Terapias de “reorientación sexual”, una forma de tortura que sigue vigente

0

En 1990, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dejó en claro que la homosexualidad no era una enfermedad. Sin embargo, las llamadas “terapias de reorientación sexual”, siguen existiendo en Argentina.

“Campamentos cristianos de cura gay”, sesiones de psicoterapia en un bar para propiciar el contacto supervisado con el sexo opuesto o mirar revistas con mujeres desnudas para “inocular” el gusto por ellas son algunas de las experiencias por las que atravesaron sobrevivientes de terapias de reorientación sexual entrevistados por Télam.

Para la ONU, los Ecosig (Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género), como también se conoce a estas pseudo terapias, se trata de una forma de tortura.

“Hoy que lo veo de lejos parece absurdo, pero en ese momento yo sufría muchísimo (por estas prácticas)”, contó a Télam Alberto, un sanjuanino gay de 52 años que en dos oportunidades a lo largo de su vida se topó con psicólogos que intentaron usar el espacio de las sesiones para hacerle creer que su orientación sexual era patológica y después intentar “curarlo”.

Alberto llegó incluso a intentar suicidarse como consecuencia de una de estas experiencias, producto de “una crisis muy grande” que sobrevino a partir de exigencias que no podía cumplir y que lo llevaron a una doble vida.

“A veces me pongo a pensar y no puedo creer cuántos años perdí. Cuando miro fotos mías de aquella época, me veo con ojos tristes. Liberarme fue como sacarme un bloque de hormigón de encima. Hoy amo quien yo siento y con quien soy feliz”, agregó.

Desde medicación hasta “violaciones correctivas”

Las terapias de reorientación sexual son prácticas con la que se intenta algo imposible y violatorio de diferentes derechos, como es cambiar la orientación sexual, identidad o expresión de género de una persona.

Las metodologías son muy diversas, desde inducción de algunas conductas con censura de otras, expulsión del hogar, violencia económica, coacción, medicalización, y agresiones verbales; hasta violaciones correctivas, golpes, electrocuciones, cirugías, encarcelamiento o embarazo forzado.

Las consecuencias son fáciles de imaginar: suicidios o pensamientos suicidas, depresión, ansiedad, vergüenza, culpabilidad, autoaversión, daños físicos irreparables y problemas para vincularse sexoafectivamente.

Y aunque la OMS dejó de considerar a la homosexualidad como enfermedad en 1990 y en 2019 quitó a la transexualidad y el travestismo de la lista de padecimientos mentales, los Ecosig se practican hoy en al menos 68 países, según el Consejo Internacional para la Rehabilitación de las Víctimas de la Tortura. 

“Fue como si le hubiera dicho que había visto el diablo, por la cara de espanto que puso”, aseguró el santafesino Gastón Onetto (35), cuando a los 18 años le contó a un psicólogo cristiano que había empezado a salir con otro chico. Era el año 2005.

“No empezó a desplegar enseguida todo el discurso (patologizador), sino que se tomó seis meses para construirme un problema que él denominó 'quebrantamiento de género'. Esto te lo puedo contar ahora después de revisar y revisarme, y con todos mis conocimientos de ahora”, contó Onetto que es actor, performer y psicólogo.

“Nunca antes me había encontrado con alguien -que encima era profesional de la salud mental-, que me dijera que la homosexualidad era una enfermedad. Si bien sabía que moralmente no era bien vista o aceptado por la Iglesia, yo me lo estaba permitiendo”, señaló. 

Onetto dijo que en esos casos “aluden principalmente como problema a la falta de un padre, -ausencia real o imaginaria-, madre entrometida y el abuso. Es una mezcolanza, muy contradictorio, un atentado a la inteligencia pero a mí me terminaron atrapando”. 

“El tratamiento propiamente dicho estaba basado en evitar el estilo de vida gay: abstenerse de tener amigos gays y de habitar espacios como boliches LGBT+ o saunas; no relacionarte con personas que consideraran que estaba bien la homosexualidad; evitar cierta ropa, música, lectura y programas de TV”, agregó.

El momento crítico sobrevino cuando, a instancias de su psicólogo cristiano, asistió a un “campamento de cura gay” de 10 días. “Participamos como 200 personas de diferentes lugares de Latinoamérica, la mayoría adultos jóvenes de entre 20 y 30 años”.

“El campamento buscaba formar nuevos líderes y básicamente había charlas, oraciones, prédicas y testimonios de exgays. No podías pasarte los teléfonos ni hablar con nadie de manera individual, pero imaginate cientos de maricas, tortas, tratando de no hablarnos, era bizarrísimo y hermoso a la vez, porque sucedía igual, y esas fugas me mostraron que no era posible sostener la doble vida que algunas personas llevaban décadas sosteniendo”, agregó Onetto.

El joven explicó que el encuentro era coorganizado por la desaparecida Exodus Internacional y el programa Living Water de la iglesia evangélica Manantial en el Desierto junto “a una organización que existe hace 40 años en Córdoba que es el Ministerio de la Restauración”.

