Al final, no era tan así

Paul Auster, las protestas contra Israel en EE.UU. y los jóvenes soldados de la próxima guerra

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Cuando muere un escritor que admiro, corro a la biblioteca para encontrarme con sus libros en una suerte de ritual para revivirlo. Es lo que sucedió esta semana cuando me enteré de la muerte de Paul Auster. Apenas entré en mi despacho y lancé una mirada a la biblioteca me encontré con el lomo turquesa y la leyenda Invisible junto al nombre del ahora difunto escritor.

Tenía un recuerdo vago sobre la trama, y me sorprendió que a poco de empezar encontrara la palabra guerra. Era en referencia a un controvertido poeta provenzal, Dante De Born, al que, según palabras del narrador, “la sola idea de un campo de batalla lo llena de felicidad”. Unas páginas más adelante leí también que el protagonista era un estudiante de literatura profundamente comprometido con el antibelicismo y, en particular, crítico de la guerra en Vietnam (que en los tiempos en que se cuenta la historia recién se iniciaba). 

En un momento, uno de los personajes le dice al protagonista que su futuro corre peligro. “Como el de todo el mundo”, le responde éste sin asustarse. “Sobre todo el de los varones norteamericanos de alrededor de veinte años, como usted bien sabe. Pero a menos que me suspendan y me echen de la universidad, no pueden llamarme a filas antes de que acabe la carrera…”.

La trama de Invisible me hizo pensar en las manifestaciones de estudiantes por la guerra en Gaza, que se reprimieron esta semana en las universidades de California. En efecto, muchos en Estados Unidos piensan que toda esta revuelta por los asentamientos de estudiantes puede tener el mismo impacto que tuvieron las protestas estudiantiles contra la guerra de Vietnam en las internas demócratas del año 1964, que ayudaron a que Richard Nixon ganara las presidenciales.

El caso de las revueltas de estudiantes dice mucho sobre el momento actual del mundo. Un muy buen artículo del columnista de The New Yorker, Jay Caspian Kang, que cubrió manifestaciones y protestas por casi una década, recoge diálogos y reflexiones con activistas de la Universidad de Berkley. Lo que concluye el propio autor es que las nuevas generaciones no confían en las instituciones: el Estado, los medios de comunicación, y, ahora, las universidades. 

“Esta desilusión no-partidista comenzó antes del 7 de octubre (cuando Hamás emprendió su ataque terrorista contra Israel), pero fue profundizada por los modos en que el Gobierno, los medios, y otras instituciones respondieron al ataque. La gente ve una cosa en las redes sociales y otra distinta en la televisión y en las noticias; como Sam (uno de los manifestante), muchos concluyen que lo primero está mucho más cerca de la verdad, y que los últimos son mayoritariamente propaganda”. 

Sam, por ejemplo, hacía mención a las miles de imágenes registradas por civiles palestinos que mostraban las innumerables muertes diarias de niños y mujeres en la Franja de Gaza. Nada de eso aparecía en los medios tradicionales, al menos de la forma masiva en la que eran registradas en los teléfonos a través de las redes sociales, decía el estudiante norteamericano.

Los jóvenes ya ni siquiera dudan sobre a quién creerle. Están totalmente descreídos, señala Kang. Pero, al menos, en ese estado, algunos han decidido expresarse de una forma que ha logrado instalarse en la agenda central de la política norteamericana, y que, incluso, muchos gobiernos europeos temen que se extienda a sus países, justo en la previa de las elecciones al Parlamento Europeo, que puede ser un verdadero punto de inflexión en la historia reciente del viejo continente.

¿Quién dice la verdad en Europa?

Esta semana, la revista The Economist publicó un reportaje al presidente francés Emmanuel Macron titulado “Europa en peligro de muerte”. El líder francés volvió a insistir con algunas ideas que ya despertaron una enorme polémica en Francia y en la Unión Europea en general. 

En principio, que un triunfo de Rusia en Ucrania le daría confianza a Vladímir Putin para luego avanzar hacia otros países, y que no se arrepiente de haber hablado de la posibilidad de enviar tropas francesas al territorio ucraniano. 

También dijo que el bloque debe aumentar su inversión en defensa e, incluso, que Francia podría pensar en compartir su arsenal nuclear con el resto de los socios europeos. Todo ello en un marco de cierta urgencia, “porque todo puede desmoronarse muy rápidamente”. 

Me pregunto qué pensarán los jóvenes norteamericanos descreídos de la política y los medios tradicionales sobre las declaraciones del líder de unas de las principales potencias occidentales publicadas en una vieja revista inglesa.

Esta misma semana conocí a un exitoso consultor político francés que decidió mudarse a España por los problemas de “inseguridad” que vive su país. Le pregunté por las declaraciones de Macron, y me dijo que eran una vergüenza y una irresponsabilidad. 

Francia tiene serios problemas con la inseguridad, y también con la economía. Me cuenta que sus padres se mudaron del centro de Lyon a las afueras en busca de mayor tranquilidad, pero que su departamento lleva más de un año sin venderse, y han tenido que bajar el precio en unas cuantas decenas de miles de euros porque no hay compradores. 

¿Ganará Le Pen las próximas elecciones de 2027?, le pregunté. “No lo sé, pero si no gana se retirará de la política, será su cuarta competición en la carrera presidencial”. ¿Creés que cambiaría en algo la situación del país o Europa? “Creo que Europa se convertirá en el campo de juegos de la OTAN, China y Rusia. Hace algunos años obtuve una residencia en un país del Mercosur, podría irme a vivir allá con mi familia. No quiero quedar en medio de ninguna guerra”.

Los tiempos han cambiado, y en el caso de una guerra, el consultor político se mudará a Sudamérica. Otros jóvenes, con menos posibilidades o en edad de combatir, no tendrán muchas opciones. Y muy pocos de ellos, probablemente, quieran parafrasear aquellos versos de Dante de Born: “Barones, mejor dejad en prenda vuestros castillos, vuestros pueblos y ciudades, antes que renunciar a la guerra”. 

AF/DTC