El Che fotógrafo, su faceta menos conocida

¿Cómo miró el mundo el Che Guevara?

La historiadora de fotoperiodismo Cora Gamarnik intentó responder esta pregunta. Lo hizo luego de un viaje fundacional a La Habana, Cuba, en 2015, varios años de trabajo posterior y un deseo enorme por recopilar materiales que sustentaran una de las facetas menos conocidas del guerrillero nacido en Rosario, líder de la emblemática revolución en la isla caribeña. La de fotógrafo.

Doctora en Ciencias Sociales, Docente e investigadora, Gamarnik es la autora del libro El fotoperiodismo en Argentina: de Siete días Ilustrados a la Agencia Sigla y coordina el área de Estudios sobre Fotografía de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Luego de armar un recorrido sistemático sobre el oficio de fotógrafo del Che, Gamarnik cuenta todo lo que aprendió sobre las imágenes que capturó Ernesto Guevara a lo largo de su vida y lo comparte con nuestros lectores. En la casa de origen del Che siempre había una cámara dando vueltas. A él le gustaba investigar su funcionamiento y aprovechar todas sus posibilidades como aficionado. 

“Se suele mencionar que sacaba fotos o que le gustaba la fotografía y hay muchas notas en sus diarios de viaje acerca de imágenes que tomó o comentarios acerca de cámaras que consiguió, perdió o tuvo que vender”, comenta. 

¿Cómo fue que tomaste contacto con el fotógrafo Che Guevara?

Me enteré de la existencia del libro “Che Fotógrafo”, que sacó el Centro de Estudios Che Guevara de La Habana, en 2008. También supe de una exposición que se hizo con imágenes tomadas por él. Y fue en ese momento cuando empecé a recopilar material suyo, para estudiarlo. De su polifacética figura se investigó casi todo: viajes, familia, salud, lecturas, su relación con el marxismo, sus textos, su vida como viajero, médico, guerrillero, comandante, sus posturas políticas, sus cargos en Cuba una vez que triunfó la Revolución, las peripecias en el Congo y en Bolivia, sus diarios, el asesinato. Se lo sigue estudiando como mito y de mil modos más. También se analizaron las fotos que le sacaron, sobre todo la de Alberto Korda, conocido por la famosa toma en la que el Che mira el cortejo fúnebre de los muertos en el atentado al barco La Coubre, en marzo de 1960. Es aquella que luego se convirtió en la estampa de millones de afiches y remeras. Pero de su perfil como productor de imágenes todavía hay mucho por decir. A mí me interesó saber primero cómo miró el mundo cuando era un joven desconocido y luego, ya como el Che. 

¿Dónde se encuentra el material que él fotografió?

Todo lo que él sacó más su archivo personal está en el Centro de Estudios Che Guevara de la capital cubana, que funciona en la misma casa donde vivió, luego de la revolución, con Aleida, su esposa, y sus hijos e hijas. Su familia es la que cuida y conserva el material. 

¿Pudiste ver esos archivos y documentos gráficos?

En 2015 pude viajar a La Habana, visitar el Centro, entrevistarme con su hijo Camilo Guevara, que lamentablemente falleció el año pasado, acceder al material. Además, pude fotografiar muchas de sus fotos. Por recomendación de Camilo conocí a Daily Pérez Guillén, una investigadora cubana que hizo su tesis sobre el Che y las fotografías que él tomó entre 1951 y 1956. Daily es la realizadora del documental El vano intento de esconder la luz, sobre la tarea científica en la búsqueda de los restos del Che. Ella me facilitó otros artículos que se escribieron en Cuba sobre el tema. Pero aún no había un trabajo que analice la vinculación con la fotografía, desde su infancia hasta su muerte en Bolivia, en 1967.

¿En qué estado se encuentra tu investigación?

Mi trabajo está todavía en construcción, queda mucho por investigar, pero fui recorriendo sus travesías, sus diarios y sus fotos. Dividí el estudio por períodos, estudié las imágenes que sacó en América Latina y luego las que hizo cuando ya era comandante de la revolución cubana, asumiendo diferentes puestos como dirigente. Documentó y se expresó artísticamente, registró lugares y experiencias que lo marcaron. Además, utilizó este medio como fuente de ingresos, como forma de trabajo y para crear un inventario arqueológico exhaustivo. Ya en la guerrilla, durante su estada en Sierra Maestra, tenía claro el uso de la fotografía como propaganda y como fuente de contrainformación. Esas fotos se perdieron. Luego, una vez que triunfa la revolución, registró la construcción de una nueva Cuba. Para el Che, las imágenes fueron un instrumento al servicio de las transformaciones.

