Los portales de temas generales y las redes sociales suelen embriagarse con imágenes de la alfombra roja pletóricas de estrellas de Hollywood y del cine europeo (y con polémica del estilo de por qué el festival prohibió la desnudez entre quienes se pasean por esa red carpet y las míticas escaleras que llevan hasta la inmensa Sala Lumière), pero Cannes es también el epicentro de las películas más políticas, de las declaraciones más provocadoras que tienen su impacto más allá del mundillo audiovisual. Casi no hay día en que alguna figura (este año han sido Robert De Niro, Pedro Pascal, Spike Lee, Wes Anderson y siguen las firmas) salga con los tapones de punta sobre todo contra el gobierno de Donald Trump, más ahora que el presidente estadounidense pretende imponerle aranceles a las películas que no se filmen en su país.
Cannes abrió con el “Día de Ucrania”, durante el que se proyectaron tres películas sobre el conflicto con Rusia: “Zelensky”, de Yves Jeuland, Lisa Vapné y Ariane Chemin; “Notre Guerre”, de Bernard-Henri Lévy y Marc Roussel; y “2000 Meters to Andriivka”, de Mstyslav Chernov, mientras que la sección paralela Quincena de Cineastas (que surgió al calor del Mayo del '68 y tiene una larga tradición de films políticos) programó “Militantropos”, documental de los ucranianos Simon Mozgovyi, Yelizaveta Smith y Alina Gorlova en el que con imponentes planos fijos se muestran desde los trenes que desplazan a miles de ciudadanos hacia zonas menos conflictivas y, en sentido inverso, a los militares hacia el frente de guerra, gigantescas palas mecánicas que mueven toneladas de escombros tras los bombardeos o cómo la sociedad civil es entrenada para usar armas y sumarse a los combates.
Pero si hay una película que combinó la excelencia artística con una denuncia punzante pero nunca subrayada esa es “Un simple accidente”, nuevo largometraje del iraní Jafar Panahi y uno de los favoritos para ganar la Palma de Oro o alguno de los premios principales. Se trata del primer proyecto legal tras haber estado detenido e impedido de trabajar (lo hizo de forma clandestina) por criticar al régimen de su país hasta que finalmente en abril de 2023 se le levantó la condena y ahora también se le permitió viajar a Cannes.
Con mínimos recursos (buena parte del film transcurre a bordo de una camioneta y la mayoría de los actores son no profesionales), Panahi aborda en “Un simple accidente” los dilemas de unas víctimas cuando reconocen (y luego secuestran) a un represor que los torturó cuando estuvieron en prisión. Una fábula de una potencia y unas implicancias asombrosas en un auténtico descenso a los infiernos de una sociedad rota (como dice uno de los personajes, “cuanto más profundo vayas, más te hundirás”). Es, queda claro, una película muy personal porque el director de “El globo blanco”, “Crimson Gold” y “3 Faces” ha pasado varios años por la cárcel y ha tenido que lidiar varias veces con sus captores, pero también tiene muchos momentos de humor físico y diálogos punzantes (es una gran comedia de enredos) que funcionan a la perfección y que sacan a la historia de la mera denuncia.
Se trata, en definitiva, de una exploración despiadada, sin concesiones, de las miserias, contradicciones y angustias que corroen el alma del Irán contemporáneo, contado por un artista singular, inteligente y talentoso, que desde adentro –habiendo soportado las presiones más horrorosas– sigue indagando, provocando y conmoviendo.
“Cuando pasás ocho horas al día con los ojos vendados, sentado frente a una pared, siendo interrogado por alguien desde atrás todos los días –dijo aquí el también realizador de ”El círculo“, ”Offside“, ”Esto no es una película“ y ”Taxi“– no podés dejar de preguntarte qué tipo de conversación podrías tener con ese hombre”. Y agregó: “De esas circunstancias específicas nace la reflexión: ¿cuál sería tu relación con un ser humano así si lo volvieras a encontrar? Como cineasta, siempre estás influenciado por tu entorno, y cuando te sacan de tu vida y tu sociedad para encerrarte en una prisión, por supuesto que surgen estas reflexiones e ideas. Pero aun así, no era mi intención hacer una película sobre ello. Incluso cuando fui liberado, cada vez que caminaba o pasaba cerca de la prisión, me preguntaba: '¿Qué ha pasado con todas esas personas que estaban conmigo y ahora están del otro lado de este muro? ¿Qué están haciendo? ¿Qué están viviendo ahora que yo estoy fuera?’ Y fue solo poco a poco que todas esas reflexiones se unieron y me dieron la idea de escribir este guion y hacer una película”.
