Opinión

Desde cambiar la fórmula de la Coca-Cola hasta ver a Obama entre rejas: Trump ya no sabe qué hacer para tapar el fantasma de Epstein

Andrés Gil

Washington —

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Crecimos con el convencimiento de que la fórmula de la Coca Cola era un secreto insondable. Pero, para Donald Trump, ni siquiera eso supone un problema. Hasta tal punto llega su deseo de cambiar la conversación –dominada por su carpetazo a los archivos de Jeffrey Epstein– y su afán invasivo y autoritario, que el presidente de EEUU ha llamado a los directivos de Coca Cola para pedirles que utilicen azúcar de caña en lugar de fructosa de sirope de maíz en sus bebidas.

La respuesta de Coca-Cola se ha hecho esperar un puñado de días, pero, como era de esperar, ha sido positiva.

¿Te imaginas a algún presidente de otro país diciéndole a Coca Cola cómo tiene que hacer su refresco, y siendo obedecido?

“He estado hablando con Coca Cola sobre el uso de azúcar de caña real en la Coca Cola en EEUU, y han accedido”, escribió Trump en sus redes sociales. “Quiero dar las gracias a los responsables de Coca Cola. Será una muy buena decisión por su parte. Ya verán. ¡Es simplemente mejor!”.

La compañía ya intentaba atender a los amantes del azúcar de caña en EEUU importando botellas de Coca Cola mexicana a EEUU desde 2005. Pero eso no es suficiente para Trump, quien es tan fanático de la Coca Cola Light que tiene un botón en su mesa del Despacho Oval para llamar directamente a un empleado de la Casa Blanca para que se las lleve a demanda.

Todo por tapar la crisis de Epstein...

“Después de lo que me hicieron”, ha afirmado este martes Trump en la Casa Blanca, “es hora de perseguirlos. Obama ha sido descubierto. No es un grupo, es Obama. Sus órdenes están escritas. Los documentos están firmados. Lo que hicieron en 2016 y 2020 es muy delictivo, al más alto nivel. Así que de eso es realmente de lo que deberían estar hablando [los periodistas]”.

Y añade: “El líder de la banda era el presidente Obama. Barack Hussein Obama. Ese es el culpable. Fue traición. Intentaron robar las elecciones. Y, luego, sí, amañaron las elecciones de 2020”.

Las acusaciones han sido tan graves que Barack Obama ha respondido a las pocas horas. “Por respeto a la presidencia”, afirma el comunicado de Obama, “nuestra oficina no suele dignificar con una respuesta las constantes afirmaciones sin sentido y desinformaciones que emanan de la Casa Blanca. Pero estas afirmaciones son lo suficientemente escandalosas como para merecerlas. Estas extrañas acusaciones son ridículas y un vano intento de distracción”.

El comunicado de Obama añade: “Nada en el documento publicado la semana pasada desmiente la conclusión, aceptada de forma generalizada, de que Rusia influyó en las elecciones presidenciales de 2016, pero no manipuló con éxito ningún voto. Estas conclusiones fueron confirmadas en un informe de 2020 del Comité de Inteligencia del Senado, un organismo bipartidista [formado por demócratas y republicanos] dirigido por el entonces presidente Marco Rubio [ahora secretario de Estado de EEUU]”.

En efecto, Epstein es su principal problema y quiere que se hable de Obama. Desde que decidió no hacer públicos unos archivos que tanto él como su base política reclamaban en campaña, el movimiento MAGA está tan revuelto que ha tenido que pedir mirar hacia adelante varias veces. Y, al ver que eso era imposible porque la ola no dejaba de crecer, decidió dar un paso limitado para aplacar a los suyos: pedir los documentos del gran jurado, que no es más que una mínima parte de todo el material. Y que está por ver que el tribunal acceda.

Pero como Trump es incapaz de estar parado, en las últimas horas se ha dedicado a publicar decenas de posts en Truth Social con todo tipo de vídeos virales. No quiere que se hable de Epstein, pero no puede controlar la conversación por muchos fuegos artificiales que dispare.

El último de ellos ha sido la creación de un 'caso Obama' a cuenta de las investigaciones en 2016 sobre la injerencia rusa a favor de Donald Trump en las elecciones de 2016.

El presidente de EEUU intenta reconducir la losa Epstein que no puede quitarse hacia una de las obsesiones más antiguas de los MAGA: atacar a Barack Obama, Hillary Clinton y a las personas involucradas en la investigación de la injerencia rusa de 2016.

Y Trump intenta dirigir la atención a ese tema mientras afirma que cualquier documento que lo vincule con Epstein es un “engaño” urdido por quienes están detrás de la investigación de Rusia. Por mucho que haya multitud de testimonios que prueban la estrecha relación de los dos durante lustros.

Para él, todo es una misma historia: una “caza de brujas” de años contra él, desde la injerencia rusa a su vinculación con Epstein, lo cual denota muchísimo miedo a lo que pueda salir de ahí: está abonando el terreno para que cualquier revelación esté desacreditada.

