El verano todo lo olvida

Falta menos de una semana para que comiencen las vacaciones en Europa. Al contrario de lo que sucede en Argentina, en este lado del mundo se abre el periodo de descanso más largo del año. Según el sector, puede arrancar a fines de junio o mediados de julio, pero la gran mayoría inicia su descanso en agosto.
En Madrid, por ejemplo, se para la ciudad. Salvo en la zona de la Gran Vía, la capital española se vacía. Muchos restaurantes y bares cierran. Los pudientes se van al mar, y los que no, a los pueblos del interior, “a dormir fresquitos”, como me dijo una conocida.
Las temperaturas pueden alcanzar los 37 grados, y cada año es más común encontrarse pájaros muertos en las veredas. Los líderes de Vox, amigos del presidente Milei, siguen insistiendo en que lo del cambio climático es una conspiración. La derecha, para evitar problemas, mira para otro lado.
Como fuera, la gran huída no ocurre solo en Madrid, también en París, donde la mayoría de los franceses se toma vacaciones. Un amigo pasó varios días a la búsqueda de un camarógrafo para una actividad en la capital del turismo internacional. Fue casi imposible. Solo los grandes hoteles de la plaza Vendome continúan trabajando.
Agosto es para escaparse. De las preocupaciones, los agravios, las malas noticias, las amenazas de otro conflicto internacional que acecha. En todo caso, se volverá a hablar de ello en septiembre. Treinta días de pausa, incluso de indiferencia. Sin embargo, esas realidades que no se quieren ver seguirán ahí, inamovibles, a la espera de que alguien se ocupe de ellas.
La más acuciante, sin dudas, es la hambruna masiva que sufren los niños en Gaza. El jueves pasado las autoridades sanitarias gazatíes informaron que solo en las últimas 24 horas diez niños habían muerto de desnutrición. Más de cien organizaciones humanitarias entre Médicos sin fronteras y Oxfam Internacional, advirtieron que el mundo está “viendo una desnutrición masiva a lo largo de Gaza”.
En ese contexto, poco ha cambiado, y nadie en la comunidad internacional parece dispuesto a ponerle un freno a Benjamín Netanyahu. España, que lideraba una iniciativa en esa línea, se convirtió en el mayor importador de armas israelíes de Europa el pasado mes de mayo. Los hechos, no las palabras son las que valen. Por eso no habría que hacerse muchas ilusiones con el anuncio que realizó el jueves Francia para reconocer al Estado de Palestina. ¿Tendrá algún impacto real o servirá solo para que Emmanuel Macron descanse con menos sentimiento de culpa?
Otro asunto importante de esta víspera del verano europeo es la primera protesta que sufrió el presidente Volodímir Zelenski. El mandatario ucraniano tomó la decisión de poner bajo su órbita los dos organismos anticorrupción del país, y propició que muchos ciudadanos en Kiev salieran a las calles. Zelenski se exculpó diciendo que debían cortar la influencia rusa de esas instituciones.
La crisis institucional puso en guardia a los países europeos que apoyan a Ucrania. Pero ese no es el principal problema de Zelenski. Las fuerzas armadas rusas avanzan a paso firme y en los últimos meses han ganado terreno casi más rápido que en cualquier otro momento de la guerra. Estados Unidos, por su parte, sigue dando muestras ambiguas de su apoyo, y no sorprendería que Donald Trump utilizara esas últimas protestas para socavar aún más al líder ucraniano.
Más de dos años después del inicio de la guerra, Ucrania está más invadido que antes, y carga en su cuenta con decenas de miles de muertos, y una economía tan golpeada como endeudada. Nadie en el frente de guerra, por si cabe alguna duda, tendrá posibilidad de tomarse unos días de descanso en alguna playa de la Riviera Francesa.
Otro acontecimiento –algo alejado del mapa y de las noticias– tiene a los pobres ejecutivos de las grandes mineras occidentales sufriendo la gota gorda en África. El Financial Times señaló esta semana que las compañías extractoras de metales están “repensando” su negocio en el continente africano. Sucede después de que una ola de golpes de Estado de carácter nacionalista se produjera en varios países.
En pocas palabras, analistas y actores de la industria advierten que ya se ha alcanzado el límite del saqueo impúdico. “Las empresas deben jugar un juego más sofisticado” precisa un experto citado, en alusión a brindarle ciertos incentivos a los gobiernos de África. La idea ahora es “invertir” en infraestructura o en proyectos que impliquen algún desarrollo socioeconómico para la nación. No como medida de negociación sino como una iniciativa de origen, asociada al primer intento de extraer el metal. Ya lo veremos…
Hay, por último, dos asuntos de actualidad que sin ser necesario llevárselos consigo en las vacaciones, es probable que afecten de algún modo a los despreocupados veraneantes. Uno es el de la batalla que sostienen en estos días Reino Unido y Francia con los gigantes tecnológicos X y Apple. El gobierno inglés exigió a la empresa californiana que entregue al Estado una forma de acceder a las conversaciones cifradas de los habitantes del Reino Unido. La justicia francesa, por su parte, pidió a la empresa de Elon Musk que entregue el acceso al algoritmo que “ordena” las conversaciones en la red social X. El gobierno de Estados Unidos sigue de cerca el tema. Su posición es la de siempre, la supuesta importancia de la libertad de expresión. Una libertad que no existe, claro, cuando se trata de las agencias de servicios del país norteamericano.
Por último, y porque las vacaciones son también tiempo de hacer balances y replantearse muchas cosas, entre ellas el trabajo, puede ser interesante darle un vistazo a lo que se discute estos días respecto al mundo del empleo. La muy reconocida periodista estadounidense, experta en economía, Rana Foroohar, escribió esta semana que vivió un momento revelador al visitar una compañía que fabrica grandes barcos en Estados Unidos. Se asombró por la escasa cantidad de trabajadores. Todo estaba robotizado.
Para Foroohar, es un ejemplo del futuro, y al que recién nos estamos asomando. Advierte, sí, que los países deberían conservar algún desarrollo industrial para garantizar la “seguridad nacional”. ¿Se refiere a evitar una guerra civil o a otra cosa? Pero, al mismo tiempo, señala que en los últimos años el sector de la medicina ha brindado los puestos de trabajo que se perdieron en la industria. Hay dos razones que lo explican, sugiere. Una es que los norteamericanos viven cada vez más y con mayores posibilidades económicas. La otra, por el contrario, es que hay cada vez más ciudadanos con problemas de salud (de la obesidad a los trastornos mentales, digo yo).
Para la periodista, los desafíos que enfrenta el sistema de salud pueden verse solventados con la Inteligencia Artificial. En el futuro, dice, también habrá doctores, robots, y personas sin educación sanitaria que asistan a los humanos y/o a los robots en la sala de consultas del hospital. Quizás alguno de los veraneantes europeos encuentre en este sector el trabajo que perdió o perderá en un futuro próximo. Nada está perdido, entonces, a la vuelta de las ansiadas vacaciones.
AF/MG
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