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La música country ya no es de derecha: cómo suena el género que reta a Trump y domina el planeta

Francisco Gámiz

2 de julio de 2025 06:46 h

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La música country experimentó una metamorfosis en los últimos tiempos que va más allá de los sombreros de cowboy, los vaqueros y los tractores. Lo que antaño se consideraba el bastión cultural de la Norteamérica profunda y conservadora, ahora se convirtió en un territorio sonoro de diversidad ideológica y artística que trasciende las fronteras estadounidenses. En un momento en el que el auge de la ultraderecha amenaza con destruir las democracias de todo el planeta, el country se volvió el género más escuchado del mundo impulsado por cantantes progresistas.

Tras un comienzo de siglo dominado por el rap y el hiphop, el country culminó una tendencia ascendente, bastante constante, desde al menos 2016. Se trata del género más importante de la escena musical en esta primera mitad de la década de 2020, como así lo constatan sus cifras de venta en los mercados internacionales, el exito de las giras de sus artistas en Europa, Australia e incluso Asia y su repercusión mundial. Sin embargo, lejos de triunfar abrazando himnos conservadores y rancios, sus principales representantes abrieron paso a temáticas que abarcan desde la crítica social hasta la reivindicación de identidades y luchas por la igualdad.

Este resurgimiendo recuerda al que ya experimentó el género en los 90 cuando, basándose en el clasicismo del country, se rescataron sus raíces, instrumentos y misticismo lírico, modernizando la estética del baile para reivindicar sus bases originales. Ahora lo hace de la mano de artistas jóvenes, que miran a aquella época pero reflejando el sentir de la sociedad en estos momentos, según cuenta Manolo Fernández a elDiario.es. El locutor y crítico es la principal voz sobre música americana en España y, tras haber dirigido el programa Toma 1 desde sus inicios en 1973 hasta 2021, regresa a RNE con su pódcast Radio con botas.

El periodista explica que “la gente joven que está haciendo country está introduciendo elementos muy interesantes en las letras”, lo que es fundamental para comprender el fenómeno: “Están contando lo que sucede a su alrededor, y eso hacía mucho tiempo que no ocurría”. Manolo Fernández destaca a cantantes como Zach Bryan, uno de los nombres clave en este resurgimiento. Su canción Purple Gas (2024), en colaboración con la intérprete y compositora Noeline Hofmann, hace alusión a la gasolina de color púrpura, más barata que la regular porque no está sujeta a los mismos impuestos. De esa forma, el compositor representa los desafíos que enfrentan los agricultores y ganaderos en la vida rural.

Aun así, son las mujeres quienes, a pesar de las dificultades por formar parte de una industria masculinizada, suponen el músculo del country más liberal. Muchas de sus historias quedan recogidas en Woman Walk the Line (2017), una obra de la escritora y crítica estadounidense Holly Gleason que no solo se sumerge en el género, sino en la influencia del mismo en la cultura. La autora comenta que “las mujeres están viviendo un momento en el que resaltan porque son singulares y crean conexiones apasionadas con sus fans basadas en quiénes son, en lugar de dejarse llevar por el marketing de 'tipos sexys' y la mentalidad radiofónica”.

Pese a que “el dominio de los hombres fue impulsado por las emisoras de radio y los departamentos de marketing que querían lo más fácil de vender”, Holly Gleason declara que las artistas femeninas siguen destacando porque son “excepcionales”: “Lainey Wilson brilla porque su música es auténtico country, Kelsea Ballerini por ser personal y progresista, Megan Moroney por su forma de escribir, su sentido de la melodía y el pop, y Ella Langley por volver a los orígenes de Jessi Colter y ser una joven Tanya Tucker”. “No llenan estadios, pero tampoco el 97% de los artistas masculinos”, dice Gleason, “sin embargo, a diferencia de ellos, la singularidad es lo que hace que los fans las acojan con entusiasmo”.

En comparación con el pop o el R&B, Manolo Fernández explica que la industria del country es la “más estable en este momento”, lo que vuelve más relevante que sus artistas, que antes “no se metían en historias políticas”, ahora no tengan miedo a hacerlo. “Es muy curioso que la parte más opuesta a Donald Trump y sus políticas esté viniendo precisamente de gente de América”, comenta el locutor, que menciona All American Made (2017) de la cantautora Margo Price, un disco que provocó que el músico español Álex Muñoz acabara en Nashville y en el que se denuncia el desequilibrio salarial entre hombres y mujeres.

En el extremo contrario, figuras como el superventas Morgan Wallen o Kid Rock, quien apoya abiertamente el discurso de Trump y que, paradójicamente, necesita huir del country y recurrir al hiphop para seguir siendo exitoso. “Kid Rock ahora vuelve a esas tonalidades potentes del hiphop porque se da cuenta de que la gente más proclive a Trump es precisamente a la que Trump le pone la bota en la cara”, alega Fernández, “que son la gente negra y la gente más pobre”. Mientras tanto, estrellas de la talla de Beyoncé, con un poderoso mensaje reivindicativo, fomentan la que supuso toda una migración de artistas pop al country.

