Uno de los canales de Youtube importantes en la esfera de extrema derecha española, el de Wall Street Wolverine, entrevistó a Ada Lluch en enero de este año. A sus seguidores el capítulo no les entusiasmó. “Soy la persona más anti woke de la vida, y bastante fan del canal, pero el nivel de la invitada de este pódcast no se aleja mucho del retraso que tienen muchos progres a raíz del fanatismo”, reza uno de los comentarios con más likes, al que le siguen varios del mismo estilo.
Ada Lluch no es un personaje similar a los que pululan habitualmente por canales como el de Wall Street Wolverine. Ni tiene un discurso elaborado, ni se dedica a ninguna actividad de especial interés, ni siquiera tiene una personalidad demasiado llamativa. Lo que sí tiene es una legión de seguidores en la red antes llamada Twitter.
En concreto, esta joven catalana de 25 años cuenta en X con más de 350.000 seguidores, un número que la coloca cerca de algunas de las figuras prominentes en su corriente política en España, como Vito Quiles (491.000 followers en X), Javier Negre (378.000), Dani Esteve, cara visible de Desokupa (302.000) o Rocío Monasterio (348.000), por citar algunos.
Como los anteriores, desde la cuenta de X de Lluch casi únicamente se envían mensajes políticos, en su caso centrados en la temática anti-woke, antifeminista y antiinmigración, siempre desde una mirada muy cercana al trumpismo estadounidense.
Para el gran público, sin embargo, la catalana era una persona mucho más desconocida que otros líderes de su rango, sobre todo por el escaso interés mediático que en España había despertado su figura. Hasta la semana pasada. Después de que Lluch interviniera en la gran manifestación de extrema-derecha en Londres, hace dos fines de semana, su popularidad se ha disparado, tanto en España como fuera, y ya ha sido entrevistada en varios medios.
Pero hay una razón más importante que ninguna otra por la que Lluch no es ni demasiado conocida en general ni especialmente popular entre sectores que en principio deberían serle afín: su alta notoriedad solo ocurre en X y solo puede entenderse gracias al interés de la propia red social, a través de su algoritmo, para darle una visibilidad que ni sus mensajes ni su influencia real justifican.
La primera prueba de esto es que Lluch solo es famosa, al menos tanto como primeros espadas de la extrema derecha española, en la red social X, pero no en ninguna otra. No tiene el mismo nivel de popularidad en Instagram, donde cuenta con unos 40.000 seguidores, muchísimos menos que Quiles, Negre, Esteve o Monasterio, por seguir la comparación con algunos de sus pares tuiteros.
En YouTube, otra de las grandes redes utilizadas por influencers políticos de todo tipo, la presencia de Lluch es prácticamente nula. Tampoco en TikTok cuenta con un perfil con su nombre y el contenido relacionado con ella es escaso y reciente.
Es tanta la diferencia entre Twitter y el resto de registros sobre ella que podría parecer que Ada Lluch es solo una identidad en X, sin relación con la persona real que está detrás de la cuenta. Pero la joven catalana de 25 años no solo existe, sino que utiliza su nombre real. Además, diversas fuentes confirman que es cierto que se crio en Tortosa y que estudió medicina entre los años 2018 al 2021 en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), sin llegar a conseguir el título.
Hasta el año 2022, Lluch era una estudiante anónima en el campus de Bellaterra. Una persona interesada en temas de belleza y, como la mayoría de personas de su edad, con cuentas en redes sociales. Entre compañeros de estudios consultados, nadie sabía por entonces de su ideología. Según registros como Wayback Machine, entonces ya tenía una cuenta de Twitter y una de Instagram, pero ambas eran las de una joven normal y corriente.
Algo pasó a finales de 2022. De tener un perfil en Twitter con poco más de 3.000 seguidores, la cuenta de Ada Lluch comenzó a crecer exponencialmente a partir del mes de diciembre. Una fecha que coincide con la compra de la red social por parte de Elon Musk en octubre, y los inmediatos cambios en el algoritmo que convirtieron Twitter en X, una plataforma donde los discursos de la derecha ultra tienen premio en forma de visibilidad.
