Series de julio, mar a destiempo

Uno. “No deja de llamar la atención que a esto que llevamos todo el tiempo encima y que usamos como grabadora, como reloj, como computadora, como linterna, como máquina de fotos, como máquina filmadora, hasta como telégrafo le sigamos llamando teléfono”. Cada tanto me acuerdo de eso que me dijo en esta entrevista el escritor Martín Kohan para referirse a los celulares cuando salió su delicadísimo libro ¿Hola? Un réquiem para el teléfono (Ediciones Godot, 2022). Hoy, por ejemplo, que eso que sigo llamando teléfono anuncia que me preparó especialmente un recuerdo. El recuerdo se llama Mar y arena y reúne fotos aleatorias que se ve que saqué, me enviaron o se amontonaron en algún lugar remoto de eso que sigo llamando teléfono: unas vacaciones demenciales arriba de un barco que intenta surcar olas enormes, un retrato de Alfonsina Storni, la foto de mi sobrino tapado de arena cuando era bebé, otras vacaciones demenciales con agua verde plata de fondo, la publicidad de un crucero bastante estrafalario, el Hotel Provincial de Mar del Plata en blanco y negro. En plena ola polar, abrigada de pies a cabeza, el recuerdo que dice haberme preparado eso que sigo llamando teléfono (somos eso que insiste, somos eso que no podemos dejar de coleccionar) se convierte más bien en una daga. Un arma letal que gatilla otros tiempos, los tironea, los superpone a mansalva. Me quedo, sin embargo, con el mar. Me quedo, sobre todo, con su destiempo.

Dos. Dos destiempos: el del recuerdo y el del duelo. O tres, si contamos el amor, que es el que enhebra todo y que es el destiempo por excelencia. En ese oleaje se mueve Super Happy Forever, una película pequeña y encantadora del director japonés Kohei Igarashi que Mubi acaba de subir a su plataforma. Sano es un chico que ronda los treinta. Movido por la daga de la memoria y un dolor que le pesa en todo el cuerpo, decide volver a una ciudad balnearia donde cinco años antes conoció a una joven encantadora llamada Nagi. Lo acompaña su amigo Miyata, que fue testigo de ese encuentro que terminó en historia de amor. Los dos se mueven por ese lugar que antes fue brillo, deslumbramiento, chispa y que ahora pareciera transformado en puro declive: el hotel que los había alojado está por cerrar, se acerca, de a poco, el final de la temporada. Aparece también una canción, que en un momento fue alegría o chiste y que, con el paso del tiempo se vuelve nostalgia: Beyond The Sea. Más allá de lo que sucede en la película, me quedo en la forma singular que eligió el director para su relato: hacia la mitad, ese presente que lo tiene a Sano arrasado y deambulando como un autómata por la bellísima Izu en busca de una gorra roja que perdió cinco años antes, se detiene para convertirse en el verano recordado, ese tiempo donde todo era promesa. No hay antes o ahora, entonces, hay un destiempo marítimo dispuesto a cubrir una ausencia. De hecho aparece la mismísima Nagi y los espectadores pasamos a ser testigos de lo que ocurrió u ocurre desde su punto de vista. La vemos con Sano dando vueltas de día o de noche. Siempre con Beyond the Sea como himno. Siempre con el mar siempre de fondo.
Tres. “Los hombres locos si no llegan del mar van hacia él. Hacia el mar o hacia cualquier cosa que sea fuerza, corriente y soledad”. Con esas palabras empieza un cuento que lleva como título Capitán y escribió Magalí Etchebarne (forma parte de su libro Los mejores días publicado por Tenemos Las Máquinas en 2017, se lee completo por acá). Es un comienzo que me encanta y que recordé mientras leía, con vista al mar y durante mis últimas vacaciones, La torre del amor (La Parte Maldita, 2025). Se trata de una novela publicada originalmente en 1899 por una escritora francesa que firmaba su trabajo como Rachilde (abajo les cuento más). Un mar bravísimo rodea a los protagonistas, en este caso, dos hombres que custodian un faro sopapeado constantemente por el viento y las olas. Uno de ellos, que es más joven y acaba de llegar, es el que lleva el relato, el que trata de memorizar, el que hace un esfuerzo para no ser arrasado por el desvarío que invade al lugar y a su compañero. A veces escribe, espera que lo vayan a buscar para pasar unos días en tierra firme o se hunde en alguna canción. “Me sorprendía canturretando, yo también, estribillos sin pies ni cabeza. Pues el joven loco que ama se parece al viejo loco que recuerda. Y, cada día, los dos mueren un poco por haber esperado demasiado”, dice en una de sus evocaciones.

