Nace un puerto contrabandista y negrero. Corrupción en la Junta. Belgrano fusila. El Libertador también fusila. La heroína olvidada. “Ñoquis” de la Independencia. Nuestra bandera en Malvinas. La Patagonia para Chile. La Casa de Gobierno hipotecada. Los títulos de los textos que integran el último libro de Pacho O’Donnell revelan un costado oculto de nuestra historia que ha sido tradicionalmente escamoteada pero que forma parte de nuestro ser nacional. El reconocido autor, exdiplomático, psicólogo y referente del revisionismo, que pasó de biografiar a Juana Azurduy a convertirse en “influencer” de la vejez, repareció en la última feria del libro con un nuevo título sobre historia argentina.
En “El ADN argentino. Las raíces de nuestra identidad nacional” (Sudamericana), O'Donnell critica a “la tradicional liberal” de la historia y se encarga de husmear en esos detalles poco explorados de nuestro pasado, desde antes de la conquista europea y hasta la conformación nacional tras la batalla de Pavón y la guerra del Paraguay.
Ante un nuevo aniversario del 25 de Mayo, O’Donnell se abre al diálogo de manera virtual con elDiarioAR, luego de atravesar una situación de salud. “Por suerte, sigo estando aquí”, dice del otro lado de la pantalla, cómodo en un imponente sillón y con una biblioteca detrás.
–Celebramos otro 25 de Mayo y es un puntapié para hablar de su libro, que entre otras cuestiones busca dar una reinterpretación de esta fecha histórica. ¿Qué no nos contaron de la Revolución de Mayo que aún tenemos que volver a ella más de 200 años después?
–Es muy importante que si nos pensamos a nosotros mismos, pensemos desde una base verdadera. El problema es que cuando se escribió nuestra historia oficial, la historia liberal que escribieron los vencedores de las guerras civiles, después de Pavón y cuando Urquiza le entrega la organización nacional a Mitre, hay que corregir los escamoteos y las deformaciones para que podamos hablar recién del 25 de Mayo. La versión que nos contaron es una versión amañada. El 25 de Mayo es una fecha muy rica, con una serie de circunstancias y connotaciones políticas.
–¿Cuál sería un elemento político clave?
–Por ejemplo, la pregunta que nos queda ahí es qué papel jugó Inglaterra, una gran potencia que ya había perdido muchos mercados por los triunfos de Napoleón y tuvo una gran necesidad de ir a buscar otros mercados. Iría entonces a buscar mercados que estuvieran a orillas del mar. Y los movimientos subversivos de América favorecían a la isla de Gran Bretaña en este sentido. Es interesante saber que el 25 de Mayo había dos naves de guerra inglesas en el puerto de Buenos Aires que festejaron la decisión insurreccional con cañonazos y celebraciones.
–Nuestro inicio histórico entonces tuvo una fuerte presión externa e intereses económicos.
–Claro, porque el tema es la pelea entre los monopolistas y los partidarios del libre mercado. Los monopolistas hacían su negocio con la relación entre la metrópoli de España y sus colonias, en este caso sobre la colonia del Río de la Plata. En cambio, los partidarios del libre comercio querían abrirse al comercio con Inglaterra.
–¿Por qué cree que ese costado quedó invisibilizado en la historia? ¿No le convenía a la tradición liberal que se recuerde eso?
–Se privilegió una idea de patriotismo. La patria como una motivación principal. La disputa entre los partidarios del libre comercio en aquellos tiempos fue muy claramente expuesto por Mariano Moreno en la representación de los hacendados, que es lo que le valió el puesto de secretario de la Junta. Fue un gesto hacia Inglaterra. Después Moreno se entusiasmará con la idea insurreccional. Además está el tema de que San Martín y Alvear llegan en un barco inglés, enviados claramente desde Londres. Hay algunos historiadores que proponen equivocadamente la idea de que San Martín era un agente inglés.
–Sería un perfil difícil de creer del padre de la patria.
–Toda la historia argentina es sumamente apasionante. Lo que pasa es que nos la enseñan en un grado de simplificación muy grande que no nos permite pensar en la profundidad de los hechos. Entonces, es como que un día se despertaron criollos de buena posición económica, como Belgrano o Castelli, hicieron la revolución y decidieron levantarse contra el virrey.
–Puede haber una simplificación a nivel escolar. ¿Pero usted cree que esa simplificación después queda vigente a nivel institucional?