Todo comenzó, según ella misma relata y puede confirmarse en los registros históricos, con un tuit en el que afirmaba, en inglés, que “los hombres woke son incapaces de satisfacer a las mujeres”. El mensaje se volvió viral y contó con un like que a muchos no les pasó inadvertido: el del propio Elon Musk, por entonces nuevo propietario de la red. Tras eso, el tuit voló hasta alcanzar cerca de 5 millones de reposteos y un número similar de respuestas.
Entre noviembre de 2022 y julio de 2023 los seguidores de Ada Lluch se multiplicaron por 50, pasando de poco más de 3.000 a cerca de 150.000. Fue un ascenso meteórico, que coincidió tanto con los cambios en el algoritmo como con una nueva vida de la joven. Ella misma explica que se casó con Joey Mannarino, un hombre que según su propia descripción es una especie de ideólogo del movimiento Maga estadounidense, es decir, de la gente de Trump. Nada de lo que Lluch explica sobre su vida a partir de 2022 ha podido ser confirmado por este medio, lo cual no quiere decir que no pueda ser cierto.
Siempre según su relato, Lluch se trasladó en algún momento a EEUU, donde vivió un tiempo. En sus redes hay fotos con personalidades de la extrema derecha americana, como Steve Bannon o el propio Trump. También hay vídeos en los que aparece con su marido, Mannarino, en convenciones o eventos de ese movimiento.
Mannarino, de quien Lluch afirma ahora que está separada, es a su vez otra persona muy influyente en Twitter pero no tanto en otras redes sociales. En X cuenta con más de 640.000 seguidores. En Instagram su perfil tiene 256.000. En YouTube en cambio solo cuenta con 1.700 suscriptores, y sus vídeos nunca pasan de las 500 visualizaciones. Ha sido entrevistado tanto por medios convencionales como en canales de YouTube minoritarios, pero nunca ha alcanzado una visibilidad remarcable.
Un mensaje de Ada Lluch volvió a ser muy viral, quizás la vez que más, en septiembre de 2024, en plena recta final de la campaña de Trump, cuando subió a X un vídeo en el que aseguraba estar en Corea del Sur y destacaba que, a diferencia de lo que le ocurría “en Italia, América o España”, su visita al país asiático era la primera vez que no tenía miedo de andar sola por la calle.
“Siempre voy con miedo [en los países citados], por lo que me pregunté: ¿Cuál es la diferencia? Y es la inmigración ilegal”, aseguraba Lluch, que continuaba diciendo que había una “agenda globalista para destruir Occidente”. Por ello, pedía directamente el voto para Donald Trump como único remedio contra ese globalismo.
Ada Lluch ha vuelto a ser noticia este mes de septiembre por su participación en la manifestación ultra de Londres bajo el eslogan “Unir el Reino”. Fue una de las personas que intervino en el mitin, supuestamente en representación de España. La catalana ha acaparado el foco mediático desde entonces, como una prominente nueva figura de la extrema derecha global. En España, se muestra cercana a Vox.
“He ganado seguidores bastante orgánicamente”, aseguraba Lluch este martes en una entrevista en Catalunya Ràdio, donde ha asegurado que no cree que haya sido favorecida por Twitter debido a sus opiniones políticas radicales, sino por la autenticidad de sus pensamientos plasmados en la red. Unas ideas que, según ha dicho, entiende que no todo el mundo comparta, pero con las que espera que algunas personas “se pregunten cosas”.
La joven es el ejemplo de los nuevos liderazgos de la corriente ultra global que se construyen gracias a una red social que continúa dopando los mensajes afines a la ideología de su dueño. Un algoritmo que es capaz de construir de la nada referentes que incluso sus acólitos describen como de “un nivel excesivamente bajo”, tal como insistían varios de los comentarios del canal de Wall Street Wolverine.