Cuatro. Mientras leo en casa, me interrumpe un ruido extraño que parece venir de la habitación de al lado, un estruendo, una música bastante infernal. Me levanto del sillón y el ruido se detiene. Entonces retomo la lectura hasta que el ruido vuelve, como una ola. Dejo el libro una vez más, me río pensando en que ese sonido misterioso sigue mis movimientos y cuando percibo que volvió el silencio me pongo a leer de nuevo. Pero escucho una vez más el ruido y, cuando está por devorarme la intriga, cuando pienso que el desvarío me ganó de mano, me doy cuenta de que se trata del teléfono–o eso que llamo teléfono para no decirle daga–. Me levanto, lo apago y me quedo en el libro. Se llama Colección permanente (Random House, 2025), lo escribió María Negroni y en medio de una serie increíble de imágenes, lecturas, recuerdos, obsesiones (somos eso que insiste, somos eso que no podemos dejar de coleccionar), la voz que narra evoca diálogos a destiempo con un maestro imaginario. Cautivada, subrayo este fragmento: “Usted insiste: en la escritura hay que entrar, como quería San Juan, más adentro, en la espesura. Lo dijo también el gran Eckhart, el mar no es superficie sino abismo. Si quieres cruzarlo, naufraga”.
Empieza una vez más Mil lianas. Este naufragio semanal que sigue rondando el silencio y algunos ruiditos.
1. Series y películas de julio. Series muy esperadas que vuelven. Estrenos que prometen sorprender. Clásicos del cine que son revisitados. Las plataformas de streaming anunciaron para julio una gran diversidad de producciones audiovisuales que llegan a lo largo de todo el mes para renovar las pantallas.
Entre ellas, hay una bien marítima: Disney+ estrena el documental Tiburón, la historia de un clásico, que a propósito de los 50 años de aquella joya de Steven Spielberg (recordatorio: Tiburón está disponible en Netflix) ahora se propone contar varios detalles de su por momentos caótico detrás de escena.
Pero hay bastante más. Armé por acá una guía con los lanzamientos más destacados, las fechas, las plataformas y los tráilers.
La guía con las series y las películas que llegan al streaming durante julio se puede ver en este enlace.
2. La torre del amor, de Rachilde. “La Tour d’Amour fue publicado en 1899. La novela relata la relación opresiva de dos guardianes del faro de Ar-Men –”La roca“, en bretón–, torre personificada como un monstruo que ha devorado a los obreros que lo construyeron. El joven guardián Jean Maleux es asignado al faro para secundar el trabajo del viejo Mathurin Barnabas, que lleva años enclaustrado en la torre sin consentir regresar a tierra y a quien el paso del tiempo, la fuerza de los elementos, el rencor y la soledad han transformado en una bestia extraña que ha olvidado incluso los rudimentos de la lectura, especie de demonio que lo único que espera son las eventuales ahogadas que trae la marea. En esta geografía infernal, Rachilde hace evolucionar a sus personajes, aprendiz y maestro, incorporando al relato temas como el fetichismo y la necrofilia, con el trasfondo permanente del mar embravecido –la mer, de género femenino en francés–, una insaciable diosa carnívora, devoradora de hombres y barcos”, señala el escritor Diego Muzzio en el prólogo de la reciente edición local de la novela La torre del amor, publicada por el sello La Parte Maldita, con traducción del propio Muzzio (recordatorio: por acá hablamos de su excelente novela El ojo de Goliat, una historia que también tiene en el centro a un faro bastante aterrador y fue publicada por Entropía en 2022).

