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Mercado cambiario bajo presión

El dólar oficial llegó a $1.385, rompió su techo histórico y complica el equilibrio financiero que pretende el Gobierno

Manuel Adorni habló del superávit fiscal justo cuando el dólar se acercaba al límite fijado por el Gobierno, sin explicar cómo el equipo económico piensa frenarlo.

elDiarioAR

31 de julio de 2025 14:23 h

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El dólar minorista marcó un nuevo récord nominal y volvió a poner en foco la fragilidad del equilibrio financiero. Con una suba que acumuló más de 10% en julio, el billete estadounidense se vendió en bancos hasta los $1.403, con un promedio oficial de $1.385,563, según datos del Banco Central. El valor más alto fue registrado en el Banco Macro.

El dólar mayorista también avanzó 4,4% y cerró en $1.373, mientras que los tipos de cambio financieros replicaron el salto: el MEP trepó 2,8% hasta $1.359,76 y el contado con liquidación subió 2,9%, a $1.358,82. En paralelo, el dólar blue se ofrecía a $1.330, aunque su ritmo fue más moderado en comparación con los canales formales.

El salto en los tipos de cambio se dio en simultáneo con una caída abrupta de las reservas del Banco Central. En el día, las arcas de la autoridad monetaria se redujeron en US$1.897 millones, y en lo que va del mes ya acumulan una pérdida de US$1.087 millones, con un stock total que volvió a perforar el umbral de los US$40.000 millones y se ubicó en US$38.864 millones.

Tensión financiera y tasas en alza

El fenómeno no es aislado. Para Marina Dal Poggetto, economista y profesora en IAE Business School, el salto cambiario ocurre en un marco de fragilidad monetaria. Señaló que “sin cepo de facto, el desacople entre la tasa doméstica y la internacional que el Gobierno usufructuó para apuntalar la remonetización de la economía empieza a crujir”. Y agregó que la nueva estrategia de desarme de instrumentos de absorción como las Lefi solo acentúa la volatilidad de corto plazo.

Según su análisis, las tasas reales quedaron excesivamente altas, y eso, sumado al nuevo esquema monetario, afecta el crédito, encarece el financiamiento del Tesoro y dificulta el proceso de desinflación. Para Dal Poggetto, se trata de una “sobrerreacción” que está comenzando a mostrar sus efectos regresivos.

En la misma línea, Fernando Marengo, también docente del IAE, explicó que “cuando se escoge como instrumento de política monetaria otra variable pero se intenta mantener a raya el tipo de cambio, los problemas no tardan en llegar”. A su juicio, el menor nivel de monetización junto al alto costo del dinero en términos reales golpean directamente sobre la actividad.

Crédito trabado y morosidad en alza

El deterioro del crédito es otro de los síntomas del actual contexto. Eduardo Fracchia, profesor de la misma casa de estudios, describió un panorama de actividad amesetada, en donde el repunte de la segunda mitad del año pasado no logró sostenerse. El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) de mayo mostró una caída de 0,1% respecto a abril, aunque una mejora interanual del 5%.

Sin embargo, la dinámica del crédito cambió. “El crédito, que fue relevante en esa recuperación, ha disminuido su tasa de expansión”, advirtió Fracchia. En consecuencia, aumentaron la morosidad y los cheques rechazados, lo que impacta sobre el entramado productivo.

Marengo completó el análisis con un diagnóstico más estructural. Dijo que, tras el adelanto de consumo vía endeudamiento que realizaron muchas personas, “hoy deben afrontar esos compromisos, pero el repago se complica”. Esto eleva los niveles de mora, obliga a los bancos a inmovilizar liquidez por precaución y, en definitiva, profundiza la restricción crediticia.

Una combinación de presión

La combinación de dólar en alza, tasas altas, reservas en baja y crédito en retroceso plantea un escenario de tensión para los próximos meses, en especial cuando la política empieza a interferir cada vez más sobre las decisiones económicas. Las definiciones de corto plazo ya no alcanzan para disipar la volatilidad, y los márgenes para el ensayo y error se achican.

Las elecciones, lejos de ordenar, introducen nuevas capas de incertidumbre, lo que obliga al mercado, al sistema financiero y a los propios actores productivos a operar con cautela extrema. En ese contexto, la suba del dólar no es solo una señal de desconfianza: es también un síntoma del agotamiento de un esquema de control indirecto sobre las variables clave.

La banda cambiaria acordada por el Poder Ejecutivo fija para el cierre de este mes un mínimo de $966 y un máximo de $1.449. Con el valor actual, el tipo de cambio oficial ya recorre el extremo superior del canal, desafiando la estrategia oficial de evitar el traslado a precios. El umbral de los $1.300 era considerado clave por el equipo económico, que apuesta a mantener la estabilidad nominal en un marco de inflación descendente.

Pese a que las tasas de interés rondan el 50% anual, un nivel que en teoría debería desalentar la demanda de divisas, el dólar siguió escalando. Los bancos comerciales también acompañaron el movimiento.

En ese contexto, el vocero presidencial Manuel Adorni buscó enviar una señal política con un posteo en redes sociales que fue tan críptico como provocador. “Hay un sector que sigue sin comprender el verdadero poder del superávit fiscal”, escribió sin aclarar a quién se refería. La frase puede interpretarse como un mensaje tanto para los mercados, que empujan al alza la cotización, como para los gobernadores que impulsan leyes que aumentan el gasto en el Congreso.

JJD, con información de NA.

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