Entrevista

Claudia Piñeiro: “Este siglo trajo una forma de exponer la sexualidad a la que no estábamos acostumbrados”

Una mujer joven cae al vacío desde un edificio del barrio porteño de Recoleta. Otra, que se llama Verónica Balda y conduce uno de los programas de radio más escuchados del país, se entera de la noticia. Acostumbrada a reconstruir episodios, a rastrear información, a unir piezas de los rompecabezas que le ofrece su oficio, de inmediato se da cuenta de que algo la conecta a esa joven. Sabrá, con el tiempo, que trabajaba como escort, que el departamento del que cayó (¿o la empujaron?) pertenecía a un poderoso empresario agrario con vínculos políticos, que están unidas por una historia familiar secreta y densa.

Lejos de proponer un relato unívoco o cerrado de estas circunstancias, en su reciente novela La muerte ajena (Alfaguara, 2025), Claudia Piñeiro prefiere dividir la narración en tres dispositivos con tres formas de contar muy distintas. Tres o más voces, tres verdades ajenas, también, a partir de un caso impactante. Entonces, más que una única historia, lo que traen estos fragmentos son versiones, recovecos por los que se filtra la mirada perspicaz de la escritora alrededor de la política, el uso de los cuerpos de las mujeres, la sexualidad, los vínculos y muchas de las precariedades que tiñen de inquietud al siglo XXI.

“¡Tengo muchos amigos periodistas!”, dice ante elDiarioAR entre risas Piñeiro, quien una vez más, como ocurría en Betibú y en varias de sus novelas, sitúa la acción en el universo de los medios de comunicación.

– En más de una ocasión contaste que por lo general partís de una imagen para ponerte a escribir, algo que insiste y te atrapa. ¿Cuál fue el germen de esta novela? ¿Hubo nuevamente alguna imagen que te capturó?

– Sí, la imagen nítida es la de la tapa: una mujer que cae al vacío. Lo que pasa es que en este caso debo reconocer que esa mujer, y toda la novela, está mucho más anclada con hechos de la realidad que cualquiera de mis otras novelas. Cuando se publicó Las viudas de los jueves varios dijeron “ah, es el crimen de María Marta García Belsunce”, pero por supuesto que no era eso porque yo había escrito la novela antes de que mataran a García Belsunce. Sí puede ser que la historia estuviera muy cerca de cosas que pasaban o que podían derivar en esa realidad, pero no es que yo tomé un hecho puntual. En esta novela, en cambio, esa mujer que cae al vacío sí es una imagen que me la proporcionó la realidad. Es una imagen que me volvía todo el tiempo y que tiene que ver con la caída de una chica escort brasileña hace un tiempo en la Recoleta. Pero te diría que esa imagen y la pregunta por las circunstancias de esa caída se me reafirmaron cuando lo vi al padre hablando en la televisión. Me puse a pensar en él, lo miraba y pensaba “yo no entiendo lo que pasó, no sé por qué cayó, no sé qué pasaba en ese departamento, pero este hombre además no entiende qué hacía su hija ahí o por qué su hija terminó de esa manera”. Por supuesto que la novela no tiene nada que ver con su caso en los detalles, pero sí algo se disparó a partir de ver a ese padre. Así empecé a encontrar un montón de otros casos en los cuales también chicas escort de una clase media o por ahí, porque ahora en la clase media está todo tan debilitado que no sabe si está la clase media. Pero digamos que en general son universitarias, o que tienen un inicio de carrera universitaria y terminan trabajando en la prostitución VIP o una actividad que tiene varios nombres. Quizás, por ejemplo, como acompañantes de viajes. 

– Te propusiste indagar en ese mundo de chicas por lo general jóvenes.