–Hay una propuesta de ausencia oficial, que luego se ha ido corrigiendo de alguna manera, aunque sea de mal talante. Por ejemplo, la negación de la importancia de los sectores populares en los hechos históricos o la negación de la participación de la mujer en estos hechos históricos, sobre todo en la época de la independencia. No podes no contar la participación popular en mayo, que fue a través de dos vías: una, la de la patota de los Infernales, que era un grupo violento, acaudillado por French, que era cartero, y Beruti, que era empleado administrativo. Tienen una movilización importante para pedir el Cabildo del 22 de mayo, que finalmente el virrey acepta porque las invitaciones las hace él. Parten cerca de 450 invitaciones, pero están presentes el día de la votación la mitad, 200 y algo. Uno se pregunta ¿pero por qué? Cómo es posible que tratándose de una votación tan importante para el poder de los eclesiásticos, los militares, los administrativos, los comerciantes... Y eso es por algo bueno que yo me he encargado de divulgar y que me parece muy interesante: el hecho de que los Infernales se pusieron en la recova que rodeaba a la Plaza de la Victoria, hoy la Plaza de Mayo, y dejaban pasar a los que estaban en contra del virrey y no dejaban pasar a los que estaban a favor del virrey. Eso fue lo que determinó la votación y no los discursos de Paso y de Castelli, como se presume tradicionalmente.
–¿Cuál es la otra intervención popular hacia el 25 de mayo?
–La segunda vía se expresa a través de los Patricios, la milicia popular convocada después de la primera invasión inglesa que llevó a Saavedra como su jefe, cuando él no era militar y vivía como vendedor de vajilla en Buenos Aires. Lo eligieron por su popularidad, pero Patricios era una milicia conformada por gente del pueblo, que aparecen, muy amenazantemente, tratando de impedir todas las maniobras para mantener el poder al virrey.
–En el libro menciona que en las mismas jornadas de mayo hubo un intento de represión. Otro elemento que nos resuena hoy, ¿no?
–El virrey lo llama a Saavedra, como jefe de los soldados patricios, y le dice que sofoque la movilización. Y Saavedra, que tuvo comportamientos muy disímiles en distintos momentos, se niega y le dice que ha caducado la autoridad del rey. Pero ya esa palabra represión o reprimir habla de que no se trata de una partida policial para la jabonería de Vieytes o la casa de los Rodríguez Peña, sino que hay algo más serio, más importante. Y es que hay una movilización popular.
–Otro elemento que marca en el libro como ADN argentino es que el país, por así decirlo, tiene sus orígenes mucho antes de Mayo y fuera de Buenos Aires. Usted habla de América, incluso antes de ser América. ¿Cómo es esa decisión de redescubrir nuestro origen más allá de nosotros mismos?
–Nuestra historia está contada desde otro lado. Por ejemplo, el desembarco de Juan Díaz de Solís en el Río de la Plata (en 1515) está contado como que una horda de bestias con forma humana se echaron sobre el pobre conquistador blanco lindo, con su yelmo, con su armadura refulgente azul, y lo mataron, lo descuartizaron y se lo comieron. ¿Vaya forma de empezar nuestra relación con los pueblos originarios, no? Ahí hay una parte importante de nuestro ADN: la idea de que somos lo que no deberíamos de haber sido, y en realidad deberíamos haber sido Europa. Pero por una extraña jugarreta del destino, resulta que somos América.
–En esa anécdota de Solís usted compara lo que hicieron los nativos de este lado del continente con lo que pasó con los mayas en lo que hoy es México, o los incas en Perú.
–Yo digo que hay que celebrar la lucidez de nuestros antepasados. Los pampa o los tehuelches entendieron que eso que venían del otro lado del mar era el enemigo y los trataron como enemigos, cosa que ha merecido la reprobación de quien escribió nuestra historia. Y no solo ahí, sino que también a Pedro de Mendoza le hacen la vida imposible. Le establecen un sitio que lleva a una hambruna y a que se canibalicen entre los españoles, y después lo matan. No era broma eso de venir a tratar de conquistar o colonizar.
–Ya nuestros antepasados eran rebeldes. ¿Podríamos ahí encontrar otro elemento de nuestro ADN aún vigente, la idea de un pueblo históricamente movilizado, pienso en el 2001, no?
–Fijate vos que la historia oficial no reconoce la importancia de las sublevaciones indígenas. Conocemos los antecedentes de mayo porque se habla de la Revolución Francesa, se habla de Rousseau, se habla de los neotomistas hispánicos… pero no se habla de la importancia que tuvieron las sublevaciones indígenas, sobre todo las sublevaciones calchaquíes.
–De hecho en su libro recuerda la sublevación del 25 de mayo de, justamente, 1809.
