La imagen del oficialismo

Aunque subió en julio, la confianza en el gobierno de Milei sigue estancada y por debajo del promedio macrista

No siempre que algo crece quiere decir que mejora. La cuestión es mirar no tanto la foto sino la película. En julio, el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) que elabora mensualmente la Universidad Torcuato Di Tella mostró un repunte del 4,9% respecto del mes anterior, pero ese dato no alcanza para revertir el diagnóstico más amplio: la confianza en el Gobierno de Javier Milei sigue estancada en un nivel bajo y sin señales claras de recuperación sostenida. El índice se ubicó en 2,45 puntos sobre un máximo de 5, apenas por encima del registro de junio (2,34) y en el mismo nivel que en mayo, lo que marca una oscilación mínima y una consolidación de la meseta.

La variación interanual fue del 3,3%, y el índice se ubicó 9,6% por encima del mismo mes en 2017 (gestión de Mauricio Macri) y 44,3% por encima de julio de 2021 (bajo el mandato de Alberto Fernández). Pero si se toma el promedio acumulado durante los 19 meses de gestión libertaria, el resultado vuelve a dejar en evidencia los límites del actual oficialismo: la media es de 2,50 puntos, por debajo del promedio que acumulaba Macri al mismo tiempo de su mandato (2,59), aunque por encima del de Fernández (2,18).

La recuperación de julio no fue homogénea. El crecimiento del índice se explicó por mejoras en cuatro de los cinco componentes: la Preocupación por el interés general dio un salto del 17,5% (2,11 puntos), y también subieron la Honestidad de los funcionarios (5,2%, 2,82 puntos), la Capacidad para resolver los problemas del país (3,6%, 2,88 puntos) y la Eficiencia en la administración del gasto público (3,0%, 2,42 puntos). Pero el componente clave del índice, la Evaluación general del Gobierno, volvió a caer: bajó un 2,4% y se ubicó en 2,04 puntos. La sociedad, en suma, valora algunos atributos específicos pero mantiene una mirada crítica sobre el rumbo general.

Si se observa la evolución desde diciembre de 2024, cuando el ICG comenzó una curva descendente, se confirma que el Gobierno no logra romper el techo de confianza que se consolidó en torno a los 2,40 puntos. En mayo hubo un rebote, en junio una caída y en julio una suba marginal que no alcanza a mostrar una tendencia clara. El “rebote técnico” de este mes parece responder más a oscilaciones estadísticas que a un cambio real en la percepción social.

Una de las principales críticas que enfrentó el Gobierno de Javier Milei fue la desconexión entre el discurso de eficiencia estatal y los efectos concretos de su política económica sobre la vida cotidiana. Aunque parte de la población valoró la supuesta honestidad y determinación del oficialismo, la percepción general siguió siendo que el Gobierno no logró resolver los problemas estructurales del país, como la inflación, el deterioro del salario real o el aumento de la pobreza. A eso se sumó un estilo de gestión confrontativo, que no mostró capacidad de articulación con otros sectores políticos ni sensibilidad frente a demandas sociales urgentes.

Otra señal de malestar sostenido fue la falta de preocupación por el interés general que muchos ciudadanos aún percibieron. Aunque ese componente del índice subió en julio, siguió siendo el más bajo de los cinco medidos, lo que sugirió que una parte importante de la sociedad no vio en el oficialismo un proyecto colectivo sino más bien una agenda ideológica cerrada. La caída en la evaluación general del Gobierno, a pesar de ciertas mejoras puntuales, indicó que el relato de la “casta contra el pueblo” perdió fuerza cuando no hubo resultados concretos que respaldaran la narrativa libertaria.

Quiénes confían más (y quiénes menos)

En términos sociodemográficos, el patrón de confianza se mantiene estable. Los hombres confiaron más que las mujeres (2,64 contra 2,25), aunque en el caso de ellas la suba fue mayor (6,1% contra 3,1%). El grupo etario más afín al Gobierno sigue siendo el de los jóvenes de 18 a 29 años, con un índice de 2,79 puntos. Le siguen los mayores de 50 (2,53 puntos) y, en último lugar, las personas de entre 30 y 49 años (2,26 puntos), un segmento que se mantiene reacio a la narrativa oficial.

Por zona geográfica, el interior del país volvió a mostrar el mayor nivel de confianza (2,58 puntos), aunque la sorpresa vino desde la Ciudad de Buenos Aires: el ICG subió allí un 16,7%, hasta alcanzar los 2,45 puntos. En el Gran Buenos Aires, en cambio, la mejora fue más modesta (2,19 puntos, +3,8%).

El nivel educativo también mostró diferencias significativas. Quienes alcanzaron estudios terciarios o universitarios fueron los más confiados (2,50 puntos, +7,3%), seguidos por quienes cursaron hasta secundaria (2,45 puntos, sin variación) y finalmente por quienes tienen solo nivel primario (2,15 puntos, +7,5%).

El factor expectativas

Más allá de las características personales, las expectativas económicas marcan la brecha más profunda en la confianza. Entre quienes creen que la situación económica mejorará en un año, el ICG trepó a 4,17 puntos. Entre quienes creen que seguirá igual se ubicó en 2,81 (+21,6%) y entre quienes creen que empeorará fue de apenas 0,55 puntos (+14,6%). Es decir: la percepción sobre el futuro económico se convierte en el principal determinante del respaldo o rechazo al Gobierno.

También influye la experiencia con la inseguridad: quienes no fueron víctimas de delitos en los últimos doce meses mostraron un índice más alto (2,53 puntos) que quienes sí lo fueron (2,23 puntos). Sin embargo, este segundo grupo fue el que más creció en el mes (+19,9%), lo que podría interpretarse como una leve mejora de la imagen oficial incluso entre sectores más críticos.

JJD