Insólito destino Opinión

La era de los vacunados: Sex and the Jackie Smith

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Un virus que necesita de los cuerpos trasladándose y cuerpos que necesitan de otros cuerpos para sobrevivir porque hay una economía atada con alambre que no conoce el home office.

Así podría comenzar el relato en off de la segunda parte de una saga fílmica llamada “Pandemia, la era de los vacunados”.

Restaurantes atestados, fiestas en casas, reuniones en quintas con pileta, boliches estallados, plazas turísticas desbordadas, entre otros amontonamientos advirtieron el disparo del número de contagiados de Covid. 

Pero también de un despegue económico que el Gobierno necesitaba después del duro golpe asestado en las urnas en noviembre. Con un elevado porcentaje de vacunados, el oficialismo parece haber tomado nota del altísimo precio que pagó allá lejos, en marzo del 2020, cuando contrapuso salud versus economía dándose de bruces con una realidad latente: pocos con mucha espalda y demasiados al borde de la lona.

Los 10 millones presentándose a cobrar el IFE fueron un cachetazo: la Argentina monotributista estaba ahí desnuda. 

La misma que hoy se vacuna sin chistar para continuar tejiendo una red que le permita no caer en el abismo. 

Y, en muchos casos, hasta soñar con levantarse como Lázaro, el muerto revivido.

Es que desde hace tiempo se cree en el emprendedurismo a la hora del milagro.

Los 10 millones presentándose a cobrar el IFE fueron un cachetazo: la Argentina monotributista estaba ahí desnuda. La misma que hoy se vacuna sin chistar para continuar tejiendo una red que le permita no caer en el abismo

Sex and the Jackie Smith

Si algo heredamos de la década del '90 ha sido el cuentapropismo, sostenido incólume a través de los años. 

Del planificado al buscavidas.

Del remis a la cancha de paddle, del parripollo a la fabricación de tortas, para llegar, por segunda vez, a la alimentación sana: de la comida macrobiótica del siglo pasado a los innumerables locales que venden semillas de chía y sésamo. 

De ser dueño de una mini pyme a manejar un Uber. Sin olvidarnos de lo que ya es indispensable, las manicuras y las expertas en belleza que elongan pestañas y arquean cejas dejándonos listas para emular a cualquier cantante latina.

En muchos casos, mujeres más adaptadas a sobrevivir en los tiempos que corren que las ex chicas “Sex and the city” encerradas en un tupper durante la última década y listas para salir adultas pero pérdidas en “And just like that” su modelo 2021. 

Una versión que no ha sabido representar bien el madurar de las generaciones nacidas entre los '60 y '70, las que aprendieron a flexibilizarse sin perder cierta dureza.

Porque “sobrevivir'' y luego ”aspirar“ es una rueda en la cual ya somos expertas y expertos. 

Una tabla de salvación mental que nos permite ir de crisis en crisis.

Basta ver las colas para testearse compitiendo con las filas para comprar una cartera para entender que estamos todos dispuestos a sobrevivir consumiendo. 

Lo cual le da aire al gobierno.

Jackie Smith es la marca que hoy muchas mujeres desean colgarse de sus hombros como símbolo de llegar

Aunque las tarjetas de crédito muchas veces están detonadas y nunca nadie sabe dónde queda exactamente esa puerta vip de llegada.

Porque "sobrevivir'' y luego "aspirar" es una rueda en la cual ya somos expertas y expertos. Una tabla de salvación mental que nos permite ir de crisis en crisis

Lo artesanal  

Si nos remontamos un par de años atrás cuando el entonces candidato oficialista a senador por la provincia de Buenos Aires, Esteban Bullrich, propuso -ante los despidos de una empresa bonaerense- “abrir cervecerías artesanales” comprenderiamos que aquel consuelo- que instó a que sus contrincantes se burlaran- encerraba en el fondo una de las verdades que el peronismo debería sumar a las 20 pronunciadas por Juan Domingo: hay sobreadaptación a la precariedad en la crisis.

Millones de pilotos de tormentas de sus propias vidas ya no temen inventarse subsistencias. 

Por eso en aquel momento los dichos a Bullrich no le costaron votos, pero sí le cobraron el encierro a este gobierno durante la pandemia.

Es que sumado a lo percibido como injusto - el vip de las vacunas salvadoras o el “cumpleaños” en tiempos de cierre duro - la cuarentena implicó, como si fuera poco, dolor de bolsillo.

El desgarro intolerable para nuestro cuerpo social.