–Claro, eso fue en lo que hoy es Bolivia, en el Alto Perú. Pero mucho antes hubo grandes jefes, como Juan Calchaquí o Viltipoco, que comandaron grandes sublevaciones indígenas que tuvieron en jaque a la dominación española. Pero eso no lo recordamos, no lo tenemos en cuenta, como si no valiera. Son cosas de indios…
–Plantea en el libro la idea de “un pasado falsificado”. Y está ese extracto titulado “Buenos Aires un puerto de contrabando y negrero”. ¿Parte de nuestro ADN también es una farsa?
–Garay no viene del otro lado del mar, sino que baja de Asunción, con un grupo al que le cuesta mucho reclutar por la mala fama que tenían los habitantes de esta zona de América, por su rebeldía. La plata de Potosí era importantísima en aquellos tiempos para España, pero había una complejidad en la vía legal, porque tenía que ir desde Potosí a Lima por tierra hasta la cordillera de los Andes, en el medio embarcaban, subían por el Pacífico hasta Panamá, ahí bajaban todo, cruzaban el istmo de Panamá, que es angostito pero montañoso y selvático, y volvían a subir toda la carga en barcos del lado del Atlántico. Y cruzaban el Atlántico Norte sorteando los piratas ingleses y las tormentas. Entonces, haber creado un puerto ilegal en Buenos Aires facilitaba mucho, porque el trayecto desde Potosí a Buenos Aires era llano y después solo necesitaban un barco que subiera por el Atlántico Sur hasta algún puerto clandestino en España. Eso fue muy rentable. Rápidamente el contrabando hizo prosperar a esta zona y después ampliaron el rubro también el tráfico esclavista. El contrabando es importantísimo en nuestro ADN.
–En ese sentido, avanzando en el tiempo, otra marca de nuestro ADN que desarrolla en el libro es la histórica pelea puerto-provincia, que luego será unitarios y federales. ¿Por qué dice que esa disputa aún sigue abierta?
–El comercio de la colonia de las Provincias Unidas constaba de la venta de mulas, yerba mate, maderas, hacia el norte, con Cusco, Lima, Potosí. Cuando se abre el puerto de Buenos Aires cambia el eje. Ya no es el eje vertical, la conexión de Río de la Plata con el Alto Perú, sino que se va hacia el lado del puerto y su conexión con Europa. Y ahí es como que hay una gran debacle para el comercio provincial. Cambia el eje absolutamente y eso se continúa en distintos momentos de nuestra historia: el hecho del relegamiento de las economías provinciales ante el tema de la aduana y del puerto en poder de Buenos Aires.
–¿De qué manera Buenos Aires se adueña de esos recursos?
–Aquel 25 de Mayo, por ejemplo, Buenos Aires decide que es la dueña de la aduana, todos los recursos de la aduana le pertenecen, con lo cual condena a las provincias a la miseria y la privación. Por otra parte, como maneja la aduana, puede decidir cuándo entran los productos sin impuestos o con impuestos, y eso ataca directamente las economías provinciales. Alguien dijo alguna vez que las guerras civiles podían contarse desde el despacho de la aduana. De alguna manera la guerra civil es el reclamo de las provincias por los privilegios con que se quedaba Buenos Aires en desmedro de ellas.
–Ese ciclo de guerras acaba de alguna manera con Pavón (1861), donde se erige triunfalista Buenos Aires y ya queda conformado el país, ¿no? De hecho, ahí es donde termina su libro.
–Claro, de ahí heredamos la tradición liberal. Y la historia la escribe el que gana.
–Hacia el final del libro mencionas a Alberdi, hoy de alguna manera recuperado por Javier Milei. ¿Qué significado le da?
–Cada uno le puede tomar una época, una etapa o una afirmación a Alberdi. Es un poco como San Martín. Algunos reivindicaron la parte más militar de San Martín o la parte más del orden, otros en la cosa más de sensibilidad social. Todo eso lo encontras en Alberdi, pero también encontrás una persona feroz, opositor al federalismo de Rosas, así como un defensor de las políticas inclusivas de Urquiza, o sea, un representante de la Confederación Provincial en Europa. Alberdi tiene etapas muy diferenciadas que acompañaron el proceso de formación nacional y por eso yo creo que cada uno agarra un pedazo.
–Y para cerrar: este mismo gobierno creó lo que se llamó el Pacto de Mayo, que luego cayó en el olvido. A la luz de la efeméride, ¿qué pensamiento le genera?
–Mayo es un lindo nombre. Y mayo lo podés usar también para cosas horribles, claro.
MC