– Sí. Porque creo que después de la pandemia y en estas primeras décadas del siglo XXI hay una falta de ilusión en el futuro de la juventud. Esa cosa de “si estudio y trabajo, me voy a esforzar, voy a tener una casa, voy a tener no sé qué”, eso no existe como futuro pensado hoy por la gente joven. A los de mi generación nos pasó en general que podíamos hacer un avance sobre lo que habían conseguido nuestros padres. Nuestros padres nos dejaron educación y ciertas cosas que hicieron que nosotros a lo mejor consiguiéramos avanzar sobre lo que ellos habían logrado. Y ahora es al revés, en general las nuevas generaciones sienten que no van a alcanzar a tener el tipo de vida de los padres, ni siquiera a empatarla. Así fue que aparecieron formas de hacer plata rápidamente que seducen ante esta falta de futuro. En el caso de los varones, por lo general son mucho más las criptomonedas o el juego online. Hay como una especie de fascinación con eso de “hice tanta plata en tan poco tiempo”. Por el lado de las mujeres hay mucho más de esta cosa de la prostitución VIP y alrededores de la prostitución VIP, por ejemplo con Only Fans. Y en Only Fans no solo hacen dinero con las imágenes, hay chicas que se dedican a hacer los audios. A algunas las contratan para contestar, para responder a los que se contactan, ellas ponen la voz. Entonces hay toda una serie de tareas alrededor de cierto modo del ofrecimiento, no quiero decir el trabajo sexual porque no en todos los casos es trabajo sexual con el cuerpo, pero sí del ofrecimiento de la sexualidad a terceros, que genera un dinero rápido y que hace que los chicos y las chicas se fascinen rápidamente.

En la presentación de la novela durante la Feria del Libro, la escritora Débora Mundani contó la primera escena, que transcurre en un amanecer, y después dijo: “De los hechos sabremos mucho menos que de las palabras que de ellos se desprenden”. ¿Te interesó reparar más que en tus otras novelas en las palabras? 

– Sí, de hecho la estructura de alguna manera lo muestra: las mismas palabras usadas de distintas formas por distintas personas narran hechos diferentes. Están estas tres partes que no son exactamente lo mismo. No es que un narrador viene a contar algo que no sabía el anterior, sino que cambia cosas sustanciales del anterior y vos decís bueno, existe esta cosa del narrador poco fiable, ¿en cuál de estos narradores confío? Es algo que nos pasa también todo el tiempo en la realidad, incluso con las noticias. Uno escucha una noticia y a su vez escuchás la otra versión de esa noticia, y a su vez escuchás la otra versión de la otra versión de la otra versión y decís bueno, ¿cuál es la versión que tengo que confiar? Por eso el último capítulo tiene como bajada “versiones de mí”. Porque incluso pasa eso: puede haber versiones hasta de la propia historia de uno. Después hay mucho que tiene que ver con esta tarea de la prostitución VIP o de las escorts que desde afuera intuimos pero no terminamos de saber. Cuando yo quise investigar sobre algunas de estas causas y hechos concretos que pasaron en la Argentina con respecto a ciertas situaciones de la prostitución VIP me encontré con una pared. Incluso un juez que entrevisté me decía que para ellos es muy difícil meterse en ese terreno. En el único caso en el que se pueden meter un poco más es cuando hay una ruta del dinero. Pero cuando se trata solo de la parte de la prostitución VIP enseguida te das contra una pared porque hay alguien que no quiere contar todo o no hay denunciantes claros en algunos casos. Entonces es difícil de comprobar. Aparece, por ejemplo, mucha gente relacionada con las agencias de modelos que terminan teniendo causas relacionadas con la prostitución VIP que muchas veces no avanzan porque no hay pruebas.

– En esto de los tres narradores y formas de narración distintas (una es el borrador de una novela, la segunda parte es material para un documental y la tercera es otro libro) te quería preguntar cómo fue el ejercicio de ponerte a pensar como lo harían personas con ideas muy distintas de las tuyas. ¿Sentiste incomodidad? Porque pensaba que el título también podría ser algo así como “la verdad ajena”, ¿no?