“Hay un montón de víctimas y si nadie denuncia es porque implica romper muchas lealtades, en primer lugar con la familia que te llevó, luego con la comunidad religiosa que era parte de tu identidad pero que en algún momento te planteó algo muy perverso, como es una incongruencia entre esa identidad y tu sexualidad siendo las terapias de conversión una posibilidad de recuperar la congruencia, pero a costa de subordinar un derecho sobre otro”, dijo a Télam Gastón Onetto, sobreviviente en cuestión.

Nuevas denuncias

Una de las formas de las Ecosig es el movimiento “ex gay” y su organización global más grande y representativa, Exodus Internacional, que se autodisolvió en 2013 con un pedido de disculpas por parte de sus directivos por los daños ocasionados durante 37 años, como puede verse en el documental de Netflix “Pride Away”.

En Argentina no hay estadísticas, pero en los últimos años comenzaron a emerger decenas de testimonios sobre experiencias que se remontan a 30 o 20 años atrás, pero también las hay de 2019, a casi una década de que se sancionara la ley de matrimonio igualitario y cuando la ley de identidad de género tenía ya siete años.

“En nuestro país ha ocurrido y sigue ocurriendo, pero si se ve como algo del pasado se debe al silencio cómplice, la invisibilización, los vacíos legales y la falta de datos”, dijo a Télam Pedro Paradiso Sottile, presidente de la Fundación Igualdad

En general, en Argentina no se reportan metodologías cruentas, sino persuasión coercitiva desplegada en espacios religiosos o psicoterapéuticos o en campamentos de varios días coorganizados por organizaciones internacionales.

A principios de este año un psicólogo gay santafesino que a la vez es sobreviviente de terapias de conversión presentó la primera denuncia a un colegio de profesionales en Argentina, contra el terapeuta que lo había sometido a este tipo de prácticas a sus 18 años.

Y si bien el denunciado no fue sancionado por encontrar el tribunal de ética que los hechos ya estaban prescriptos, el Colegio de Psicólogos de Santa Fe emitió un pronunciamiento público para “manifestar repudio” a los Ecosig por considerarlos equiparables “con métodos de tortura”, dado que “se constituyen en prácticas deshumanizantes y atentan contra la salud, la autonomía, la dignidad e integridad”.

En su informe 2020 ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, el experto independiente sobre temática LGBTIQ+ Víctor Madrigal recomendó a los estados miembros adoptar medidas de interdicción que incluyan “un sistema de sanciones” y otro de “supervisión, apoyo y denuncia”.

Actualmente, seis países sancionaron leyes para la prohibición penal de las Ecosig (Grecia, Francia, Canadá, Alemania, Malta, Ecuador y Taiwán), mientras en otros la interdicción rige solo en algunos estados y en otros se aplica a los profesionales de la salud, sin consecuencias penales.

En Argentina, las terapias de reorientación sexual están prohibidas por la ley 26.657, que establece que “en ningún caso puede hacerse diagnóstico en el campo de la salud mental sobre la base exclusiva de elección o identidad sexual”. 

“Es insuficiente porque no contempla a todos los proveedores de las 'terapias de reconversión' que pueden ser no solo profesionales de la salud mental sino terapeutas de cualquier tipo, consejeros, trabajadores sociales, religiosos, hipnotizadores, y cualquier persona que se dedique a esto”, dijo Paradiso cuya organización elaboró un anteproyecto de ley que será presentado el año próximo.

Esa propuesta busca que la ley sea “lo más amplia y completa posible para que Argentina pueda continuar estando a la vanguardia” en materia de derechos de la diversidad sexual.

El anteproyecto plantea los Ecosig como delitos imprescriptibles con “pena de multa y de 1 a 6 años prisión”, cuyas víctimas tienen derechos a “medidas de reparación”.

Por otro lado, desde abril se está exhibiendo en Buenos Aires la obra teatral “Reconversos” con auspicio de la Fundación Igualdad, después de una exitosa gira por Colombia, España, Dinamarca, Puerto Rico y Estados Unidos, donde se presentó en alianza con organizaciones LGBTIQ+ locales y en el marco de campañas por la aprobación de leyes prohibitivas.

“Generó mucha sorpresa la temática de la obra y muchas veces nos preguntan '¿siguen pasando esto acá?'. Pero cuando la ven, la reacción es super positiva y se sienten agradecidos de tener un espacio para reflexionar sobre estas cosas que todavía son un super tabú”, dijo a Télam el actor y activista Cristian Mariani.

Su partenaire en la obra, Paul Caballero, destacó la importancia de poner el tema en agenda ante “la avanzada conservadora” a nivel mundial, con “una agenda muy definida, muy nítida y muy compartida”.

“Las terapias de reconversión no funcionan y lo único que hacen es entrenarte para reprimir una parte de tu personalidad diciendo que es mala, que es vergonzosa, humillante y despreciable. Entonces vos estás conviviendo todo el tiempo con la sensación de que eso que sentís es horrible, lo que te convierte en la persona triste, agobiada, angustiada y perseguida”, dijo Caballero.

Del 13 al 27 de noviembre podrá verse todos los domingos a las 20:30 en el Teatro El Ojo de Perón 2115.

Alicia Alvado, agencia Télam