de extraordinario la amistad es que invariablemente se trama desde un arrojo torpe y sorpresivo y que ese arrojo está hecho de palabras. Ser amigo de alguien es charlar, desvariar, incluso a la distancia. Incluso sin decir –quien no hable con algún amigo o amiga en su cabeza cada tanto que arroje la primera piedra– hasta que algo de esa conversación infinita se vuelve eco. Por eso, pienso ahora, tal vez sea tan difícil encontrarle un comienzo preciso a las amistades, ponerles fecha, afirmar con soltura “tal día nos hicimos amigos”. La amistad, ese lazo extemporáneo, inoportuno. La amistad: un perfume en diferido. Hace unos días por mi cumpleaños Fede, entre muchas cosas lindas, volvió a decirme “te quiero más de lo que te conozco”. La frase se quedó otra vez conmigo.

Dos. “Hay gente que ama el cine y desprecia esta película y me resulta inentendible”, escribió esta semana por acá otro amigo –y cinéfilo inigualable– que se llama Juani Martínez. Ahí mismo compartió la escena de Titanic en la que los protagonistas se besan en las escaleras del barco después de un trote memorable (de paso, una de esas corridas cinematográficas que viene a engrosar la lista de la que hablamos por acá). Las palabras de Juan se multiplicaron, muchos compartieron lo que él dijo y otros contestaron con enojo. “Se conocieron solamente 3 días y reaccionan como si se conocieran de toda la vida, no es serio eso, nadie va a amar o querer a una persona tan rápido de esa forma, nadie”, respondió sobre los protagonistas de Titanic un lector enfurecido. El comentario me causó mucha gracia, pero más que nada me dejó pensando en una serie de confusiones que suele estar bastante instalada: la idea de conocer a alguien (o esa transparencia ilusoria); la idea de que el tiempo lleva a conocerse más o mejor (ídem); la idea de que conocerse más y por más tiempo implicaría una equivalencia afectiva o amorosa (ibídem). Como si no fuéramos un poco todos –en el Titanic, en el fondo o por acá nomás– desconocidos que corren y cada tanto se paran frente a otros. Como si, en una reversión de las líneas más célebres del tango Como dos extraños, pararse frente a otros, más que un intento por conocer, no fuera otra cosa que asumir su extrañeza y la propia. Ser, ya ves, dos extraños.
Tres. “Existe la ilusión de que uno puede conocerse a sí mismo y conocer al otro. Y hasta podemos jurar que conocemos a tal o a cual. ‘Nadie te conoce mejor que yo’. ¡Ay! Pretender que conocemos al otro de esa manera es, sin dudas, hacer del otro alguien esperable y encorsetarlo en coordenadas que suponemos conocer. Pretender que uno conoce al otro, pero sobre todo a uno mismo, es un tranquilizante frente a la inquietud que suscita eso que suele ser opaco y muy incierto”, escribió en este texto maravilloso otra amiga de esta casa virtual –y también, por suerte, de eso corpóreo y vital que trasciende las pantallas–, Alexandra Kohan. En su columna, donde lee con dedicación y cita, entre muchos otros, a Roland Barthes, Jacques Lacan y Claudia Masin, se detiene justamente en lo inasible como elemento fundamental de lo que nos une a los demás. Incluso en esas escenas que parecen repetirse, que creemos remanidas. “Tampoco los otros son como son. Incluso ellos, que aparentemente son como son y pareciera que no hay nada que hacer con eso, pueden moverse de lugar ahí donde algo se deshizo. Y no me refiero a deshacer el lazo –aunque a veces deshacer el lazo es, justamente lo mejor–, sino a deshacer un modo de lazo”, apunta. Entonces se trata de ser, ya ves, dos extraños y también dos mutantes. En otra parte del texto, anota: “Nunca es el mismo río. Aún en la repetición se puede escribir una diferencia. Tamara Kamenszain dice y repite en El libro de los divanes: ‘Siempre hay otra línea de lectura, siempre hay otra’”.

