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SOY GORDA (ESEGÉ)

Persona

Marcelo Cohen, escritor  y traductor

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Migrantes. Hay argentinos que están moviéndose hacia otras regiones del planeta. No es que lejos haya nada asegurado, más bien lo contrario. Pero el país expulsa. Científicos, técnicos, estudiantes y jóvenes, personas que se pueden pagar un pasaje de ida y vuelta, viajan en busca de una vida mejor, de oportunidades, de lugares donde puedan desplegar lo que saben hacer. En principio, permanecer tres meses en Europa, por ejemplo, tal como lo imponen las leyes migratorias de la comunidad. Averiguan las condiciones para radicarse, hacen trámites, gestionan un posible desembarco prolongado.

La virtualidad, las conexiones que pueden alcanzarse a través del celular y sus aplicaciones lo facilita, aunque no todo es tan sencillo. El que idealiza, pierde.Todo está difícil hoy en el mundo. La crisis del sistema está extendida, aunque poco se sabe sobre China y otros países donde todo es muy diferente, quizás mejor. Australia, por sólo mencionar el caso de un país lejano a estas tierras, suele ser el destino elegido por muchos inmigrantes latinoamericanos. Para las mujeres es la posibilidad de huir del machismo que las castiga y les duele. Una de cada tres llega para vivir allá porque ha padecido violencia por parte de su pareja masculina.

Mi hija, Mile, que hoy celebra su cumpleaños, está viviendo un proceso migratorio. Consiguió un empleo, va a clases de yoga, asiste a un taller literario y organizó unevento inmersivo, el primero de habla hispanoaméricana en Lisboa, con el título Lobas, que consistió en una maratón de música, danza, teatro, artes visuales y juegos, en Amora Estudio. Su nombre se inspiró en el libro Mujeres que corren con los lobos, de Clarissa Pinkola Estés, sobre mitos e historias del arquetipo de la mujer salvaje. Lo instintivo se ha puesto en peligro, sostiene la autora, para quien la toma de decisiones racionales (y cuando decimos racionales nos referimos a la razón instrumental de Occidente)es la prioridad. La belleza, la sonrisa honesta, el arte dan alegría. Perder el contacto con ello provoca inestabilidad, depresión, vergüenza e impotencia.

Antes, Pablo, el mayor, estuvo viviendo un año en Israel, haciendo una pasantía. Durante un tiempo le tocó en el Hospital Soroka, de Beersheva, el más grande del país, atacado con misiles balísticos por el gobierno del ayatollah Alí Khamenei, de Irán. La estadía fue luego de la pandemia, y si bien tuvo que acudir algunas veces a refugios antimisiles, entonces la población civil no estaba expuesta a riesgos mayores, como los que sí ocurren hoy cuando los gobiernos de Estados Unidos, Israel, Irán, entre otros, se miden para ver quien gana... en producir la pérdida de vidas humanas.

Siempre pensé que si me tocaba tener un hijo que fuera convocado a participar en alguna guerra intentaría convencerlo para que fuera objetor de conciencia. Algunos soldados y civiles huyen de las contiendas bélicas, pero no siempre se puede desertar de un escenario hostil. Hoy la Tierra no parece un lugar amable para las grandes mayorías, ejerciendo la violencia normativa y en los hechos desde los altos estamentos se nos expone y se nos condena.

Y un dia descubrí que la escritura es poder/ Poder poderoso no el que corrompe/ ni el que mata/ no el absoluto Poder/ el del judío errante el expulsado/ Baruch/ escribir en la escritura/ en la escritura/descansa del combate/ se consuela y sosiega mientras intenta algo poderoso que/ la sustraiga de la desdicha/ aunque a veces/ una pequeña idea se agiganta y devora todo./ La alegría y el dolor en su movimiento acompasado/crean el misterio de lo bello.

No queremos Un lugar soleado para gente sombría, como el volumen de cuentos de Mariana Enríquez, sino un lugar soleado para gente luminosa. Lo anhelamos con urgencia, sobre todo ahora que comienza el invierno.

Se preguntaba Marcelo Cohen cómo leer a Fernando Pessoa, ¿por dónde entrarle. Y respondía así, en un artículo rescatado por Daniel Rafalovich, poeta y profesor de Historia, sobre el bardo lusitano, nacido el 13 de junio de 1888, hace casi ciento cincuenta años: “A medida que pasan los años y se edita el vulcánico material que dejó amontonado, junto con el volumen de esa belleza desolada crece la perplejidad, como si tantos miles de páginas hubieran sido escritos para inducir en el lector un hábito de lo intrincado. Casais Montero decía que la obra de Pessoa era realmente negativa, porque no enseñaba a gobernar el espíritu sino a indisciplinarlo. En realidad, afirmar que la unidad del yo es una argucia de hombres débiles, que somos varios o nada consistente, no es más negativo que entregarse a un solo papel fijo que nos representa mal —en caso de que haya algo que representar—. Al contrario: por lo menos una vez, los poemas de los distintos poetas que fue Pessoa transmiten al mundo la fertilidad de una dispersión armónica. Por el hecho de haber sido escritos, de ser tan nítidos como para conmovernos de distintas maneras en cada lectura —y conmovernos integralmente— demuestran que no necesariamente estamos condenados a ser siempre los mismos”.

Creador de los heterónimos, por huída de una eventual enfermedad mental o por juego, desde 1914 Pessoa perdió el miedo a volverse loco. A través de las máscaras, sus vidas y sus nombres logró hacerse real. “No hay nada real en la vida que no lo sea porque se ha descrito bien” (Libro del desasosiego). “Aunque se declaraba incapaz de sentir con el corazón, el pensamiento le bastaba para sentirlo todo, escribió Cohen: ”No soy nada/ Nunca seré nada. / No puedo querer ser nada. / Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo“. Pessoa no escribió simplemente poemas, sino obras enteras de poetas relacionados entre sí; y la ficción completa que dejó —sembrada de rastros e indicios, todos verdaderos, todos falsos— no terminará de leerse nunca. Pessoa es el libro infinito que planeó Mallarmé: un universo al borde de la desintegración que se mantiene unido gracias a un sistema de resonancias. ”Drama en gente“, lo definió él mismo. O asamblea de poetas donde, sin necesidad de orden del día, el tumulto no impide que la discusión continúe”.

La angustia de no reconocerse en las palabras, ignorar la identidad, el hastío de portar un cuerpo, pretender no sentir y neutralizar el deseo: “todo ese despersonalizarse fue la condición para ser realmente, y no sólo en el plano imaginario. Pessoa se convirtió en una multiplicidad donde los poetas —y el cuerpo donde habitaban los poetas—, las cosas, los sueños, los momentos y los lugares existían sólo mediante una permutación incesante: un escenario viviente en el cual un hombre invisible escribía las memorias apócrifas donde parodiaba una novela”.

Pessoa-Soares escribió: “Me lapidan alegres y desdeñosas burlas los que pasan frente a mí […]. Todo me abofetea y escarnece”. Sin embargo Pessoa-Caeiro escribió: “Pero las cosas no tienen nombre ni personalidad: / existen, y el cielo es grande y la tierra ancha, / y nuestro corazón del tamaño de un puño… / Bendito sea yo por todo cuanto no sé”.

Y finaliza el escritor, crítico literario y traductor de Shakespeare, Clarice Lispector y J.M. Coetzee, entre otros, que en Pessoa “todo combate con algo, todo choca con su opuesto, y a veces se agita, o se supera, o se apaga, no sin antes haberse fortalecido. Después vuelve a ponerse en duda. Pessoa es la alternativa: otro universo posible”

Porque otro universo ES posible.

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