Los incendios forestales del mes de agosto se han cobrado cuatro víctimas mortales y han arrasado ya el equivalente a 35 veces la extensión de la ciudad de Barcelona. Esto suma 348.000 hectáreas quemadas en lo que va de año y convierte a 2025 en el peor año de incendios del siglo XXI y de, al menos, las últimas tres décadas, solo superado por las más de 438.000 hectáreas quemadas en 1994.
Los datos no solo señalan a los dos grandes fuegos de Zamora-León y Ourense como los mayores de la historia de nuestro país, sino que ponen encima de la mesa una realidad que explica mejor la situación actual, según los expertos: 52 grandes incendios han quemado de media 6.000 hectáreas, 2.000 más que la media de los peores fuegos de años anteriores. Es decir, tenemos menos incendios en números globales, pero los que se desatan con fuerza son más voraces que nunca.
La fuerza de estos grandes incendios también radica en su velocidad para quemar miles de hectáreas en pocos días. El 7 de agosto, la superficie calcinada en España era similar a la media de años anteriores: unas 46.000 hectáreas, según los datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS). En apenas diez días, los incendios han arrasado con otras 300.000 hectáreas, tal y como se muestra en el siguiente gráfico.
“Crónica de una catástrofe anunciada”
“Cada vez tenemos menos incendios, porque somos muy buenos apagando la mayoría de conatos en periodos normales, pero en los periodos extremos los grandes fuegos entran fuera de capacidad de extinción, como ha pasado este año”, explica Federico Grillo, vocal del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales. “A partir de unos dos metros y medio de longitud de llama, el fuego se considera fuera de nuestra capacidad de extinción”, señala. “Ahora mismo estamos teniendo incendios de 20, 30 o 40 metros de longitud de llama en los que a 200 metros de distancia notas ya el calor”.
Precisamente, la información provisional de Copernicus señala que varios incendios de este año se colocarían en el ranking de siniestros con más superficie quemada desde 1968.
Aunque los datos son provisionales, ya que las estimaciones del EFFIS calculan las áreas quemadas a partir del perímetro del incendio y pueden incluir dentro de esos límites zonas que se han salvado de las llamas o superficies no forestales, las cifras colocan en cabeza a los incendios de Zamora-León (Uña de Quintana) y el de A Rúa (Ourense).
“Estamos viviendo la crónica de una catástrofe anunciada”, añade Víctor Resco de Dios, profesor de incendios forestales y cambio global de Universitat de Lleida. En el año 1994 tuvimos medio millón de hectáreas quemadas en una sola temporada y hubo más de 20 fallecidos, recuerda, y la situación de crisis climática junto con la falta de prevención nos puede devolver a cifras similares. “Esto lo tenemos documentado desde 2016 en Canadá, Chile y Portugal y ya teníamos que haber tomado medidas”, asegura. “Probablemente estamos a punto de ver ya un rebote. Es muy posible que el 2022 ya fuera el primer punto dentro de esta nueva tendencia”.
Según los cálculos provisionales a partir de imágenes satelitales, los grandes incendios de este 2025 estarían en cifras récord. Solo 52 incendios de este año acumulan el 95% del área calcinada: de media, cada uno habría quemado más de 6.000 hectáreas. Es un registro inédito hasta la fecha.
“Lo que podemos esperar en los próximos años, lamentablemente, es más de lo mismo”, reconoce Joaquín Ramírez, ingeniero que lidera la empresa Technosylva, que trabaja junto al Departamento Forestal y Protección contra Incendios de California (CAL FIRE). “Hemos tenido bastante suerte en la lotería de los incendios en los últimos años, quitando el de Zamora de 2022, y la causa de la situación de este año es la combinación de abandono rural, abandono de la gestión y situaciones de estrés de nuestras masas forestales”.
Probablemente estamos a punto de ver ya un rebote. Es muy posible que el 2022 ya fuera el primer punto dentro de esta nueva tendencia
Estos grandes incendios se han cebado especialmente con el noroeste peninsular, epicentro histórico de los fuegos forestales en España. Con los últimos datos, los focos iniciados en tres provincias (Zamora, Ourense y León) concentran tres de cada cuatro hectáreas calcinadas en 2025.