Cuatro. Esta semana se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de Tamara Kamenszain. En mi constelación privada, una poeta clave a la que siempre estoy volviendo. Una maestra y referencia centelleante, también, para algunos amigos míos como Fede. Una escritora a la que siento cerca por su forma luminosa de mirar lo íntimo y lo extraño de las casas, de los vínculos y de las palabras. Alguien, además, a quien quiero más de lo que conozco. Transcribo esto de su libro De este lado del Mediterráneo, de 1973, compilado por Adriana Hidalgo junto con buena parte de su obra en un tomo publicado en 2019 que lleva como título La novela de la poesía.
Trato de ver las bocas de los que pasan por la puerta de mi casa para saber que de cada lengua salen palabras que transitan las ondas del sonido y se instalan en las paredes de mi oreja para después evaporarse entrando en una larga línea descendente en la que están alojadas todas las palabras que se pierden, todos los rasgos que se olvidan, los pequeños movimientos que ni siquiera se registran en la memoria y quedan flotando en una enorme tierra de nadie.
Trato de saber si las palabras que se dicen son dictadas por una gran boca que las contiene a todas haciéndolas correr a cada una por un camino angosto y ascendente que se abre como un abanico cuando alguien entiende y se cierra como un abanico cuando alguien deja de entender.
Escuchando lo que un pájaro le decía a otro desde un árbol supe que cada uno elige su vocal para que la palabra viviente no se congele, para que el mundo de las consonantes no sea una cárcel sin salida, para que las bocas se puedan cerrar y abrir con la sencillez de una manzana, con la blanda consistencia del círculo.
Empieza una nueva edición de Mil lianas.
1. Dolores 10 minutos, de Mauricio Kartun. Dice que los cuentos que acaba de publicar son “el resultado contradictorio de la tragedia de la pandemia”. El mundo pareció detenerse y Mauricio Kartun aprovechó esos días de incertidumbre para darle vida a un montón de personajes que no paran de moverse. Primero los dio a conocer por entregas, en su cuenta de Facebook. Los probó como una suerte de titiritero virtual, los recicló, les dio algunas vueltas y hoy integran Dolores 10 minutos (Alfaguara, 2025).

El libro es, de hecho, un retrato hilarante de seres movedizos que andan por rutas, se escapan del mundo, se esconden por un rato, intercambian bienes o servicios insólitos (una paseadora de maridos, por ejemplo, un increíble guionista de vidas ajenas, un modelo que desfila en una vidriera a la calle), caminan por los terrenos siempre resbaladizos del amor o del sexo y rehuyen sin pausa a lo habitual. Es en los vaivenes donde prefiere ubicarse Kartun y en las paradojas donde encuentra el motor de una escritura diáfana, aguda y profundamente vitalista.
“Buena parte de los cuentos de este libro son restos de algún imaginario que pretendía ser teatral hasta que sentí que no iba a entrar en esa forma. El otro día jodiendo decía ‘tenía la heladera llena de carne para el asado del domingo, llovió, y entonces hice puchero’. Estos cuentos son puchero de asado teatral”, me dijo en una entrevista que, como les conté por acá hablando de fugas y fugitivos, le hice hace unos días. En ese encuentro hablamos sobre su libro, claro, pero también sobre los mitos, la clase media, el dinero, la incertidumbre que atraviesa el Instituto Nacional del Teatro y su próxima obra, que estrenará en septiembre. Encuentran la nota completa en este enlace.

