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Cambiar el comportamiento humano

El plan de rescate del mar pasa por generar un vínculo con el océano : “La tecnología no nos va a salvar”

Un cabracho (Scorpaena scrofa), captado en aguas del islote de sa Dragonera, frente a la costa mallorquina.

Raúl Rejón

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El océano necesita un plan de rescate. Recalentado, ácido, contaminado, sobreexplotado y degradado por el cambio climático y las actividades humanas, según desglosa la ONU, esta batería de amenazas “pone en peligro a la naturaleza, pero también a las personas”. “Si salvamos el mar, salvamos el mundo”, advierte el naturalista David Attenborough.

Unos 130 países se reunieron esta semana en Niza (Francia) para abordar la contaminación marina, la protección en alta mar o la minería a gran profundad. “La tecnología no nos va a salvar”, cuenta el investigador del Centro de Estudios Avanzados de Blanes del CSIC, Jordi Pagès. “Las soluciones del pasado no van a funcionar, sino un cambio del comportamiento humano promovido desde la base y eso se consigue desde la cultura oceánica”.

Se refiere a la comprensión de la dependencia que los humanos tienen de los océanos: “La influencia del océano sobre las personas y de estas sobre el océano”.

El océano hace posible la vida en la Tierra: provee de oxígeno y de alimento, cubre aproximadamente el 70% de la superficie terrestre y es parte integral del ciclo del agua (que proporciona líquido a los humanos). El mar moldea la Tierra además de tener una influencia total en el tiempo meteorológico y el clima.

“Esta cultura oceánica creció últimamente en España”, cuenta Jordi Pagès que ha trabajado en una investigación de la Canadian Ocean Literacy Coalition sobre las actitudes de la población de 12 países respecto al océano. Entre los resultados de la encuesta, puede verse que un tercio de los preguntados en España lo primero que sienten al pensar sobre la salud del mar es preocupación y para otro 21% ese es su segundo pensamiento. Además, un 80% está dispuesto o muy dispuesto a cambiar el estilo de vida si así ayudara al océano.

Dependencia el mar

La preservación de los ecosistemas marinos es una cuestión de supervivencia. En España, el turismo costero supone el 10% del producto interior bruto. La organización Informe Mar Balear dió cuenta de cómo se ha acelerado la presión humana y turística en esa porción del Mediterráneo: entre 2000 y 2024 el incremento de afluencia turística ronda las 376.000 personas extra cada año. “La gran presión genera un gran número de impactos sobre el medio marino, en buena parte debido al aumento en la producción de residuos y en el consumo de recursos”, concluye el trabajo.

Más allá de las costas, España es la principal potencia pesquera de la Unión Europea. Y casi todos los barcos se centran en las aguas españolas. El 89% de la flota faena en el denominado caladero nacional (el mar bajo jurisdicción española). La pesca supone alrededor del 1% del PIB, pero en algunas zonas su peso es mucho más relevante y puede sobrepasar el 10%, según el Ministerio de Agricultura. Destacan las comunidades de Galicia, Andalucía, País Vasco y Canarias.

“España es un país marítimo”, reflexiona la investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona Silvia Gómez Mestres. “El vínculo pasa por las actividades económicas, pero también por la conexión con otras actividades. La pesca está clara, pero existe un valor patrimonial, identitario y cultural”.

Con más de 20 años de investigación en las comunidades costeras y pescadoras, Gómez Mestres explica que “cuando hay más conciencia del valor natural, en este caso el medio marino, y se le une la dimensión humana, ese vínculo cultural-natural hace que se genere un compromiso de conservación y fomenta las actitudes pro-ambientales”.

Gómez Mestres y otros investigadores mostraron en un trabajo específico que el conocimiento “no indica necesariamente una mayor conciencia ambiental, mientras que considerar el entorno marino como un patrimonio fomenta la conexión e inspira el compromiso para la conservación”. De ahí la importancia de incorporar esta conexión en la gestión de áreas marinas protegidas.

Cuando hay más conciencia del valor natural, en este caso el medio marino, y se le une la dimensión humana, ese vínculo cultural-natural hace que se genere un compromiso de conservación y fomenta las actitudes pro-ambientales

Silvia Gómez Mestres Investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona

“Quien es sensible a la naturaleza es más sensible a la cultura y los usos socioecológicos”, responde esta doctora en antropología. “Los elementos culturales pueden producir esa conexión y favorecer los comportamientos ambientales y crear esa cultura oceánica en un sector como el turístico”, prosigue. “Aporta un valor añadido más allá de solo consumir la naturaleza. Revalorizaría el sector porque ahora tiene un valor barato, de masas”.

En este sentido, Jordi Pagés analiza que “unir el conocimiento del medio y de las funciones que nos aporta con una conexión patrimonial y emocional –lo que te hace latir el corazón– fabrica un instrumento potentísimo”.

En tiempos de una carrera acelerada para obtener recursos del océano, ahora “se mira el mar con un valor económico”, cuenta la antropóloga. “Cuatro meses a todo lo que da para sacar el mayor rendimiento, pero se obvia que existe un límite y que pasar ese límite lleva a un desastre también económico. La idea es demostrar que integrando estos aspectos culturales, ambientales y sociales se revaloriza y se protege”.

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