– Sí, hubo varias instancias de incomodidad que pasé en la escritura. La primera tuvo que ver con mirar la prostitución desde una posición feminista. Porque dentro del feminismo hay distintas corrientes, está la corriente abolicionista y la no abolicionista. Y, en el medio, estamos muchas de nosotras que a veces escuchamos argumentos de un lado y decimos “bueno, en esto tiene razón tal”, pero después vienen argumentos del otro lado y decís “también tiene razón”. La prostitución es algo de lo que discutimos y no llegamos a consensos y es algo que nos incomoda. Otra incomodidad que atravesé es cómo pensar desde el feminismo a las mujeres que llegan a la política por haber estado en trabajo sexual. ¿Por qué? Porque por supuesto que una mujer que estuvo en el trabajo sexual puede llegar a la política si tiene condiciones para hacerlo. Si se esfuerza por estudiar o por hacer trabajo de campo o por lo que sea. De hecho, no todos los diputados y senadores o gente que está en el Poder Ejecutivo están realmente preparados. A la vez hay chicas que ejercen prostitución que son universitarias y también está lleno de diputados y diputadas que no han ido a la universidad y son mejores que los universitarios. Ese no es el punto. Para mí el punto es que tenés que tener una voluntad política y un trabajo para estar en ese lugar. Que puede ser de campo, puede ser de estudio, lo que sea. Lo que se nota muchas veces es que por la cuestión del cupo hay partidos políticos que no tienen ninguna tradición de tener mujeres incorporadas en sus espacios y que en el momento que tienen que hacerlo recurren a las mujeres que conocen. Y algunas veces esas mujeres que conocen tienen que ver con la prostitución VIP. Eso pasa no solamente porque las conocen sino porque sienten que son manipulables. Hay gente que piensa “yo te puse acá, vos vas a responder a lo que te pida”. Y entonces empezás a escuchar discursos de muchas de estas mujeres muy antifeministas, muy en contra de las mujeres. Ahí me empiezo a preguntar por qué dicen eso. ¿Piensan realmente esto o esto es para lo que se las puso en ese lugar? Son preguntas, yo no tengo una respuesta a eso. Pero es una pregunta incómoda porque hablar de eso es incómodo. 

– También está la voz de un varón que paga por sexo.

– Sí, esa fue otra incomodidad: ponerme en la cabeza de ese personaje que en el libro aparece dentro de la novela de un escritor. Es un hombre que consume sexo pago. Y lo hace no aleatoriamente, no por iniciación, sino porque su mujer no le da todo lo que él siente que tiene que darle. Esa cabeza y lo que dice ese personaje, que no quiere decir que todas las personas que consumen sexo pago tengan esa cabeza, a mí me costó mucho. Cada vez que tenía que pasar por ahí me incomodaba muchísimo. La otra incomodidad que atravesé es el tema de lo que hacemos nosotros como sociedad frente a la muerte ajena. Aparece una muerte en las noticias de alguien que te puede afectar más o menos, pero al principio todo el mundo se inquieta porque es un caso que genera mucho impacto. Puede ser el caso de Loan. Puede ser el caso de esta chica escort. Puede ser Blumberg en su momento, el hijo de Blumberg. Y esas noticias duran un tiempo sostenidas por el interés genuino, muchas veces por el morbo, y luego se desvanecen excepto que sientas que es algo que te puede haber pasado a vos. Cuando sentís que es algo que te puede haber pasado a vos te dura más el interés. También es incómodo esto de aceptar que hay muertes que las sentimos más cercanas y hay muertes que las sentimos menos cercanas y por eso las olvidamos o las pasamos a un segundo plano más rápidamente.

– También incorporaste la voz de la escort. ¿Cómo fue armarla y pensarla?

– Vi muchísimos videos en YouTube y también conversé con alguna. También pude hablar con chicos más o menos jóvenes que tienen amigas que se dedican a eso y vi cómo ellos lo notan como algo natural. Quiero decir, es algo posible dentro de la clase media hoy que una chica del colegio al que van tus hijos o tus cercanos haga ese trabajo. Para mí lo más difícil ahí en esa voz fue indagar en el disparador que las lleva a hacer eso. Porque siempre hay un disparador. Pero el disparador muchas veces tiene que ver con que alguien no tenía la plata para hacer algo que quería. A veces es tan simple como eso. No es que hay algo mucho más profundo. En la novela está contado desde la necesidad de plata para un viaje y también una cosa de sentirse importante frente al padre. Puede haber otras cosas si uno va a lo psicoanalítico. Pero el hecho concreto tiene que ver con la velocidad de necesitar algo inmediatamente. Estamos en una sociedad donde nos está pasando eso y me resulta bastante impactante: hay alrededor nuestro un montón de chicas que además de ir a la facultad hacen eso o además de trabajar en algo se ganan unos mangos más. Así como otros salen el fin de semana a manejar un Uber. Algunas te dicen “bueno, si yo muchas veces voy a una fiesta y salgo de la fiesta y me acuesto con uno que ni me interesa, ¿por qué además no voy a conseguir dinero así?”. O sea, aparece ahí un discurso que hay que escuchar. La dificultad era no juzgar ni tampoco sentir compasión o apiadarse, porque eso también es juzgar. Tratar de contarlo de alguna forma intentando, también, no infantilizar a las personas. 