Como adelantábamos arriba, hasta el faro de Ar-men llega Jean Maleux, un joven que tiene la misión de trabajar como guardián. Allí se encontrará con el temible Mathurin Barnabas, un anciano bestial y arrasado por llevar tantos años de encierro en ese lugar.
“Rachilde, seudónimo de Marguerite Eymery, nació el 11 de febrero de 1860 en Château-l’Évêque, Francia. Escritora transgresora y figura clave del decadentismo, desafió las normas de su tiempo con novelas que exploraban el erotismo, la identidad de género y el poder. Entre sus obras más conocidas se encuentran Monsieur Vénus y La Marquise de Sade, en las que desdibujó los límites entre lo masculino y lo femenino, el deseo y la violencia. Su estilo provocador y su rechazo a las convenciones la convirtieron en una de las voces más audaces de la literatura francesa de finales del siglo XIX”, cuenta La Parte Maldita sobre la autora de la novela.

La novela La torre del amor, de Rachilde, con traducción de Diego Muzzio, fue publicada por La Parte Maldita Ediciones.
3. Qué hago con la noche, de Gustavo Álvarez Núñez. Un libro en estado de pregunta. Desde su título, que lejos de lo asertivo propone un interrogante –qué hacer con: la duda del momento, la inquietud de todos los tiempos– Qué hago con la noche (Tusquets, 2025), del escritor y periodista Gustavo Álvarez Núñez, le escapa a las certezas. O mejor: las pone magistralmente sobre la mesa para ver de qué están hechas, en una novela que tiene como protagonista a Gervasio Meschengieser, un tipo que trabajó tiempo atrás como agente de prensa de grandes artistas del rock. Retirado de ese universo y cerca de los 60 años, pasa sus días observando a los que, como él, fueron parte de una maquinaria que ahora eligen mirar de costado. En simultáneo, varios tembladerales lo sacuden: una pareja que apenas se sostiene, un cuerpo que le cobra facturas, un universo que le ofrece sonidos, música y escenas que le cuesta escuchar. Lo intenta, sin embargo, mientras toma notas en sus libretas, contempla a sus gatas y se mueve por un barrio que se va enrareciendo ante sus ojos.
Dividida en rounds que marcan su pulso encantador, Qué hago con la noche intercala, gracias a la gran sensibilidad narrativa de su autor, secuencias a veces crudas o muy perturbadoras con escenas diáfanas. Es que, con el mismo arrojo que ofrecen las mejores canciones, la novela se detiene en un mundo que cruje para capturar algún eco, para hacerle lugar a sus resonancias, para recatar, aunque sea por un rato, algún gesto vital en medio del ruido.
Hace unos días entrevisté a Gustavo Álvarez Núñez para hablar de su libro. Pueden leer la nota completa por acá. Un recordatorio, de paso: GAN tiene una columna en elDiarioAR que se llama, para estar a tono con esta edición de Mil lianas, Soy parte del mar. La última entrega trae una conversación increíble con Pablo Schanton, la encuentran por acá.

La novela Qué hago con la noche, de Gustavo Álvarez Núñez, salió por Tusquets. En este enlace, una entrevista con el autor.
Banda sonora. Por lo que les contaba arriba, Beyond the Sea se impuso como música excluyente esta semana. En nuestra lista compartida subí la original en francés (que se llama La mer, la interpreta Charles Trenet) y las versiones de Bobby Darin, Caetano Veloso, Django Reinhardt, Chantal Chamberland y Julio Iglesias. Se escucha, como todos los viernes, en este enlace.
Bonus track. Si están por Buenos Aires y tienen ganas de ver una obra de teatro alucinante, graciosa, repleta de talento, no se pierdan Mona, de Lucía Maciel y Paula Grinszpan, con la actuación deslumbrante de Gogó Maldino. Es un unipersonal que cruza humor, música y sensibilidad a partir de una mujer joven que trabaja en un call center, entre la precariedad laboral y el hostigamiento de sus jefes. Yo la vi en el Centro Cultural Morán (Pedro Morán 2147, CABA), pueden chequear los días y horarios de las próximas funciones por acá.
Posdata. Gracias, muchísimas gracias otra vez por sus mensajes. Me encuentran, casi siempre o cuando eso que insisto en llamar teléfono me avisa, por acá.
¡Hasta la próxima!
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