Esegé (Soy Gorda) Narraciones

Amigada

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¿Conocés a Agustina Cabaleiro?, me preguntó Aminé Saiegh, mi entrenadora de actividad física que es una genia. El nombre me sonaba porque mi hija me había dado el dato de esta chica que “bebotea en stories” de Instagram (@onlinemami_), creando digitalmente “contenidos del bien”, compartiendo marcas de ropa con diversidad de talles y militando el body positive y el feminismo.

Agus Cabaleiro recorrió la transición que va entre querer ser invisible y sentirse merecedora del espacio que ocupa (literal y figurado) y hasta decidió publicar un libro con textos y dibujos cuya narrativa apunta a “reconciliarnos con esa palabra que tanto daño nos hizo: GORDAS”. Se llama Te lo digo por tu bien y sí que está lleno de amor a lx prójimx, sororidad y feminismo.  

A los 27 años, luego de habitar un cuerpo gordo soportando maltrato intencional (o no) de gente cercana y hasta querida, Agustina abrió su diario de experiencias a otras mujeres para que dejaran de odiar sus estrías, vivir contando calorías y evitar viajes o eventos porque el código de vestimenta exigía, por ejemplo, un traje de baño.

A ella le importa la apariencia, se dedica a cultivar la imagen, trabaja por la difusión de su glamour, posee un encanto que socializa con quien se le acerque. No niega la importancia del cuerpo, la materialidad en la que residimos. Todo lo contrario. 

En el contexto patriarcal en que vivimos, tiene claro que ser gorda parece lo peor que podemos ser. Nos recuerda lo que dice Naomi Wolf en El mito de la belleza: una cultura obsesionada con la delgadez femenina no está obsesionada con la belleza de las mujeres sino con su obediencia. Por eso Agus abrió el juego y escribió sus experiencias, sobre ser gordas y ocupar espacios con libertad, para compartir con otrxs “lo que nos pasa” y, acaso, terminar “amigada” con la palabra que siempre nos hizo correr un frío por la espalda. Y decirla en voz alta.

Ser gorda es la regla que el sistema de dominación masculina no te negocia ni a palos, asegura. Ya que está mal que seas gorda, parece decir, al menos “disimulá, intentá volverte un poco más flaca, arrepentite”, ironiza.

Ella contagia optimismo y confía en que hay un futuro cercano en el que las pibas “ya no vamos a llorar en silencio adentro del probador ni esquivar el espejo. Un futuro en el que los médicos no nos van a preguntar cuánto pesamos antes que cómo nos llamamos. Un mañana en que no se deberá soportar que personas ”retrógradas y aburridas“ se metan en las vidas y hábitos ajenos, sin que nadie les dé permiso, hagan comentarios desubicados, encima, haciéndoles creer que ”lo hacen por nuestro bien“.  

Ella contagia optimismo y confía en que hay un futuro cercano en el que las pibas “ya no vamos a llorar en silencio adentro del probador ni esquivar el espejo".

¿Celulitis, pelos en las piernas, canas? No está bien, pero te lo perdonan. “Nosotras estamos un paso más atrás”, dice de las que según los estándares dominantes tienen sobrepeso. “Es estúpidamente relevante tener un cuerpo que ocupa más espacio físico”. Como ovejas gordas y descarriadas parece que lo único que podés desear en la vida es ser flaca.

Con un estilo pleno de empatía, evoca el bullying que le hacían sus compañeritxs en el jardín y a su abuela controladora a la que amaba, pero le llevaba el almuerzo al colegio para que no se pase de la raya. No lo hace como víctima y hasta le pone humor. “Tenía muy marcado y asimilado lo que podía comer y lo que no. El calendario con las comidas por día, las colaciones, los dos litros de agua diarios, la barrita de cereal, pollo con ensalada, queso port salut tamaño casete. ¿Te suena alguno de esos íconos de las dietas de los 2000?, tira.

Entonces sentía que tenía que callarse la boca, volverse invisible. Hasta que descubrió que lo que le pasaba no era azarozo, aislado ni desafortunado, sino que el gordo-odio es un hecho social en su máxima expresión. Y que el gran problema a enfrentar es la soledad. No hablar de lo que nos pasa por gordas ni siquiera… con otras gordas. Pero ¿cómo vamos a luchar contra un sistema que nos oprime por gordas si no nos reconocemos con la palabra que une nuestras experiencias?

