La adrenalina de afirmarse

Llega a mis manos Noches de adrenalina (Ediciones Nebli) y leo en la tarde lluviosa: Tener 30 años no cambia nada salvo aproximarse/ al ataque/ cardíaco o al vaciado uterino. Dolencias al margen/ nuestros intestinos fluyen y cambian del ser a/ la nada./ He vuelto a despertar en Lima a ser una mujer que va/midiendo su talle en las vitrinas como muchas/ preocupada/ por el vaivén de su culo transparente./ Lima es una ciudad como yo una utopía de mujer./ Son millas las que me separan de Lima reducidas/ a sólo/ 24 horas de avión como una vida se reduce a/ una sola crema o a una sola visión del paraíso ¿Por qué describo este placer agrio al amanecer?
La autora de estos versos osados para el Perú de 1981, es Carmen Ollé. ¿Por qué el psicoanálisis olvida el problema de ser o no ser gorda/ pequeña/ imberbe/ velluda/ trasparente/ raquítica/ojerosa…?
Ese desinterés, la indiferencia de los padres fundadores de la terapia del diván ante ciertos rasgos que puede tener lo femenino, no tiene una respuesta. Porque la lírica en Ollé es un estado de interrogación formulado de una manera bella, en ocasiones despiadada. No la resolución de los acertijos, sino el mientras tanto lúdico y lúcido.
Adrenalina: hormona y neurotransmisor que prepara al cuerpo para situaciones de estrés o peligro. Aumenta la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata las vías respiratorias y participa en la reacción de lucha o huida del sistema nervioso. Se libera de la médula suprarrenal.
El término deriva de las raíces latinas ad y renes, que significa junto al riñón, en referencia a la ubicación anatómica de la glándula suprarrenal.
Recuerdo que, en la década en que se publicó Noches de adrenalina, mi analista de entonces me dijo: “lo estamos trabajando”, cuando le señalé, angustiada, que había identificado mirando un programa en la tele los síntomas del trastorno alimentario que padecía, aunque hasta ese momento lo ignoraba.
¿Cómo fue eso de “lo estamos trabajando”? Qué lugar ocupaba yo, sujeta, en ese tratamiento de diván, en el que la terapeuta disponía de un diagnóstico, es decir de un saber, que no nombraba, es decir, que no compartía conmigo?
Acaso mi ser era, para ella, una nada que no debía contar con el conocimiento, la conciencia del problema, para prolongar indefinidamente mi status dependiente. En esa relación desigual, donde la/el analista maneja un saber sobre el padecimiento ajeno sin socializarlo, hay un intento de apoderarse de la/el otro.
Es obvio que los roles del binomio son diferentes, lo que no implica que -en el vínculo- un término tenga que ser subsumido por el otro, como ocurre a veces y a mí efectivamente me estaba pasando.
“No era la poesía del cuerpo femenino dispuesto al placer, a buscarlo o a darlo como lo entendieron los críticos que la calificaron como erótica, impúdica, en consonancia con los nuevos vientos de la liberación femenina. No. El tiempo ha demostrado que las transgresiones de esta poética corrieron de una vez y para siempre el tupido velo del pudor, de la vergüenza, del silencio, de los estereotipos masculinos”, dice la contratapa de la nueva edición de Noches de adrenalina, un atracón de poesía, evitando la elipsis, la ingesta disminuida, la brevedad de una colación.
Mi regla que se anunció toda la noche no/ ha descendido/ tengo un pliegue en la tez por dos horas de sueño/ no miréis estas páginas/ pasarlas/ inmediatamente/ o comerseel pastel de coliflor frío en la nevera.
Por otra parte, Yo soy esto, curada por Rafael Cippolini, reúne desde esta semana casi 400 obras en trece series; collages, sobre papel, cartón, bocetos de Alfredo Londaibere (Buenos Aires, 1955-2017). Está en el Museo Fortabat y exhibe buena parte de la obra de quien fue mi maestro, cuando pude empezar a asomarme a la calle, luego de los días más duros del tratamiento que hice por el hambre de buey y la distorsión del esquema corporal. Me refiero al muchacho que me orientó en las artes visuales, cuando se atenuaron los síntomas característicos del trastorno por el que “Soy gorda” aún cuando baje de peso.
El cuerpo masculino, la irrupción sexual, la pornografía, las (dis)paridades se muestran en cuatro salas y un pasillo. La mayoría de las piezas nunca fueron mostradas y van desdelos setentas hasta la muerte de Alfredo. Obras en madera, Bernardino Rivadavia en diálogo con Fredy Mercuri, el entrevero de los cuerpos.
“Todo lo que hacía formaba parte de una serie, un modo de agrupar, insistir. Como solía decirlo: el oficio como algo capital, con total devoción. Y buscar motivos, formales o temáticos”, dice el texto curatorial de Cippolini.
“A veces la serie era el modo, una técnica (en las tempranas, el dibujo y el collage, que atraviesan toda su obra en papel y cartón, formatos medianos y chicos). Fue un experto en encontrar las recurrencias, lo que motivara deseo: así aparecen, enseguida, los chongos estereotípicos (rockeros como Elvis, Bowie, Robert Plant, Ozzy Osbourne), y también deportistas (rugbiers, fisiculturistas, boxeadores, futbolistas, nadadores, motociclistas). No mucho después los muchachos porno (Pato Donald incluido). Por momentos se cruzan y superponen, o se multiplican. Siempre o casi. Incluso se hacen detalle, hasta el fragmento. Torsos, espaldas, cabezas y paisajes. No es para nada menor su diálogo y paso por el GAC (Grupo de Acción Gay) en los años ochenta, en el que conoce a varios de los artistas que serán claves del Centro Cultural Rojas, y se convertirá pronto en uno de sus refugios y laboratorio (una sala de pruebas). De hecho, ahí realiza su primera exposición individual, que tuvo el carácter de una muestra antológica, ya que poseía un cúmulo de obra desarrollado durante unos quince años (fue la segunda exposición de la galería, inmediatamente posterior a la inaugural de Liliana Maresca, en 1989). Volvió a exponer en la misma sala en 1991 y 1992, año que coincide con el comienzo de su actividad docente.”
“Con el paso de los años, la producción de estos artistas fue conocida con el nombre de Arte Light, de bajas calorías, una lectura polémica que dio mucho que hablar. Su vocación siempre estuvo a salvo: `Elegí vivir pintando. Primero, ayudado con trabajos de poco tiempo, y después alternando con diversas actividades, dando clases’. Más tarde será, a partir de 1997, curador del espacio durante cinco años, construyendo una agenda de muestras que fue una exégesis maestra de lo ocurrido desde sus inicios, haciendo pie en la diversidad de aquel presente y de sus continuidades. En tanto, su trabajo de series siguió creciendo, y madurando.”
La pasión por la Historia del Arte, la apelación a una biblioteca, sus escritos, lo nutren. “Para hacer lo mío, me focalizaba en temas más personales, quería darle un sello más propio. Después, trato de abandonar eso: que sea una pintura”.
“Un camino diferente a las tendencias epocales” y “un amplio conjunto de series ensambladas que se proponen dar cuenta de las continuidades y permanencias, de sus intereses más intensos. Cinco años antes de su muerte, a sus 62 años en mayo de 2017, escribe en un óleo sobre madera: Yo soy esto. Una autoafirmación de todo en lo que creyó y nos dejó, siempre con la misma reserva.”
LH
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