Dolores 10 minutos, de Mauricio Kartun, salió por Alfaguara. Una entrevista con el autor, en este enlace.
2. Plataformas. Anoto algunos datos por si están buscando películas para ver en formato hogareño. Una buena noticia que se anunció por estas horas: a partir del 2 de agosto estará disponible para ver a través de la plataforma Paramount+ la película brasileña Aún estoy aquí, de Walter Salles, ganadora al Oscar por largometraje extranjero en la última entrega del premio. Hasta el 4 de agosto, de manera gratuita y para Argentina, sigue disponible el ciclo online de la plataforma Lumiton que comentamos por acá dedicado a las películas de Gus Van Sant. Son once en total, se pueden ver en este enlace. Por último, un recordatorio. Arriba mencioné Titanic: desde Argentina la película está disponible en la plataforma Disney+.
3. Pila de libros. Hablábamos al comienzo de conocerse –o no– y este proyecto, al que su fundador en varias entrevistas que dio por estos días calificó como “un Tinder de libros”, podría ser un camino. “Los libros están caros. Mucha gente tiene muchas ganas de leer pero no tiene el bolsillo que acompañe. Entonces esto ayuda a que leer no sea un privilegio, que sea un derecho, una posibilidad de todos, y que vos, teniendo un libro, los puedas transformar en muchos”, cuenta Nacho Damiano, periodista y creador de la comunidad lectora Pila de libros. El proyecto empezó en pandemia pero creció y en estos días tiene el formato de club de intercambio de libros usados. ¿Cómo funciona? Las personas interesadas se meten a la página de Pila de libros (es por acá) crean un perfil, ofrecen los libros que tienen y piden, a su vez, alguno que les interese. Si alguien tiene un título que otro está buscando y justo esa otra persona tiene uno que le interesa, hacen “match” y se encuentran. “Hasta hay parejas románticas que se formaron a partir de estos intercambios”, contó Damiano, que además es licenciado en Letras y un lector todoterreno.
Por estos días Pila de libros ofrece dos modalidades. Una opción, gratuita, les da la posibilidad a los usuarios de subir y a la vez solicitar dos intercambios de libros por mes. También hay una opción paga, que ofrece intercambios ilimitados y una serie de beneficios con descuentos en editoriales y librerías. Pueden saber más sobre esta iniciativa por acá.
Pila de libros es una comunidad de intercambio de libros. Más información, por acá.
Banda sonora. Netflix acaba de subir a su menú el documental Lo mejor del domingo: la historia jamás contada de Ed Sullivan. Pionero de la televisión estadounidense, con su célebre The Ed Sullivan Show, el conductor fue sinónimo de hombre récord –mantuvo su programa por más de dos décadas– y una inobjetable referencia musical. Es que por su ciclo pasaron innumerables artistas y bandas entre finales de los ‘40 y comienzos de los ‘70. Seguramente muchos recuerden que Sullivan fue el hombre que tuvo por primera vez a los Beatles en las pantallas estadounidenses en 1964, pero los británicos no fueron los únicos. De hecho, el documental se dedica a hacer un repaso lleno de archivos divinos por las presentaciones de diversos artistas por el programa. Y, en especial, se concentra en el importantísimo espacio que Sullivan les dio a los músicos y cantantes negros en tiempos de racismo y segregación, haciendo frente a algunos auspiciantes y ejecutivos de televisión.
Dejo la invitación para que lo vean si pueden y también para que escuchen nuestra banda sonora compartida. Esta vez sumé varias canciones interpretadas por invitados al programa de Ed Sullivan. Entran, entre otros, Ella Fitzgerald, Nina Simone, The Carpenters, The Mamas & the Papas, The Beach Boys, Dionne Warwick y Neil Diamond. Se escucha, como todos los viernes, por acá.
Bonus track. Me alegró saber que los domingos de agosto vuelve al Teatro Picadero de Buenos Aires la obra Quiero decir te amo, de Mariano Tenconi Blanco, protagonizada por Lucía Adúriz y Violeta Urtizberea. Es de las mejores que vi el año pasado y forma parte de una suerte de trilogía dedicada a los géneros íntimos de este autor, que también integran obras como La vida extraordinaria y La mujer fantasma. En este caso las cartas son las llaves para un texto precioso y actuaciones impactantes. Más sobre los horarios y las entradas para esta obra, por acá.
Bonus track II. Si por estos días están siguiendo, como miles, la transmisión de la expedición argentina por las profundidades de nuestro mar y quedan muy entusiasmados, dejo un recordatorio. Hay un Mil lianas más o menos reciente dedicado a películas, libros y aledaños con fondo marino (acá), otro más viejito enfocado en olas (acá) y uno de hace algún tiempo dedicado a más de un tesoro azul “como el mar azul” (por acá).

Posdata. Gracias una vez más a quienes se toman un ratito para mandarme un correo o dejarme algún mensaje en las redes. La correspondencia, en cualquiera de sus formas, es una manera linda de querer más que de conocer. Me encuentran, por lo general, en este rincón.
¡Hasta la próxima!
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