La mayoría de estas zonas calcinadas se explican por incendios de alta intensidad y dimensiones, tal y como se ve en el siguiente mapa, actualizado con las últimas imágenes satelitales disponibles.
Incendios más severos e imprevisibles
Andrea Duane, investigadora de la Universidad California Davis, asociada al Centro de Tecnólogía Forestal de Catalunya (CTFC), destaca que en este caso se da una combinación de diferentes factores que hace que estos incendios sean más severos y quemen con una intensidad mayor de lo que quemaba históricamente. “Todo el mundo en Galicia dirá eso de que incendios ha habido toda la vida, y eso es totalmente cierto, pero no con estas intensidades”, señala.
Los pirocúmulos generan unas corrientes de aire extremadamente virulentas que lo hacen imprevisible y que son muy difíciles de de gestionar
Se da la paradoja, destaca, de que estamos mejor preparados que nunca para afrontar estos incendios y, sin embargo, los más grandes queman más territorio. “Desde el satélite se han observado cinco eventos de pirocúmulonimbos durante esta semana pasada, que son estas nubes de tormenta que se generan durante la misma evolución del incendio”, subraya. “Estas nubes generan unas corrientes de aire extremadamente virulentas que lo hacen imprevisible y que son muy difíciles de gestionar por parte de los equipos de extinción”.
“Con el corazón en un puño”
En opinión de Federico Grillo, en esta ocasión se ha sumado la simultaneidad de varios grandes incendios, que resta la capacidad operativa, y que las grandes lluvias de primavera crearon corredores de vegetación baja que han conectado grandes zonas vulnerables. “Al haberse ido reduciendo la actividad agrícola y haber tenido años muy buenos con lluvias, lo que hacen es que lo conectan todo”, señala. “Es como una especie de extensión de combustible muy ligero, que hace que un fuego de pasto que no debería generar mayor problema corra muchísimo y tenga propagaciones e intensidades muy altas; la carga y la continuidad hacen que tengamos incendios fuera de capacidad de extinción”.
En esta situación, con fuegos tan violentos, por mucho que mojes el terreno en los alrededores, cuando llegue el fuego deseca totalmente la vegetación, asegura el experto. “Pensemos en el césped, que es una cosa que no arde, que está verde alrededor de las casas”, apunta. “En estos casos se seca antes de que llegue el incendio. Pero un rato antes. Y arde perfectamente”. Por eso la gran preocupación es el momento en que el fuego llega a la interfaz entre el campo y los pueblos o las ciudades, como pasó en Tres Cantos (Madrid) hace unas semanas.
Con estos grandes incendios de las últimas semanas estamos con el corazón en un puño. En cualquier momento puede haber un gran fuego con atrapamiento de personas
“Puede haber un impacto sobre un pueblo donde viva mucha gente, como ha sucedido en Mati (Grecia) en 2017, donde hubo 102 muertos, en Portugal, donde hubo unos 60 o en Maui, Hawái, con un montón de gente fallecida también”, asegura. “Y con estos grandes incendios de las últimas semanas estamos con el corazón en un puño. Viendo un poco cómo la gente no hace caso está habiendo un divorcio entre el operativo y el ciudadano, en cualquier momento puede haber un gran fuego con atrapamiento de personas”.
Irá a peor cada año
Ramírez coincide en que el principal problema es que tenemos zonas agrícolas abandonadas y vivimos en una sociedad básicamente urbanita que mira de lejos al medio rural y se centra más en la extinción que en la prevención. “Los datos muestran que son las zonas más protegidas las que están teniendo fuegos todavía más intensos, por esta acumulación de combustible, y estas situaciones serán cada vez más impactantes, porque la prevención es cada vez más limitada”.
Respecto a los años venideros, Resco de Dios se muestra pesimista. “En el futuro, las situaciones como las que estamos viviendo hoy serán anómalas, pero por abajo, porque habrán sido particularmente benignas, porque el cambio climático está apretando cada vez más”, advierte. “Pero creo que es importante también destacar que el destino no está escrito y que está en nuestras manos decidir qué es lo que queremos hacer con este problema, porque a través de la gestión podemos revertirlo y mitigarlo en gran parte”.