Hay una foto suya, de agosto de 1953, donde se ve a unos mineros armados a bordo de un camión, que se sumaron a la insurgencia popular boliviana. Ernesto tenía 24 años, había llegado hasta la mina Bolsa Negra, a 5 mil metros de altura en la ladera del Illimani, el monte más alto de la Cordillera Real de Bolivia. Se nota que quedó impresionado por la explotación que sufrían los trabajadores y por la efervescencia de la revolución que encabezaban Víctor Paz Estenssoro y Hernán Siles Suazo. Esa foto es importante, la gente venía de festejar el feriado por el Día de la Reforma Agraria y de los Pueblos Originarios. Otra imagen que tomó y es reveladora es una en la que se ve a Fidel hablando, sobre un escenario. El foco está puesto en el pueblo que protagoniza la revolución y ese gesto es simbólico refleja el lugar que para él ocupaba la gente.

¿Qué otros temas abordó con su cámara?

Ernesto fue sacando fotos de ruinas arqueológicas y se fue haciendo cada vez más experto. Las capturó desde diferentes ángulos y las fue describiendo. En Cuzco se deslumbró con Machu Picchu y lo fotografió para acompañar un artículo que él mismo escribió para una revista de Panamá. A la idea del fotógrafo viajero le fue sumando la posibilidad de documentar y denunciar injusticias sociales. Retrató la pobreza en pequeños poblados indígenas de Guatemala y México, y luego en la India tras la revolución triunfante. La vida cotidiana, los mercados, las calles, el esfuerzo de hombres y mujeres cargando cosas fueron sus intereses. En Guatemala, por ejemplo, registró un hospital lujoso de la United Fruit Company, promotora del golpe de Estado contra Jacobo Arbenz y sacó imágenes de mujeres indígenas pobres y sacrificadas. Había un propósito muy claro en mostrar las diferencias de clase. 

¿Quién fue guardando sus fotos hasta llegar a manos de su familia?

El Che se preocupó mucho por conservar su material, pese a estar en movimiento permanente, sin dirección fija ni pertenencias. Durante años, guardó notas, diarios personales y fotos. Camilo me contó que antes de irse a Sierra Maestra, el Che le entregó una selección de placas a su amigo Patojo, Julio Roberto Cáceres Valle, un revolucionario guatemalteco. Juntos habían armado un emprendimiento en las plazas de México donde el Che ofició de fotógrafo callejero. En 1959, después del triunfo de la Revolución, el Patojo viajó a La Habana y le entregó al Che una vieja maleta con todo lo que le había guardado. En 1990, la curadora cubana Lesbia Vent Dumois visitó el archivo personal del Che y propuso hacer una muestra con esas imágenes. La exhibición se realizó en la Galería Latinoamericana de Casa de las Américas. Parte de ese material fue enviado después a España y allí, José Vicente Monzó, a través del Instituto Valenciano de Arte Moderno recuperó los negativos, positivos y vintages deteriorados. Se rescataron, restauraron y conservaron las imágenes, se armó un catálogo y se organizó una exposición itinerante. 

¿Cuántas fotos posee el Instituto de La Habana? ¿A qué etapas pertenecen?

Creo que hay unas 400, son las que pude ver yo, aunque no conozco el número exacto. La mayoría son de su segundo viaje por Latinoamérica: Bolivia, Perú, Guatemala y México. Se conservan bastantes de las que sacó como embajador itinerante de la Revolución entre1959 y 1961.  Hay fotos que tomó en la India, Ceilán, España, Egipto, Japón, el sudeste asiático, Indonesia, el Congo y Cuba. Fotos de cuando era ministro de Industrias, cuando hacía trabajo voluntario, cuando recorría en helicóptero la isla. Hay toda una serie que sacó de la construcción de una ciudad escolar en un paraje serrano llamado El Caney, donde no había nada y después de la revolución se llenó de escuelas, hospitales, electricidad 

¿Cómo describirías los rasgos de sus imágenes?

Hay rasgos diferenciados, pero también hay constantes. El Che demuestra con sus fotografías haber sido un gran observador, sensible al esfuerzo humano, a los paisajes bellos. La fotografía le permitió acercarse y conocer lugares y gente. Se ve que disfrutaba de la soledad. La cámara fue un vehículo para comprender la realidad de los países que recorría y en la forma visual de expresar las ideas de un hombre curioso, íntimo, sensible. Las fotos muestran una búsqueda artística, estética. Ensaya planos, ángulos, técnicas diferentes. Saca fotos en color y en blanco y negro. Cuando puede,  revela él mismo en un laboratorio improvisado. 

¿Notaste en su trabajo influencias de otros fotógrafos?

En Bolivia conoció a Gustavo Thorlichen, un fotógrafo alemán formado en Bellas Artes en Hamburgo y Leipzig que, ante el ascenso del nazismo, se exilió en la Argentina. Ernesto visitó una exposición suya en julio de 1953.Thorlichen había sido contratado por el gobierno de Paz Estenssoro para fotografiar la zona minera, realiza una exhibición, el Che va a verla y le pide acompañarlo para aprender de su técnica. Ese encuentro con Thorlichen, que fotografió a Perón, Eva, Victoria Ocampo y Borges                                                                                                                                  significa un acercamiento al trabajo profesional que redunda en un cambio en la calidad de sus fotos. 