– Por fuera del ámbito de las escorts, se nota en la novela que estuviste dándole vueltas en general al trabajo. Distintos personajes se refieren a sus trabajos, exponen conflictos, están desencantados o con problemas. 

– Lo del trabajo para mí es fundamental. Yo creo que hay una crisis de qué son los trabajos hoy. Y hay una crisis, también, porque los trabajos que antes nos permitían tener una vida razonable ya no lo hacen. El periodismo es uno de esos. Habrá periodistas a los que les irá muy bien, pero conozco muchísimos periodistas que no consiguen trabajo o que tienen que tener varios empleos para subsistir. Y lo mismo pasa con los escritores. Y va a pasar cada vez más en este mundo en el cual se van automatizando un montón de tareas. El otro día en una charla de la Feria del Libro la escritora Rosa Montero dijo hay que ir pensando cuál va a ser la asignación universal para sostener a esta gente. Y yo pensaba “claro, esto desde Europa se puede pensar porque hay regulaciones”. Acá plantear una asignación universal se vería como algo pornográfico casi, porque para el gobierno de este momento y para la ultraderecha en general asignarle dinero a alguien que no trabaja es obsceno. Pero bueno, me parece que vamos a tener que pensar en algún momento en esto porque va a haber mucha gente que se va a quedar fuera del mercado laboral. Yo ya estoy en una edad en la que no estoy preocupada por mi propio trabajo, pero sí por las generaciones que vienen. ¿De qué van a trabajar? ¿Cuáles son los trabajos que van a subsistir? Y esos trabajos que subsisten, ¿con qué dignidad los vamos a hacer? En la novela alguno de los personajes lo plantea, ¿por qué siempre la dignidad del trabajo tiene que ver con el usar el cuerpo de uno o no se plantea cuando hay tantos trabajos indignos? 

– En la novela, de todos los rubros posibles, te enfocaste en la prostitución que se suele llamar VIP y que tiene vínculos con la política, los empresarios y el poder en general. ¿Qué te ofrecía ese universo para contar literariamente esta historia?

– A mí lo que me interesaba y creo que atraviesa toda la historia es la sexualidad en el siglo XXI. Y esa sexualidad en el siglo XXI puede ser la íntima de cada uno de nosotros, de la que nadie se entera, o una sexualidad que yo veo cada vez más expuesta. Esta sexualidad expuesta, para mí, hoy tiene mucho que ver con el poder. Podemos volver a (Michel) Foucault y al poder y la sexualidad, claro, pero pasó mucho tiempo desde entonces y a la vez hay cosas que siempre pasaron. Porque que dentro de la política existan amantes, políticos con doble vida o que haya prostitución no es que sea una novedad de este siglo. Lo que sí veo como algo diferente es un modo de exposición. Este siglo trajo una forma de exponer la sexualidad a la que no estábamos acostumbrados. Hoy sube fotos todo el mundo. Las sube alguien que traiciona a los involucrados. O aparece en la televisión una chica diciendo que era la amante de tal y que el tipo ahora la dejó abandonada. Es permanente. Pero los mismos involucrados también lo exponen. No tienen problema en exponer. Recuerdo aquella imagen de Fátima Flores exponiendo el acolchado con la supuesta mancha de semen y la mano del presidente. Es algo a lo que no estábamos acostumbrados. Y no lo digo de una forma pacata, lo digo porque realmente cala en el discurso. Creo que en esta exposición está metido el vanagloriarse con cierta sexualidad. Y de ahí pasamos enseguida al discurso y las palabras, que viene cada vez más repleto de imágenes sexualizadas. Llama la atención que a veces esas mismas personas son las que dicen preocuparse si un libro tiene o no tal palabra y si eso lo va a leer o no un chico en un colegio. Después prendés la televisión y el presidente está diciendo a cualquier hora una frase que tiene que ver con el tamaño del pene de un burro, por ejemplo, con la penetración anal violenta de determinadas personas, o cuando se habla de un culo rojo y de los mandriles. Todo eso estamos escuchando y se refiere a una sexualidad violenta y probablemente no consensuada. Eso está en el discurso de todos los días a través de la banalización de esas cosas. Algunos se ríen y dicen que es un chiste, que son las formas, que es una manera de decir. A mí me parece en cambio que es algo en lo que tendríamos que poner una señal de alerta.

