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SOY GORDA (ESEGÉ)

Cuerpos, artes y oficios

Diana Bellesi

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Suave el ojo/ se desplaza/ en redondo/Arista/ volumen/ ripio arriba/ va/ Vaga sin saber/ encantado/ cruel en el tiempo/ toca/ y se desata/ la tempestad/ Su toque elige/ tábano y tiza/ el cuerpo/ el cerco/ Aura/ que inventa/ la gracia imposible/ del otro/ Convexo/ espejo de plata/ labio/ y mano/ se tienden/ se mueren/ cercando un espacio/ que no ha de cruzarse jamás/ Sitiado/ el ojo ataca/ No quiere mirar/ Quiere tocar/ Tábano atado a la presa/ Tiza que dibuja/ detrás/ La invisible trama del amor/ amarra/ lo que es/ y lo que es no/ Arista/ Volumen/ ripio arriba/ va Rocinante/ en medio de/ la red

Así escribe Diana Bellessi, en su libro Eroica (Último Reino, Libros de Tierra Firme, 1988.) La poeta santafesina arremete acá con su descripción de la intimidad y el deseo entre dos amantes, mujeres. La sensualidad y el erotismo surgen en la minuciosa poetización de la exploración corporal.

Justamente la presencia de Diana, una de nuestras mayores poetas, será el broche de oro de la cursada de Territorialidades: el proceso hacia un libro de poesía, este lunes a las 19 en el Aula mayor de la sede de Crítica de Artes, Bartolomé Mitre 1869, CABA, donde estudio. Por gestión de Andi Nachón y Juan Fernando García, poetas y docentes del seminario de la carrera Artes de la Escritura, la autora santafesina leerá para les estudiantes y público general, con entrada libre y gratuita.

Bellessi mediante, los lectores argentinos disfrutamos de las traducciones de los poemas Silk days (Días de seda), de su amiga, la escritora estadounidense Ursula K. Le Guin. A su vez, la narradora de ciencia ficción llevó al inglés Crucero ecuatorial y Tributo del mundo de Diana. Esa relación de amor y palabras entre ambas comenzó por el atrevimiento de Bellessi en ir a conocer a su admirada y dio sus frutos.

Reflexionaba Le Guin sobre el lenguaje que, en tanto medio para conseguir poder o ganar dinero sale mal: “miente. El lenguaje utilizado como fin en sí mismo, para cantar un poema o contar una historia, va hacia la verdad. Un escritor es una persona a la que le importa el significado de las palabras, lo que dicen y cómo lo dicen. Los escritores saben que las palabras son su camino hacia la verdad y la libertad, y por eso las usan con cuidado, pensamiento, miedo y deleite. Usando bien las palabras fortalecen sus almas. Los narradores y poetas se pasan la vida aprendiendo esa habilidad y el arte de utilizar bien las palabras. Y sus palabras hacen que las almas de sus lectores sean más fuertes, más brillantes y más profundas».

Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, decía Ludwig Wittgenstein, el filósofo austríaco nacionalizado británico. Encontré la cita en internet, venía pensando en cómo los poetas van bordando constelaciones léxicas de tan diferentes formas, fondos, perspectivas, musicalidades, como una materia blanda que se va amasando hasta adquirir una fisonomía propia. Escribir, nombrar, decir, darse voz a sí misme y a les otres en tiempos en que nos quieren despojar de palabras, dejarnos en la mudez.

Dicen Nachon y García que un libro “es más que un mero conjunto de poemas: cada título de poesía erige un territorio de representación propio a partir de un uso particular del lenguaje, tensiones puestas en juego, tono apoyado en operaciones formales y la zona de sentido o de sentidos que despliega. Para atender a la necesidad de agenciamiento de un decir y desarrollo de un potencial proyecto poético, tomamos el libro como territorio y proponemos hacer un trazado hacia cartografías posibles para cada proyecto: hitos, fronteras, zonas de figuración, series y territorialidades a desarrollar en un conjunto de poemas”.

En el reciente libro Cicuta para los oídos, de Sebastián Hacher, un hombre se muda a una zona de campo en el conurbano. Busca tranquilidad y otra forma de habitar el tiempo. Mientras observa los fresnos y borda en su jardín, lo sacude un estruendo y luego el sonido de Vilma Palma e Vampiros. A todo volumen. Frente a su casa. Es veneno auditivo. Los vecinos musicales le recuerdan que su búsqueda del silencio no será fácil. Entre plantas, animales, dibujos, hilos y agujas, música y las distintas circunstancias que atraviesa el protagonista, el escritor y periodista, que tuve como docente en la materia Crónica (invención de María Moreno para Artes de la Escritura), teje una historia sobre el sonido y su ausencia.

En los últimos años Hacher se especializó Diseño UX y Diseño conversacional con Inteligencia Artificial. Es decir, se ocupa de elaborar el proceso de creación de experiencias significativas y relevantes con las máquinas, de modo que se sientan naturales y fáciles, similares al intercambio humano.

Escribió los libros Gauchito Gil (2008), Sangre salada (2011) y Cómo enterrar a un padre desaparecido (2012). Como periodista fue jefe de redacción de Infojus Noticias y editor de Cosecha Roja. Admiré su texto sobre Antonio Modesto Inakayal, un lonko del pueblo Mapuche-Tehuelche. Hacher recorrió la ruta que Inakayal y otros mapuches fueron obligados a hacer cuando fueron capturados durante la Campaña del Desierto. Junto a artesanas, poetas, ancianas, personas de campo y de ciudad bordó fotos de los prisioneros. Esa proximidad con el quehacer textil me atrajo poderosamente (yo misma soy bordadora). Cadena, cruz, pespunte y atrás, son puntos básicos. Prisionero, escapulario, festón griego, cordón y cordón partido, otros más sofisticados.

La intolerancia a sonidos específicos, como masticar, respirar o hablar, pero también la aversión al ruido de los caños de escape, los volúmenes altos o la lengua contra los dientes se llama misofonía. A algunes nos ocurre. Otres, como Ana, mi sobrina, prefieren evitar toda forma de sonido. Ana habla en lengua de señas, es sordomuda y aunque tiene la posibilidad de usar audífonos, los rechaza. Pero percibe la vibración de la música folclórica e inmediatamente sale a bailar en peñas y encuentros en los que la zamba y la chacarera están a la orden del salón y de la expresividad de su cuerpo.

Ana Perissé promovió en la galería del Centro Cultural Rojas una muestra a partir de una devoción personal por el cajón de imprenta, suerte de objeto fetiche, emblema melancólico del mundo impreso. Los artistas son Lorenzo Amengual / Carolina Antoniadis / Mariano Benavente / Adriana Gibello / Beatriz Masine / Alberto Méndez / Claudio Pedraza / Ana Perissé / Cristina Sardoy / Jorge Sarsale / Noemí Spadaro / Elena Torres / Juan Andrés Videla. La exposición se llama De cajón (poéticas sobre un objeto nostálgico), puede verse hasta el 26 de julio, de lunes a sábados de 10 a 20 y la entrada es gratuita.

LH/MF

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