La pobreza en el primer semestre alcanzó al 40,6% de la población

La mayor apertura de la economía, luego del momento más crudo de la pandemia de coronavirus, no parece haber impactado todavía en una mejora significativa en las condiciones de vida de los argentinos y argentinas. De acuerdo con los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) publicados este jueves por el Indec, en el primer semestre de 2021 la pobreza tuvo un muy leve descenso y alcanzó al 40,6% de la población, lo que significa que 18,6 millones de personas no contaron con los ingresos necesarios para cubrir la canasta básica de consumo.

Así, si bien el dato bajó respecto del pico del 42% de pobreza que marcó en el segundo semestre de 2020, se ubicó en valores muy cercanos a los de la primera mitad del año pasado (40,9%), período con el que corresponde comparar para evitar distorsiones estacionales. No llegó, todavía, a los niveles anteriores a la pandemia en los que el indicador rondaba el 35,5%. 

Por otra parte, el informe mostró que el 10,7% de la población (4,9 millones de personas) no pudo comprar los alimentos mínimos y se ubicó por debajo de la línea de indigencia. A diferencia de la de pobreza, esa tasa mostró una suba de 0,2 puntos porcentuales respecto del mismo semestre de 2020.

“La pobreza, comparada al mismo semestre de 2020, bajó tres décimos y la indigencia subió dos décimos: lo que esos datos nos dicen es que estamos en el mismo lugar que el peor momento de la pandemia, porque son variaciones insignificantes y están dentro del margen de error de la encuesta”, dijo a elDiarioAR Rafael Rofman, coordinador del programa de Protección Social de Cippec. 

Según su explicación, si bien es cierto que la economía se reactivó parcialmente, los efectos de ese movimiento sobre las condiciones de vida se vieron de alguna manera contrarrestados por la eliminación de programas de transferencia de mucho impacto como el IFE y el ATP. 

La pobreza en la argentina no es un fenómeno coyuntural generado por la crisis de la pandemia. Hace 30 años que no tenemos niveles menores al 25%.

“Lo que se necesita es que la economía empiece a crecer en forma sostenida y en todos los sectores, porque parte de la recuperación que vimos está muy centrada en algunos que demandan menos empleo y, por lo tanto, los que llegan menos a las familias”, señaló. Si bien la reactivación en los últimos meses se vio impulsada por sectores masivos como el comercio y la industria, ese impacto probablemente todavía no se trasladó a los resultados de la EPH, que tienen mayor retraso.

“Más allá de esto, hay un desafío de fondo más difícil de resolver, que es tomar medidas para mejorar la situación a mediano plazo, porque la pobreza en la Argentina no es un fenómeno coyuntural generado por la crisis de la pandemia. Hace 30 años que no tenemos niveles menores al 25%, si lo medimos como se mide ahora”, apuntó Rofman. “Estamos dejando al menos a un cuarto de la sociedad fuera del acceso a sus derechos y sus posibilidades, y también desperdiciando esos recursos humanos”, sumó. 

Una vez más, los niños y niñas de hasta 14 años fueron los más afectados por la pobreza: el 54,3% de ellos se encuentra en esa situación. También tienen la tasa más alta de indigencia, que es de 16,6% en este segmento de edad. Si se mira por aglomerados urbanos, se advierte que el dato de pobreza más alto corresponde a Concordia (56,1%), seguido de Gran Resistencia (51,9%), Gran Santa Fe (50,5%) y Santiago del Estero-La Banda (50,2%). En los partidos del Gran Buenos Aires, la pobreza se ubicó en 45,3%, mientras que en la Ciudad de Buenos Aires fue de 13,9%. 

En los últimos tres años distintos factores se combinaron para mermar los ingresos de los argentinos y dibujar una suba sostenida de la pobreza. Entre diciembre de 2017 y el primer semestre de 2021 el dato de pobreza pasó de 25,7% a 40,6%: aumentó casi 15 puntos porcentuales.  

La caída de los salarios reales es un dato que explica buena parte del deterioro. Para estimar el número de personas por debajo de la línea de pobreza el Indec toma como referencia el costo de la Canasta Básica Total (CBT), que en agosto fue de $68.359 para una familia tipo, y la compara con los ingresos de los hogares. Aquellos que no alcanzan a cubrir esta canasta, son considerados pobres. Si los ingresos no alcanzan para cubrir ni siquiera la Canasta Básica Alimentaria (CBA), de $29.213 en la última medición, entonces se los considera indigentes. 

Por eso la inflación y, sobre todo, el precio de los alimentos es tan relevante. Según datos del Indec, el 50% de la población ocupada tuvo en el segundo trimestre del año un ingreso menor a $35.000, que representaba apenas el 52,6% de la canasta básica de ese momento. 

Quedaron muy desprotegidos los sectores medios e incluso los medios-altos, que son los que ingresaron en la pobreza y que tienen un perfil para el cual no hay desarrollada asistencia y no tiene tradición de recibirla

Para Eduardo Donza, investigador especialista en trabajo y desigualdad del Observatorio Social de la Deuda de la Universidad Católica de Buenos Aires (ODSA-UCA), el deterioro de los indicadores sociales está en parte “amortiguado” por las transferencias del Estado, que reaccionó rápido en la pandemia profundizando herramientas que ya tenía disponibles (como la AUH) o inventando nuevas, (como el IFE y el ATP). “Fueron políticas necesarias y relativamente eficientes para asegurar la alimentación: si no hubieran estado, el año pasado en vez de tener una indigencia en torno al 10% habríamos tenido una indigencia de casi el 30%”, aseguró, en base a proyecciones de la UCA. 

“Sin embargo, quedaron muy desprotegidos los sectores medios e incluso los medios-altos, que son los que ingresaron en la pobreza y que tienen un perfil para el cual no hay desarrollada asistencia y que no tiene tradición de recibirla”, apuntó el especialista. Por eso la estimación mencionada no muestra un cambio tan sustancial en el dato de pobreza si se elimina de la cuenta a las transferencias estatales, pasa de 44,2% a 53,1%. 

Donza consideró que para salir de una situación como la actual es determinante reactivar la estructura productiva y hacer acuerdos profundos entre los distintos actores (Estado, empresarios, formadores de precios, inversores, organizaciones territoriales, sindicatos), en los que todos se resignen a “perder algo”. Para reducir a la pobreza en 10 puntos porcentuales y volver a niveles de 2010 (época de opacidad estadística en la que se tomaba como referencia principal la medición de la UCA) cree que se necesita entre 5 y 10 años con un crecimiento genuino del PBI en torno al 4% anual, motorizado por actividades que generen empleo y sostenido en consensos transversales. 

“Posiblemente hasta finales de año, con la normalización de la situación sanitaria más los estímulos económicos asociados al proceso electoral, tengamos una baja adicional. No sería extraño que el próximo dato de pobreza, de marzo de 2022, sea menor a 40%”, apuntó Leopoldo Tornarolli, economista del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas), aunque aclaró que es muy probable que se siga encontrando en valor superiores a los de prepandemia. “Más a mediano plazo no es muy claro que la pobreza siga bajando —concluyó—. Depende de que se estabilicen las condiciones macroeconomicas, se reduzca la inflación y se recupere el empleo que falta”.

DT