Y esto ya es una gran contradicción con su base política, que reclama la publicación de todo. Si es un invento para una caza de brujas... ¿Por qué los MAGA piden su publicación desde hace años? ¿Por qué no lo dijo Trump en campaña en lugar de sembrar dudas sobre la muerte de Epstein?

Y para echar más leña al fuego, ha encomendado a la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, lanzar una causa contra la Administración Obama, mientras Trump publica un video generado por inteligencia artificial en Truth Social que muestra a Obama siendo arrestado por el FBI.

El informe de Gabbard acusa a funcionarios de la administración Obama de una “conspiración” con categoría de “traición” para boicotear la carrera presidencial de Trump en 2016. Gabbard alega que altos funcionarios de Obama suprimieron o manipularon evaluaciones internas que desecharon que Rusia alterara el recuento de votos pirateando la infraestructura electoral, con el fin de respaldar la tesis general de que Rusia había intervenido para ayudar a Trump.

El problema para Gabbard y Trump es que jamás nadie serio había afirmado que Rusia alterara el recuento real de votos. La investigación del FBI sobre los vínculos de la campaña de Trump con Rusia se centró principalmente en interferencias, incluyendo el hackeo y la filtración de correos electrónicos demócratas.

El fiscal especial Robert Mueller –nombrado por Trump– y el Comité de Inteligencia del Senado, dominado entonces por el Partido Republicano —del cual el actual secretario de Estado, Marco Rubio, era un miembro destacado— concluyeron que Rusia interfirió en las elecciones de 2016 para ayudar a Trump.

Ahora bien, las afirmaciones de Gabbard sobre un “golpe de Estado durante varios años” contra Trump han conseguido, eso sí, entusiasmar a la base de MAGA, cada vez más inquieta por los intentos del presidente de enterrar el caso Epstein.

Pero puede ser un efecto bumerán para Trump: ahora los MAGA quieren el procesamiento de Obama, Clinton, el exdirector del FBI James Comey, el exdirector de la CIA John Brennan. Por lo menos.

Y, como está ocurriendo con los archivos de Epstein, existe un riesgo real de prometer mucho y cumplir demasiado poco.

... hasta exigir que vuelvan los Redskins

En la campaña para las elecciones de 2020, como parte de su batalla cultural contra “la extrema izquierda”, Trump criticó en Twitter al equipo de fútbol americano Washington Redskins (Pieles Rojas de Washington) y al de béisbol Cleveland Indians (Indios de Cleveland) por ser “políticamente correctos” –y, por extensión, débiles– al estar evaluando cambiar de nombre, cosa que terminó pasando por respeto a las comunidades de indios nativos norteamericanos.

Cinco años después, sigue agarrado a esa obsesión, hasta el punto de afirmar que va a bloquear el proyecto de los ahora Washington Commanders de crear un nuevo estadio sobre el viejo Robert F. Kennedy (RFK) Memorial Stadium, decisión que debe ser aprobada por el Congreso de EEUU, dominado por los republicanos de Trump.

“Si no cambian el nombre original a 'Washington Redskins' y eliminan el ridículo apodo de 'Washington Commanders', no haré ningún acuerdo para que construyan un estadio en Washington”, ha publicado en Truth Social Donald Trump: “El equipo sería mucho más valioso y el acuerdo sería más emocionante para todos. Cleveland debería hacer lo mismo con los Cleveland Indians [Guardians ahora]. El dueño del equipo de béisbol de Cleveland, Matt Dolan, quien es muy político, ha perdido tres elecciones seguidas [en primarias republicanas] por ese ridículo cambio de nombre. Lo que no entiende es que si volviera a cambiar el nombre a Cleveland Indians, podría ganar una elección”.

Es decir, que si un equipo de fútbol americano no se cambia el nombre a gusto de Trump, éste bloqueará su nuevo estadio. Pero si cede a los deseos de Trump, podrá hacer la obra.

¿Dónde están ahí las decisiones objetivas de la administración? ¿O estamos ante un escenario de arbitrariedad del caudillo que regula según sus gustos y pareceres al margen de cualquier marco regulatorio independiente?

Pero igual que pasa con los Commanders y con Coca Cola ocurre con las empresas a las que está presionando para que no trasladen el aumento de precios derivado de los aranceles a los consumidores americanos para que no se dispare la inflación y poder seguir presionando, en otra violación de la independencia de los organismos, al presidente de la Fed, Jerome Powell.

Del mismo modo que presiona a las cadenas para despedir a los cómicos que no le gustan –como la CBS con Stephen Colbert– o amenaza con expulsar del país a quien le planta cara, ya sea Elon Musk, Zohran Mamdani o la cómica Rosie O'Donnell, esta última nacida en Nueva York.

Y hasta aquí hemos llegado por hoy. Yo me tomaré unas vacaciones a partir del próximo fin de semana, así que ya nos volveremos a reencontrar por aquí en septiembre.

Que pases tú también muy buen verano.

Un saludo, y gracias por estar ahí,

Andrés.