Hay un pequeño gran rincón en Budapest en el que la bandera arcoíris de la que no hay rastro en la ciudad no se esconde estos días. Al contrario: la LGTBIQ es una de las dos insignias, junto a la ucraniana, que el ayuntamiento de la capital de Hungría colgó en su fachada como hace desde que Gergely Karacsony aterrizara en la alcaldía. Sin embargo, el edil no muestra este año solo un apoyo simbólico al Orgullo, sino que se convirtió en un auténtico bastión frente al veto de la marcha por parte de Viktor Orbán. A las puertas del 28 de junio no hay ninguna duda: la ciudad de Budapest sigue adelante con la protesta prohibida por el primer ministro ultraderechista.
Decenas de diarios, televisiones y radios nacionales e internacionales abarrotan el salón de plenos del Ayuntamiento de la ciudad. La atención es máxima y solo se escuchan los flashes de las cámaras de fotos cuando Karacsony entra en la sala acompañado de la comisaria europea Hadja Lahbib, el vicepresidente del Parlamento Europeo Nicolae ÈtefÄnuÈÄ y Máté Hegedüs, portavoz del Budapest Pride. La simbólica imagen de todos ellos flanqueados por escudos arcoíris de la ciudad manda un mensaje claro en contra del primer ministro de Fidesz y su decisión de impedir la manifestación LGTBIQ, que este año cumple su 30 aniversario.
“El municipio húngaro de Budapest organizará este acto para expresar que nadie puede ser discriminado por cómo haya nacido”, empezó contundente Karacsony, del partido verde Diálogo por Hungría. El alcalde intenta sortear la prohibición convocando junto a los colectivos “un evento municipal” bajo el nombre “Orgullo y Libertad de Budapest” que justificó incluso mencionando la retirada soviética del país en 1991. El equilibrio del alcalde es afirmar que será un evento alternativo al Budapest Pride y aunque reconoce que “la gente acudirá con ese espíritu” estará “en realidad yendo a un acto organizado por el ayuntamiento” que espera que “sea recordado como un acontecimiento histórico”.
El alcalde descarta las multas
La tensión se palpa entre los activistas a escasas horas de que la protesta salga a las calles e incertidumbre es la palabra más repetida tanto por quienes viven aquí como por quienes vinieron de otros países a apoyar la marcha. “La Policía afirma que cumplirá con sus obligaciones legales en materia de reuniones, lo que sinceramente espero que signifique que cumplirá plenamente con su deber de defender el orden público”, anhela Szot Szekeres, abogado del Comité Húngaro de Helsinki, que junto a otras organizaciones legales estará dando soporte este sábado a los asistentes.
El primer ministro Viktor Orbán descartó que las fuerzas policiales húngaras utilicen la fuerza para dispersar la protesta, pero advirtió de “consecuencias legales”. El alcalde no dudó en responderle ante los focos insistiendo en que el acto “no se ve afectado por la ley que limita el derecho de reunión”: “La cuestión principal es si existe base legal para que los ciudadanos que participan en un acto municipal sean multados o castigados y mi opinión es que no”. Algunos medios húngaros publicaron que se instalaron en las calles cámaras de “reconocimiento facial”, pero el edil aseguró no tener “información oficial” al respecto.
La inquietud la hizo escalar también un comunicado oficial de la Policía en el que afirma que los organizadores se enfrentan a “responsabilidades penales” y la advertencia de que en algunos puntos del recorrido hay “otras reuniones” ya autorizadas, refiriéndose a las contramanifestaciones que la extrema derecha convocó en algunos puntos del recorrido LGTBIQ. De hecho, el puente de la Libertad amenaza con convertirse en uno de los puntos críticos en los que pueden confluir ambas protestas, que según Karacsony deberán “ser separadas” por las autoridades “si cumplen con su deber constitucional”.
La Policía también acusó al Orgullo de “desconocer las medidas de seguridad” que están previstas y no haber sido notificada de la marcha, algo que fue negado directamente por el alcalde. “Sí lo fue, anunciamos los acontecimientos y la Policía es plenamente consciente de la información”, añadió antes de hacer referencia a que “el ayuntamiento y las entidades colaboradoras tienen experiencia en cuestión de seguridad”. Máté Hegedüs, del Budapest Pride, confirmó que unos 200 voluntarios contribuirán al buen desarrollo de la manifestación.
El desembarco internacional
Fuera de la sala del Ayuntamiento, la bulliciosa Budapest empieza a prepararse para la noche del viernes. Las veredas están llenas y varios músicos callejeros animan a los peatones. Sahar, de 25 años, no sabe que este sábado está convocado el Orgullo y ni siquiera oyó hablar de la prohibición de Orbán. “No estoy muy encima de las cosas políticas”, reconoce mientras sube las escaleras de una de las estaciones de subte del centro de la ciudad. En el interior de la estación, una tienda de regalos ya bajó la cortina, pero tras la reja asoma un cartel en el que una familia tradicional se “protege” con un paraguas húngaro de los colores del arcoíris.
Con todo, los organizaciones del Orgullo creen que la manifestación será multitudinaria, casi transformada en un símbolo no solo contra el retroceso de derechos LGTBIQ de Fidesz, sino contra el “laboratorio de desmantelamiento de la democracia” en el que se convirtió Hungría, en palabras del alcalde. “Estoy hoy aquí en Hungría, como lo estaría en cualquier otro Estado miembro para defender nuestros valores de libertad, igualdad y dignidad humana”, dijo la comisaria Lahbib, que no tiene previsto acudir a la manifestación. “Quizá no sea mi lugar”, justificó.
Quienes sí está previsto que marchen junto a los activistas LGTBIQ esté sábado son unos 70 eurodiputados de los partidos Socialistas y Demócratas, Los Verdes, Renew y La Izquierda, aunque el vicepresidente del Parlamento Europeo confirmó en la rueda de prensa que también hay dos del Partido Popular Europeo. “Estamos aquí para decir con claridad y valentía que los derechos LGBTIQ+ no son negociables. La igualdad no es opcional. El orgullo no es una amenaza. Es una celebración de quiénes somos y de quiénes queremos ser”, aseguró la jefa de los socialistas, la española Iratxe García en un acto organizado por el partido en la ciudad.
El 22 de febrero de este año, el primer ministro ya adelantó sus intenciones al decirles a los organizadores del Orgullo que “no debían molestarse en preparar el desfile de este año”. Menos de un mes después, el Parlamento húngaro adoptó la nueva ley, que prohíbe las reuniones que contravengan la Ley de Propaganda antiLGTBIQ de 2021. Este es un paso más en el retroceso de derechos propulsado por el Gobierno en los últimos años, entre ellos la prohibición del reconocimiento de nombre y sexo a las personas trans o la restricción de la adopción a las parejas del mismo sexo.