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Opinión

La Corte Internacional no fallará sobre el genocidio en Gaza hasta al menos 2027, pero crecen los llamados a actuar ya

Palestinos desplazados internamente llevan bolsas de harina cerca de un punto de distribución de alimentos en Zikim, en la franja norte de Gaza.

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Cada vez más palestinos muriendo de hambre todos los días en Gaza y cada vez más juristas, políticos, y responsables de ayuda humanitaria empiezan a calificar como genocidio las acciones de Israel. Pero la Corte Internacional de Justicia (CIJ), el tribunal más importante del mundo, tardará mucho en dictar una sentencia definitiva sobre la cuestión.

Según expertos en la CIJ, lo más probable es que la sentencia sobre el genocidio de Israel en Gaza llegue a finales de 2027, como muy pronto. Los mismos expertos advierten de que la comunidad internacional no debe aprovechar la lentitud de los procedimientos de la corte como excusa para retrasar medidas que pongan fin a la matanza.

Hace unos días se cumplió el plazo original concedido a Israel para preparar el caso y refutar la acusación de genocidio presentada por Sudáfrica. Pero el panel de 17 jueces de la CIJ concedió una prórroga de seis meses al Gobierno israelí aceptando la argumentación de que algunas “cuestiones probatorias” en la presentación de Sudáfrica implican que “el alcance del caso sigue siendo incierto”.

El equipo jurídico sudafricano replicó que ninguno de los argumentos esgrimidos por los abogados israelíes justificaba la demora, y que alargar el caso es injustificable teniendo en cuenta la emergencia humanitaria en Gaza. Pero el tribunal se puso de parte de Israel, que ahora tiene hasta enero de 2026 para presentar su caso.

“Creo que la CIJ está siendo muy cautelosa en este caso debido al clima político”, dice Juliette McIntyre, profesora titular de Derecho en la Universidad de Australia Meridional. “No quieren que los acusen de atropellar los derechos procesales de Israel y dictaminar que ha cometido genocidio sin darle plenamente la oportunidad de responder”.

Desde su fundación en 1945, el tribunal ha favorecido la prudencia frente a la rapidez en su papel de árbitro final entre las naciones. “La CIJ es conocida por su lentitud en las deliberaciones; tiene 80 años y es la forma en que quiere funcionar”, dice Iva Vukušić, profesora adjunta de Historia Internacional en la Universidad de Utrecht

Una vez que Israel presente en enero su defensa, se dará tiempo a las dos partes para elaborar una nueva ronda de argumentos que responda a la argumentación contraria y tenga en cuenta los nuevos acontecimientos. “La segunda ronda suele durar unos seis meses, eso significa otro año, y eso nos lleva a enero de 2027”, dice Michael Becker, que entre 2010 y 2014 trabajó como oficial jurídico en la CIJ.

“Si todo transcurriera sin problemas y no hubiera ningún otro acontecimiento intermedio, sin ninguna interrupción del procedimiento, en algún momento de 2027 debería celebrarse una vista, probablemente en los primeros meses, para que a finales de ese año se pueda llegar a una sentencia”, añade Becker, que ahora enseña Derecho internacional de los derechos humanos en el Trinity College de Dublín.

Pero varios factores podrían postergar el fallo hasta 2028. Entre ellos, las solicitudes de intervención que puedan hacer otros países.

Las medidas provisionales

La CIJ dispone de una herramienta para lidiar con el desfase que se genera por la lentitud de sus procedimientos y la urgencia de situaciones catastróficas como la de Gaza. En 2024, y como respuesta a las peticiones de Sudáfrica, emitió tres series de “medidas provisionales” en forma de instrucciones a Israel. En enero de 2024, la CIJ dictaminó que la demanda de genocidio era “plausible”. “La catastrófica situación humanitaria en la Franja de Gaza corre grave riesgo de deteriorarse todavía más antes de que el tribunal dicte sentencia definitiva”, dijo.

En ese momento ordenó a Israel que “adoptara todas las medidas a su alcance” para impedir que se cometieran actos de genocidio, y de incitación al genocidio, y que tomara “medidas inmediatas y efectivas” para permitir la entrada de ayuda en Gaza.

En marzo de 2024, añadió nuevas medidas exigiendo que se permitiera la entrada de ayuda humanitaria. Ordenó el cese de la ofensiva israelí sobre la ciudad de Rafah y la reapertura del paso fronterizo en esa misma ciudad para que los camiones con ayuda entraran desde Egipto.

Israel ignoró prácticamente por completo las medidas provisionales y dijo que la acusación de genocidio era “intolerable y falsa”.

La presión de EEUU

Sudáfrica no ha solicitado más medidas, pese a los periodos de bloqueo total impuestos por Israel a Gaza en lo que va de año y la grave crisis humanitaria que soporta la franja. Según una persona cercana al equipo jurídico sudafricano, se debe a la intensa presión que está ejerciendo Washington.

En castigo por la postura de Sudáfrica ante la CIJ, Donald Trump emitió en febrero una orden ejecutiva que interrumpía la ayuda a Pretoria alegando, sin evidencia que lo fundamentara, que los afrikáners blancos del país eran “víctimas de una injusta discriminación racial”. Sin embargo, el Gobierno sudafricano ha insistido en que no tiene intención de abandonar el caso de Gaza.

Aparte del ritmo deliberadamente lento de la CIJ, hay que tener en cuenta el alto nivel de pruebas que se necesitan para dictar sentencia por genocidio.

A primera vista, la Convención sobre el Genocidio de 1948 no pone el listón muy alto: define el genocidio como la destrucción intencional, “total o parcial”, de un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Pero al interpretar el tratado, la CIJ exige pruebas “plenamente concluyentes” de que el Estado acusado tenía intención genocida al cometer asesinatos a gran escala, y de que no había otros motivos posibles, como pelear contra una contrainsurgencia o la toma de territorios. Con este criterio, la CIJ aún no ha dictado sentencia por genocidio contra ningún país.

El actual panel de jueces tiene la oportunidad de suavizar ese poco esperanzador criterio en un caso de genocidio que precederá al de Gaza: las atrocidades cometidas por Myanmar contra el pueblo rohinyá. Se espera que las vistas del caso comiencen a principios del próximo año.

Pero un número creciente de juristas cree que las acciones de Israel en Gaza están traspasando incluso ese listón tan alto de la CIJ, por lo que ni siquiera haría falta un cambio en el criterio. “Aunque es verdaderamente lento y frustrante, una de las ventajas [del ritmo pausado de la CIJ] es que cuando el tribunal dictamine que Israel ha estado cometiendo genocidio, a estas alturas creo que eso es casi inevitable, podremos decir que no hay duda de la conclusión”, dice McIntyre.

Temor a que sea una distracción

Sea cual sea el resultado, muchos expertos en derecho internacional humanitario sostienen que la fijación en un veredicto de genocidio puede ser una distracción peligrosa que retrase una acción decisiva por parte de la comunidad internacional. El temor es que se permita que sigan cometiéndose crímenes contra la humanidad demostrables mientras se espera el fallo de la CIJ.

“El problema con este tipo de fijación es la especie de mensaje subyacente que contiene, la idea de que si no se ajusta a la definición jurídica de genocidio, no está pasando nada”, dice Becker. “Hace que la gente pierda de vista el hecho de que estamos hablando de genocidio porque para empezar ya estamos en una situación muy grave. No debería ser necesario un genocidio para que exista la obligación de intervenir o de tomar medidas”.

Traducción de Francisco de Zárate.

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