A 48 años del golpe de Estado

El llamado que desactivó una lista negra y salvó a un pueblo del horror: “Dolores no tiene subversivos”

Milagros Moreni

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Pocos entendían qué hacía en los 70 ese grupo de apasionados que se juntaba a charlar y tomar café hasta cualquier hora en una librería de pleno centro de la ciudad de Dolores, provincia de Buenos Aires, un pueblo de la llanura pampeana que por entonces tenía alrededor de 20.000 habitantes y no mucho más atractivo que el de ser un descanso casi obligatorio en el camino de Buenos Aires a Mar del Plata. Un lugar en el que el atardecer caía sobre el campo como una frazada que enviaba a todos a dormir pronto, en el que acercarse a la ruta en verano a mirar cómo se atoraban los autos un cambio de quincena era un paseo y donde sólo había mucho bullicio en febrero, con ocasión de algún carnaval.

Ellos, entre cuatro paredes, con la puerta cerrada, mientras tomaban café alrededor de una mesa bajo la mirada de miles de libros también hacían ruido. Y alguien tomó nota. Eran un grupo de jóvenes, varones, que pasaban horas discutiendo sobre política, arte y cultura. Los unía haber ido al mismo secundario, en el Colegio Nacional Dolores, y defender las ideas socialistas. Hacían y distribuían una revista, participaban del mundo del teatro y valoraban a Arturo Frondizi. Les decían, en broma, los locos de la Jabonería de Vieytes.

Otro dolorense, del que nunca se supo el nombre, los registró. Dijo que eran peligrosos, una amenaza para el orden local, conspirativos. Y envío una nota a las autoridades del Penal Militar de Magdalena, a 184 kilómetros de la ciudad. Rápidamente desde ese lugar contactaron al interventor dolorense, el mayor Gustavo Zuviría, y le ordenaron hacer algo con ellos.

Desde que el militar se había instalado en el pueblo había tomado como persona de confianza a César Vilgré Lamadrid, un hombre de 72 años, docente, con ideas políticas de derecha, hijo del exintendente de esa localidad, Juan Vilgré Lamadrid. Entonces, desde su desconocimiento de la dinámica local y con la absoluta seguridad de que lo que le respondiera estaría bien, le consultó sobre estos nombres y qué creía que había de cierto en la denuncia. La respuesta cambió rotundamente lo que podría haber sido el destino de los registrados.

La llamada

Zuviría llamó a Vilgré Lamadrid en secreto. Le aclaró que tenían que hablar de algo absolutamente confidencial. Su jefe de Magdalena le había pedido que investigara a un grupo de dolorenses acusados de integrar una célula subversiva y él los conocía. Habían sido sus alumnos.

Apenas leyó los nombre, Vilgré Lamadrid sentenció: “Esto es un reverendo disparate. Acá nos conocemos todos. Dolores no tiene subversivos. Son chicos que se juntan a hablar de política. Socialistas y progresistas, sí, pero que no hacen más que reunirse como lo hicieron toda la vida”. A Zuviría esto le alcanzó. Se comunicó con su jefe y desactivó la denuncia. “Dolores no tiene subversivos”, repitió.

La explicación de por qué apenas desembarcó en la ciudad, Zuviría se apoyó en Vilgré Lamadrid tenía que ver con su importancia popular. “Era un referente cultural de la ciudad, de una familia tradicional, una especie de sabio del pueblo, un tipo sumamente respetado, con una biblioteca increíble”, recordó una dolorense a elDiarioAR.

“Zuviría tenía alguna referencia de papá. Lo tomó como su consejero. Captó el tipo de persona que era y valoraba su honestidad intelectual y moral, que se la había ganado. Era una persona sabia, de una mirada muy amplia, conocía fundamentalmente al pueblo. Entonces, se encontraba con él y le pedía consejos y cosas”, relató a este diario Ana Lía Vilgré Lamadrid, hija de César.

Esta historia quedó guardada en secreto hasta el regreso a la democracia. Fue la secretaria de Zuviría la que lo comentó, sorprendida de que hubiera sucedido algo así. El rumor corrió rápido, entonces le preguntaron a Vilgré Lamadrid si esto era cierto. Él terminó contándolo todo. Casi sin saberlo salvó a varios de un desenlace que podría haber sido, al menos, cruel.

No hay registros de que Dolores haya tenido detenidos o desaparecidos en su jurisdicción aunque sí de los siguientes dolorenses que fueron víctimas del terrorismo de estado en otros departamentos:

Delia Elena Garaguzo Viera Roldán

Fue secuestra a los 22 años, el 18 de septiembre de 1976 en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. La apodaban “Tali”. Al momento de su desaparición estaba casada y embarazada de tres meses. Trabajaba en la industria del pescado. Su marido Omar Tristán Roldán también fue desaparecido. Ambos eran miembros de la organización Montoneros. Se presume que el hijo de ambos debió haber nacido en cautiverio entre marzo y abril de 1977. Continúa desaparecido/a.

Liliana Graciela Pachano

Fue secuestrada y desaparecida a los 21 años, el 21 de abril de 1976, en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Trabajaba como empleada y estaba casada con Enrique Daniel Nario, de 21 años, y militante de la Juventud Peronista, también desaparecido.

Luis Joaquín Rojas

Fue secuestrado a los 31 años el 18 de mayo de 1977 en La Plata, provincia de Buenos Aires. Al momento de su desaparición su mujer cursaba un embarazo de entre cuatro y seis meses. Se presume que ese bebé nació en cautiverio entre agosto y septiembre de 1977. Continúa desaparecido/a.

Gastón Dillon

Fue detenido el 1 de abril de 1980, en La Plata, provincia de Buenos Aires, a los 22 años. Era estudiante universitario y militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).

MM/DTC