Una de las cosas que al patriarcado le gusta muchísimo repetirnos es que “somos unas wachas, que somos competitivas y que no toleramos estar cerca de otras minas”. También al sistema binario de nuestra cultura se regodea al acotar posibilidades, simplificar identidades. Mujeres = complicadas/ Varones =simples. Mujeres hablan por detrás/ Varones van de frente. Su recomendación no es enojarse frente a las mujeres que reproducen este discurso, sino tenerles paciencia. Todo está programado para la comparación y la competencia, es el chip que nos meten desde la infancia. “Cuando la cabeza quiere maquinar va a sacar argumentos desde debajo de las piedras para que la pasemos mal”.

Agustina se define como militante del (buen) amor propio, lejano al narcisismo del que sólo mira su propio ombligo o se enamora del espejo. Licenciada en publicidad, modelo y activista, cuestiona muchas de las ideas que se dan por sentadas como verdades universales. Por ejemplo, que todo lo malo que te pasa es porque sos gorda, o que el deseo es uno y no múltiple, diverso, variado.

Disfruta de vestirse como le gusta (no con batones ni con ropa estilo carpa) e investiga y amplifica los nombres de emprendedores que producen para todos los tamaños y estilos de cuerpos. “Si las marcas grandes no hacen talles es básicamente porque no quieren; porque poder, pueden”.

Del contenido que sube a las redes, lo que más le gusta es “¿qué corno me pongo?”. Cuando aparecen sus fotos y reels, la red explota. “Obvio que hay que ponerse medio en papel de FBI porque la info no está super a la vista, lo cual obviamente es injusto. Sueño con el día en que podamos entrar a un shopping y elegir en qué local comprar. O mejor aún, elegir no comprarles porque se resistieron a vestir a una parte de la población y le arruinaron la psiquis durante la infancia y la adolescencia hasta que la ley y el consumidor se los exigió”.

El tema salud se le aparece como la excusa perfecta para perpetuar la idea de que ser gordo está mal. “Un montón de gente vive arrojando comentarios con cero conocimiento de medicina general y de nosotras”. Por eso, está convencida de que la enseñanza de los hábitos saludables deberían formar parte de las políticas de Estado. El peso, sostiene y se pone picante, “no es un indicador de qué tan saludables somos”. Al Indice de Masa Corporal (IMC) lo llama la “tablita del horror, una invención del siglo diecinueve que determina: bajo peso, peso normal, sobrepeso y obesidad. Sólo considera altura, peso y sexo (biológico) y deja afuera factores relevantes como qué porcentaje de esa masa es músculo y cuánto es grasa; si el paciente es sedentario o si hace ejercicio”.

Luego de investigaciones, apoyadas en perspectivas innovadoras de médicos que se apartan del canon tradicional y del negocio de los laboratorios, dice Agustina que “no existe ninguna enfermedad exclusiva de las personas gordas”. Personas flacas pueden tener diabetes y colesterol alto. La doctora Raquel Lobaton, bajo la idea de una nutrición incluyente, señala en su cuenta de IG que se sigue prescribiendo pérdida de peso sin que haya evidencia científica de que se sostenga en el largo plazo. Es posible mejorar la salud y el bienestar sin perder peso. “¿Te imaginás que se encaminaran esfuerzos para encontrar la forma de terminar con todas las personas altas? ¿Y qué pensarías si detrás de este objetivo estuvieran las farmacéuticas que venden medicamentos que prometieran (fallidamente) reducir la estatura de las personas para medir más centímetros de lo establecido?”, pregunta Agus.

“No podemos decir que hay una relación causal entre el peso y ciertas enfermedades, si bien puede hacer una asociación, asociación en ciencia no es causalidad”, dice Lobaton. Y en otro posteo que a Agus le rompió el cerebro, escribe: “Las personas blancas tienen un riesgo significativamente mayor de padecer cáncer de piel. ¿Podríamos decir entonces que la piel blanca es una enfermedad?”

Hermanas, Agustina y Raquel, me saco el sombrero.

Hoy, más que nunca, debemos estar atentxs a la información que consumimos.

LH