Mucho llovió desde que Beyoncé actuara junto a las Chicks en los premios de la Asociación de Música Country. En aquel 2016, la artista interpretó Daddy Lessons, una canción country de su álbum Lemonade (2016). No obstante, debido a las ideas liberales de Beyoncé, su falta de credibilidad en el género y el racismo de algunos espectadores, la actuación fue criticada en redes sociales. Es significativo que fuera, además, con las Chicks, cuya imagen, presencia en radio y ventas se desplomaron en 2003 cuando su vocalista, Natalie Maines, hizo comentarios negativos sobre el presidente republicano George W. Bush en el contexto de la inminente guerra de Estados Unidos con Irak.

Desde Beyoncé hasta Bruce Springsteen, todos al country

La respuesta de Beyoncé llega casi una década después con la publicación de Cowboy Carter (2024), un disco que, pese a no haber recibido nominaciones en los galardones de la Asociación de Música Country, sí le valió dos premios Grammy, incluyendo el codiciado gramófono al mejor álbum del año. Se trata de una reivindicación de los artistas negros que siempre permanecieron excluidos del género. Junto a ella, otros cantantes como Post Malone, de la mano de su trabajo F-1 Trillion (2024).

Este boom de nombres mainstream pasándose al country puede beneficiar al género, pero solo si las canciones son buenas y estos artistas quieren formar parte de la música americana, como apunta Holly Gleason: “Si lo que intentan es aumentar sus cifras de streaming y no les importa la música, en realidad no ayudan a nadie. No están ampliando los gustos de sus fans habituales, y si realmente no les importan los fans del country, estos lo saben”. A ella, no obstante, le parecen positivas propuestas como la de la recién llegada Chappell Roan y su The Giver (2025), que la propia Roan confiesa que escribe porque “una canción country lésbica es muy divertida”.

El hecho de que figuras importantes de la industria prueben en el género hacen que el espacio sea más combativo y menos conservador. Bruce Springsteen, leyenda del rock estadounidense, entró el año pasado en las listas de éxitos country con Sandpaper, una colaboración con Zach Bryan. Asimismo, Taylor Swift regresó a su pasado country con su gira The Eras Tour, donde cantó temas de sus inicios. Y, sin embargo, Manolo Fernández destaca que tanto Springsteen como Swift guardan otra cosa en común: “Son las dianas sobre las que se disparan los dardos de Trump”. En un concierto reciente en España, Springsteen demandó a los europeos que “alcen la voz” y se “unan” a la oposición al “autoritarismo” en un país símbolo de libertad durante dos centurias y media.

Los artistas se preguntaban: '¿Por qué no puedo contar en mis canciones lo que me ocurre, los problemas que tengo por ser de género no binario, y tengo que estar todo el santo día hablando de que me subí en mi caballo?'

A pesar de los “¡Odio a Taylor Swift!” del presidente estadounidense, ya que la artista se declaró demócrata y, al igual que Springsteen, también criticó sus políticas, Swift es una de las máximas referentes del country en todo el mundo. La compositora logró que el country alcanzara el número 1 en las listas españolas con Speak Now (Taylor's Version) (2023), su regrabación del disco que lanzó en 2010, que ayudó a llevar el género a un grupo demográfico que no lo consumía. Ahora, esta parte de la industria, que durante años “se basaba en la fe, Jesús y los buenos valores cristianos”, como indica Gleason, se transformó en un lugar abierto e inclusivo.

“El punto de inflexión, en gran medida, fue Jason Owen, que dirigía las áreas de comunicación y marketing de Universal Nashville”, señala la escritora. “Ahora es mánager de Billie Eilish y Brandi Carlile, así como de Faith Hill, Kacey Musgraves y Kelsea Ballerini, y llegó siendo abiertamente gay. Su presencia permitió a otros vivir sin ocultar su verdad”, agrega. Con respecto al mismo punto, Manolo Fernández subraya que la reacción de los artistas fue “muy positiva”: “Se preguntaban: '¿Por qué no puedo contar en mis canciones lo que me ocurre, los problemas que tengo por decir que soy de género no binario, y tengo que estar todo el santo día hablando de que me subí en mi caballo?'”.

Sumidos en ideas liberales y abogando por los derechos sociales, en el country irrumpieron artistas que aprovechan el poder de sus letras para cantar con honestidad. Y, aun así, Holly Gleason afirma que “la música de cada uno es diferente”, lo que lo hace especial. “A los que les gusta Tyler Childers les parece que Morgan Wallen es una basura; a los que les gusta Bailey Zimmerman les parece que Brandi Carlile es rara; a los fans de Carrie Underwood puede que no les guste Zach Bryan”, explica, añadiendo que “todo el mundo tiene su lado country, pero no es un sonido universal” y “tampoco es que la mayor parte acabe en la radio”. En casos como este, la escritora recomienda que, “si lo que escuchás te hace feliz, subí el volumen”.

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