En qué escuela o estilo lo ubicás?

No diría que se enmarca en alguna línea, él ensaya y prueba cosas distintas, fotografía lo que le sorprende, lo que quería resaltar o conservar. Lo visual es un modo de conocimiento, de aprehender lo vivido. La cámara le proporciona una actividad y le permite ‘guardar’ experiencias personales. Las fotos son un modo de decir ‘yo estuve ahí, vi esto, hice aquello’ y además permiten completar un relato para otras y otros. Muchas de sus fotos y textos iban dirigidos a su mamá, con quien tenía una relación especial, de muchísima comunicación y confianza. Como ministro de Industria sacaba fotos en sus recorridas por fábricas, a las máquinas y herramientas; fotos de carácter abstracto muchas veces. Algunas recuerdan a las corrientes conocidas como Fotografía Obrera en Alemania o al constructivismo ruso de Aleksandr Ródchenko, de los años veinte y treinta, por su linealidad, repeticiones y simetría. Pero no sabemos si esas tradiciones influyeron sobre el Che porque no dejó registros de eso. 

¿Qué fue lo que más te interesó de su producción visual?

La verdad es que me interesó todo lo que fui viendo a medida que leía sus diarios y sus muchas biografías. Mirar sus fotos es como ver a través de sus ojos, observar lo que él mismo miró. Es apasionante. También merecen un análisis aparte sus autorretratos, tomados en momentos clave. Conocemos su transformación, su paso a la clandestinidad cuando decide salir de Cuba, como cambió su rostro para esquivar a los servicios de inteligencia. El Che dejó para la historia el registro de su vida. De hecho, existen fotos suyas de bebé fotografiado por su padre, junto a su madre y sus hermanos y hermanas, hasta los rollos de fotos sin revelar que le encuentran en su mochila y le sacan sus captores en Bolivia antes de asesinarlo. 

¿Escribió sobre sus fotos?

Si, en su diario cuenta en detalle el trabajo que hizo como reportero gráfico durante los Juegos Panamericanos de México, en 1955, cuando fue contratado como fotógrafo deportivo por la Agencia Latina de Noticias, creada por Perón. También relata cómo fue su trabajo callejero, sus descripciones son muy coloridas. A veces, señala en una imagen muestra la variación en su manera de vivir, los nuevos horizontes que buscaba, ser ‘libre de las trabas de la civilización“, dice textualmente de una foto que no se conservó. 

¿Con qué cámaras tomaba fotografías y cómo las obtuvo?

Muchas veces hace comentarios específicos sobre cámaras. O cuenta que se baja de un camión para buscar una máquina que se olvidó. También, que alquiló una para fotografiar unas ruinas en Guatemala, aunque no tenía dinero para comer. También sabemos que le donó una cámara a la revista Verde Olivo al triunfar la revolución. Esa cámara está expuesta en La Habana. 

¿Hablaste con alguien de su familia respecto de sus fotos?

Pude hablar con Camilo como ya conté, estoy comunicada ahora con Aleida Guevara, que es la actual responsable del Centro de Estudios Che Guevara en La Habana porque les escribí para comentarles que estaba estudiando este tema y también vi videos en donde Aleida March, su esposa, cuenta cómo armó un laboratorio para revelar en una piecita de la embajada de Cuba en Tanzania cuando pasó por allí. También, que el Che andaba con una cámara encima durante la toma de Santa Clara, en 1959.  

En febrero diste una charla virtual para México sobre su relación con la fotografía, ¿nos contás cómo fue?

La charla es un recorrido desde Ernesto Guevara bebé fotografiado por su padre en fotos familiares, con su madre y sus hermanos y hermanas hasta los rollos de fotos sin revelar que le encuentran en su mochila y le sacan sus captores en Bolivia antes de asesinarlo. Pude armar una presentación con imágenes y contar lo que pude saber hasta ahora de cada etapa de su vida, lo que leí, algunas conjeturas y algunas conclusiones que fui sacando sobre el tema. La actividad estuvo organizada por el Instituto de Investigaciones Mora y la Red Latinoamericana de Historia de la Fotografía. 

¿Tenés previsto realizar alguna actividad sobre el Che en Argentina?

Es muy probable que vaya en junio a Rosario, al Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara (CelChe), que es donde en 2019 se hizo una muestra con sus fotos. Algo muy fuerte que veo en su trabajo con las imágenes es el doble juego en el que se instala, como testigo y como protagonista. Él tenía absoluta conciencia de la necesidad de registrar el momento histórico que vivía y algunas fotos adquieren características particulares. Como comandante, se percibe su conciencia del lugar que ocupa y el esfuerzo por conservar su archivo. En muchas imágenes se lo ve con líderes mundiales y con la cámara colgando en su pecho. Como si una parte suya hubiera seguido siendo igual que la que le puso un motor a la bicicleta con la que se fue de viaje a los 22 años.

LH/MG