Ese que aún necesita de la cercanía: desde el que trabaja de ponerle cloro a la pileta hasta el que vende un par de zapatos en la vereda. O los que dan clases de zumba en el parque, costumbre que muchos suplicamos retome su ámbito natural, el gimnasio.

La conversación

Frente a este panorama, el tema que mantiene entretenidos a los más politizados del electorado, la “Gestapogate” debería también leerse con menos entusiasmo en el oficialismo. Es que el escándalo, para una buena parte de la sociedad pasa sólo por dejar expuesta una guerra entre halcones y palomas opositoras. 

Ya que lo se escucha en esa conversación, grabada sin consentimiento, “crear una Gestapo para perseguir a referentes gremiales” -dicha sin prejuicios por el ex ministro de trabajo de la provincia de Buenos Aires, Marcelo Villegas- es mucho menos traumática de lo que se imaginan para un amplio sector de los votantes.

Es que el mundo sindical está cada vez más reducido en este nuevo panorama del trabajo, donde pequeñas pymes con menos de 20 empleados siguen siendo grandes generadoras de empleo y el monotributismo es una pesadilla que parece instalada.

Sucede que a la formalidad de antaño se le contrapone hoy situaciones inusitadas: felicidad por vivir al borde. Al menos no nos caímos.

La semana pasada un chico compartió su estallido de emoción al recibir la mochila de Rappi, conmoviendo con su alegría a cientos de miles de usuarios en todas las redes sociales. 

Si, una mochila de repartidor de los que corren más que Forrest Gump fue recibida con lágrimas de gratitud.

El cine futurista de los ochenta se quedó corto.

El futuro llegó y no es como el que preveía Marty Mc Fly.

Pasión de multitudes

La pasión por amucharse en este país también va de la mano de otra costumbre muy nacional: empezar a levantar la economía trampeando un poquito al Estado mientras este mira para otro lado por un ratito. La imperiosidad de poner en marcha el motor del consumo desplaza a la necesidad de imponer prolijidades. Al menos por un tiempo.

Un ejemplo es el PreViaje.

Ante los resquemores a la hora de viajar al exterior - tanto por los inconvenientes sanitarios como por un dólar alto que hace muy difícil costear las travesías -, el turismo local vive su momento festivo. 

Pero para muchos viajeros que preveían utilizar el tan conveniente programa lanzado por la Secretaría de Turismo al mando de Matias Lammens, en muchas zonas se les hace imposible de usufructuar. 

Es que el efectivo sigue siendo un tesoro invaluable y libre de acecho fiscal.

Casi como en ese 2002, donde parte del contrato social para renacer de las cenizas fue “dejar hacer” hasta mejores tiempos.

Ese signo de época casi calcado hoy pone a Alberto Fernandez en el momento más duhaldista de su gobierno.

Primero vamos a coser el paño deshilachado y después vemos.

Pasemos de la pandemia sin vacunas a los vacunados intentando normalizar sus vidas. 

Remake

El arte de hacer una remake no es para cualquiera. Ni siquiera para un país.

En 2002 se estrenó “Swept away” de la mano del talentoso director Guy Ritchie.

Madonna y Adriano Giannini intentaron emular al padre de este, Giancarlo y a Mariangela Melato en el film “Insólito destino” de la inmensa cineasta italiana - recientemente fallecida- Lina Wertmüller.

Pero la nueva adaptación de la lucha de clases bajo el sol en una isla paradisíaca, al igual que los protagonistas de la película, naufragaron en el intento.

Algo similar pasa hoy con nuestro insólito destino.

Durante otro enero pero 20 años atrás, Marcelo y Susana Wakstein junto a sus hijos adolescentes decidieron pasar las vacaciones en el hall de un banco, llevando reposeras, pelotas, lona y hasta un balde y palita para jugar en la arena.

La plata de sus ahorros había quedado atrapada en el corralito, motivo por el cual optaron por otra manera de tomarse vacaciones: reclamando.

De manera original y graciosa.

Hoy los que pasan vacaciones inauditas son otros. Los atrapados durante los últimos dos años en el corralito del virus.

Esos que hoy durante varias horas esperan ser hisopados frente al mar mientras se amontonan y protestan contra los colapsados trabajadores, de la salud. Los mismos que eran aplaudidos a las 21 horas religiosamente hace un año cuando “de está tragedia salíamos mejores”.

Pero nosotros, al igual que “Swept away”, en esta nueva versión también hacemos agua.

LA