– A la vez, en el libro vas hacia atrás, con personajes que tienen que ver con la dictadura y el sometimiento de los cuerpos de las mujeres.

– Si, de alguna forma quise marcar que también en otras épocas en la Argentina existía el sometimiento de los cuerpos y que desde el poder siempre se hizo un uso por lo general denigrante del cuerpo de las mujeres. En la dictadura, bueno, quedó muy claro, con las violaciones en los centros clandestinos, entre otras cosas. Pero además yo en la novela traigo un caso que es bastante particular. Verónica Balda, la periodista y protagonista de esta novela, cuando era muy jovencita ganó un premio con su jefa por una investigación que hicieron sobre una mujer que estaba en un partido político de ultraderecha y era defensora de los militares de la dictadura. Un día le hacen una cámara oculta y encuentran que esa misma mujer dirige un prostíbulo en la zona norte del Gran Buenos Aires. Hubo un caso así en Argentina, con una cámara oculta que hizo Rolando Graña hace muchos años en Mar del Plata. En ese caso era una mujer que iba muy seguido a los programas de (Mariano) Grondona o de (Bernardo) Neustadt, muy recatada, defendiendo a los militares, pero también diciendo cómo tenía que ser la sociedad y sus valores. Así que quedó trazada una especie de línea de continuidad en un punto, alrededor del uso del cuerpo de las mujeres. No es que este tema venga de la nada. Nunca en los procesos históricos lo que pasa hoy viene de la nada. Todo tiene consecuencias. A lo mejor las consecuencias de hoy se suelen buscar más en cuestiones económicas, ¿no? Por qué la gente votó a determinada persona que tiene ciertas características. Pero no son solamente económicas las razones, también hay una línea en otros temas bastante más profundos. Que lo económico es lo que define las elecciones puede ser, eso de “es la economía estúpido” puede ser. Pero hay muchas otras líneas que para mí son trascendentes y fundamentales que tienen un pasado.   

– Varios de los personajes del libro hacen referencia a la pérdida del deseo en este siglo. Incluso alguno llega a decir “estamos flojos de deseo en el siglo XXI”. ¿Lo percibís así? ¿Coincidís con esa mirada?

– Veo bastante de eso. Leí, y creo que lo nombro en la novela, un libro de Luigi Zoja que se llama La pérdida del deseo y que habla justamente de esto. Creo que es algo que es evidente y que por eso también estamos un poco como de capa caída. Me refiero a la falta de deseo sexual pero también a la falta de deseo en general. Porque aparece esta falta de búsqueda del futuro. Yo vengo de una época en la cual después del destape, el deseo sexual estaba muy a flor de piel y hablábamos de eso, y eso circulaba y estaba en el ambiente. Hoy no está en el ambiente el deseo. Qué sé yo, para comparar un presidente con otro: vos veías a (Carlos) Menem y el deseo sexual estaba como deseo. Hoy la sexualidad está puesta de otra manera en el discurso presidencial, no como un deseo, más bien como una violación con esa imagen de los “mandriles”. Una cosa medio chabacana o violenta. Pero en general el deseo en la sociedad fue bajando y tal vez son tiempos así. No digo ni que esté mal ni que esté bien. A lo mejor hoy hay que ocuparse más de otras cosas que del deseo sexual. No lo sé. Pero sí me llama la atención porque yo vengo de los ‘60, que eran los años del deseo sobre todo en los jóvenes. Ahora veo una baja en este sentido en la juventud, se nota mucho esto. No puedo juzgarlo. No puedo decir “esto es malo”. Pero noto que pasa.

AL/MG