Ciencia

Cuando ellas tienen el control: qué factores explican el poder femenino entre primates

Héctor Farrés

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El más corpulento se mueve y los otros se apartan. Cuando avanza, las miradas se desvían y nadie se atreve a interponerse. El silencio no es de calma, es porque nadie quiere provocar. Cada gesto de sumisión, desde el agachar la cabeza hasta no responder a un empujón, reafirma su lugar en la jerarquía. Este tipo de comportamiento es habitual en especies de primates con dominio masculino consolidado, un patrón que un nuevo estudio cuestiona por completo.

Los investigadores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, la Universidad de Montpellier y el Centro Alemán de Primates han analizado 253 poblaciones de 121 especies distintas para comprobar en qué condiciones las hembras logran imponerse a los machos.

Las hembras no solo participan en los conflictos, también los ganan con frecuencia

Según el trabajo, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, la dominancia clara de un sexo sobre el otro es menos frecuente de lo que se pensaba, y los casos en los que las hembras lideran superan con creces el estatus anecdótico que tradicionalmente se les atribuía.

Los datos recogidos muestran que solo en una cuarta parte de las poblaciones se observa un dominio masculino claro, con más del 90 % de los conflictos ganados por machos. En cambio, en 16 de ellas, las hembras tienen ese mismo grado de ventaja. El resto de casos, que representan cerca del 70 %, presentan relaciones de poder más equilibradas o fluctuantes. Esta distribución revela una variabilidad mucho más amplia en la jerarquía entre sexos que la establecida por los modelos clásicos de comportamiento primate.

Uno de los puntos más destacados del estudio es la alta frecuencia de enfrentamientos entre machos y hembras dentro de un mismo grupo. Según el análisis comparativo, casi la mitad de las interacciones agresivas se producen entre individuos de sexos opuestos. Esta proporción contrasta con las investigaciones previas, centradas sobre todo en los conflictos entre miembros del mismo sexo.

Dieter Lukas, del Instituto Max Planck, explica que el hallazgo rompe con la idea de que machos y hembras compiten por recursos distintos y señala que “en la mayoría de poblaciones, cualquier individuo tiene más posibilidades de pelear con uno del sexo opuesto que con uno del mismo”.

La monogamia, el entorno arbóreo y la igualdad de tamaño favorecen a las hembras

A partir de ahí, el equipo aplicó cinco hipótesis distintas para explicar por qué en algunas especies las hembras logran imponerse a los machos. Una de las claves más claras fue el control reproductivo. En especies donde las hembras son monógamas, tienen un tamaño similar al de los machos o se mueven principalmente en los árboles, la dominancia femenina es más habitual. En esos entornos, las hembras pueden elegir si reproducirse o no, lo que limita el poder de coerción de los machos.

Además, las condiciones de vida también influyen. Peter Kappeler, del Centro Alemán de Primates, apunta que “la investigación reciente ha empezado a cuestionar la idea tradicional de que el dominio masculino es la norma, y este estudio ofrece una visión más completa de esa variación entre especies”. En aquellas donde la competencia por recursos es elevada o donde los cuidados maternales implican menos riesgo para las crías, las hembras se involucran más en los conflictos sin desventaja.

Por el contrario, el dominio masculino suele estar presente en especies terrestres, con machos más grandes y relaciones poligínicas. En estos casos, la ventaja física y el número de parejas sexuales aumenta el poder del macho. Sin embargo, el estudio destaca que esa vía no es la única posible. Élise Huchard, de la Universidad de Montpellier, señala que “mientras que los machos ganan influencia por fuerza y presión física, las hembras lo hacen a través de estrategias reproductivas que les permiten tener más control”.

En conjunto, los resultados plantean implicaciones que van más allá del mundo animal. Aunque las sociedades humanas no son comparables de forma directa con las de otros primates, sí comparten algunos rasgos que las sitúan más cerca de las especies con relaciones de poder más flexibles. La investigación sugiere que muchas estructuras sociales asociadas al patriarcado podrían no tener un origen tan universal como se había propuesto, sino depender de variables ecológicas, reproductivas y evolutivas muy concretas.