Consultado sobre el tema de la reconciliación, el realizador iraní respondió: “No se trata de guerra y paz. Se trata del ciclo de la violencia. Somos cineastas con conciencia social, y como tales, no creemos en personajes absolutamente buenos o absolutamente malos. Nadie es completamente bueno ni completamente malo. Todos forman parte del sistema, y todos son producto de una estructura que impone sus propias reglas y valores a estas personas. Entonces, el problema va más allá de la reconciliación. Es una cuestión de entender cómo, cuando este sistema colapsa, las personas que han sido bombardeadas con propaganda medieval durante casi medio siglo pueden convivir en paz y expresar sus necesidades y deseos de manera auténtica”.
Recorrido por un mundo en llamas
También en la Competencia Oficial se proyectaron “O Agente Secreto”, thriller psicológico en el que el brasileño Kleber Mendonça Filho ahonda en la connivencia entre militares y empresarios durante la larga dictadura en aquel país con cuestiones ligadas con la memoria y la identidad que llegan hasta hoy; y “Aigles of the Republic”, de Tarik Saleh, que expone la maquinaria estatal de persecución, censura y amenaza del gobierno egipcio a partir de las penurias de una estrella del cine que se ve forzado a protagonizar una hagiografía sobre el presidente de ese país. Por su parte, en la segunda competencia, Un Certain Regard, compite “Once Upon a Time in Gaza”, de los hermanos Arab y Tarzan Nasser, una ficción ambientada en 2007 en una de las zonas más arrasadas del planeta.
El nazismo –en estos tiempos de negacionismo y auge de las nuevas derechas– también reapareció en varios proyectos, como “Amrum”, de Fatih Akin, ambientado en una isla cuando la derrota de Hitler ya era irreversible; y en “The Disappearance of Josef Mengele”, film del ruso (exiliado) Kirill Serebrennikov sobre el médico que fue clave en la máquina de matar en los campos de concentración y que luego se refugió en Brasil y la Argentina (hay varias escenas rodadas en nuestro país y otras que recrean la Buenos Aires de la década de 1950, tras la caída del peronismo).
El movimiento feminista en Chile fue exaltado en “La Ola”, de Sebastián Lelio (ganador del premio Oscar por “Una mujer fantástica”), mientras que el colonialismo es desde siempre un tema recurrente en Cannes (el pasado de Francia así lo impone) y este año fue abordado desde lo histórico (la notable “Magalhâes”, del filipino Lav Diaz, con Gael García Bernal) y desde la actualidad (la monumental “O riso e a faca”, del portugués Pedro Pinho, que dura casi cuatro horas).
En la recta final del festival llegó “The Six Billion Dollar Man”, film del prestigioso director Eugene Jarecki, que reconstruye la controvertida historia de Julian Assange, un ícono contemporáneo del derecho a la información, cuya reciente liberación ha reavivado el debate global sobre la libertad de prensa. Gracias al acceso privilegiado a las imágenes y archivos de Wikileaks y a pruebas inéditas, este documental se puede ver como un thriller internacional de alta tecnología.
Todavía queda por estrenarse “Yes!”, del siempre contestatario director israelí Nadav Lapid, que está ligado a los ataques ocurridos el 7 de octubre de 2023 y narra la historia de un músico de jazz en crisis al que le encargan componer un nuevo himno nacional. Se comenta en los pasillos del Palais des Festivals de Cannes que fue rechazada por los programadores de la Sección Oficial para finalmente ser seleccionada por la Quincena de Cineastas y –aseguran quienes ya la vieron en funciones previas– podría generar protestas a ambos lados de la grieta palestino-israelí por lo incómoda que resulta para ambos extremos ideológicos.
DB/DTC