Del privilegio a la subjetividad: cómo abordar las masculinidades lejos del punitivismo y con foco en la reflexión

Soledad Bavio

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“Trato de reírme de ello, escondiendo las lágrimas en mis ojos, porque los chicos no lloran”, cantaba The Cure en 1979 mientras aterrizaba en el intento de desafiar la presión social y daba paso al sufrimiento del ser varón, a ese que se le pide un blindaje emocional e insensato que lo deja por fuera de toda subjetividad.

Y así es que en el transitar, es vital la perspectiva de género para comprender las desigualdades mientras se abre paso una forma de leer a los varones, una mirada que los posiciona desde otro lugar, que apuntala la lucha de los feminismos y que busca articular acciones para problematizar las graves consecuencias que traen aparejadas las normas rígidas del género.

“Es importante mirar a los varones, no sólo como ‘hijos sanos del patriarcado’ o cuando ejercen violencia sino también cuando se suicidan tres veces más, o cuando en la vía pública cometen tres veces más accidentes de tránsito a igual kilómetros recorridos que el resto de los conductores”, afirma Nicolás Pontaquarto, uno de los especialistas que trabaja en el Instituto de Masculinidades y Cambio Social. Se trata de un espacio que apuesta a la labor de incidencia en el diseño, implementación, promoción y fortalecimiento de políticas públicas.

Agrega que “el enfoque de masculinidades es pensar desde una especificidad. Ese modo de entender a los varones atravesados por el género y de qué manera ese atravesamiento tiene un efecto en su vida”.

Para Pontaquarto, “el privilegio es más estructural y tiene que ver con el rol la posición de los varones en un sistema sexo-género que lo pone como la identidad normativa hegemónica más valorada, con más prerrogativa, más libertades. Eso es innegable y discutir esa regla tan sistémica de forma individual no tiene ningún sentido. El patriarcado y el capitalismo generan una situación de privilegio para la mayoría de los varones en relación a la mayoría de las mujeres en términos generales. Esto es un aprendizaje en conversaciones con varones para poder abrir la ventana al hablar de los costos del padecimiento y del dolor”.

Sin embargo, las perspectivas y estudios no alcanzan por sí solos si no están acompañados de cambios estructurales e históricos donde las matrices discriminatorias y violentas basadas en la cultura del privilegio demuestran su complejidad. La violencia contra las mujeres es una manifestación de la falta de equidad y una violación a los derechos humanos. Hacia 2021, al menos 4.473 mujeres fueron víctimas de femicidio o feminicidio en 29 países y territorios de la región según datos oficiales informados por los países al Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe. Esto representa al menos 12 muertes violentas de mujeres por razón de género cada día en la región. 

Mientras tanto, la violencia juvenil le cuesta la vida a miles de jóvenes en la Región de las Américas. Los homicidios son una de las principales causas de muerte entre ellos, especialmente los hombres y niños de 15 a 24 años. Tanto víctimas como perpetradores, ambos son hombres.

El Índice Global de Brecha de Género que registra datos de más de 140 países concluyó en 2024 que “la escala y la velocidad del progreso son profundamente insuficientes para lograr la igualdad de género para 2030. La reticencia a adoptar la paridad de género como condición les está costando a las mujeres y niñas su futuro”. 

Desandando el camino

Desde jóvenes menos tolerantes a la violencia en América Latina hasta hombres que participan de manera más equitativa en las responsabilidades del hogar en la India. ¿Que tienen en común esos varones con idiosincrasias y latitudes tan disímiles? Todos desafiaron las normas de género. Y lo hicieron a través de estos nuevos modos de pensar(se).

En 2002 desde Brasil y a través de organizaciones no gubernamentales como Instituto Promundo, ECOS, Instituto Papai y Salud y Género, nació el Programa H para abordar con hombres jóvenes de América Latina las normas de género asociadas a la masculinidad hegemónica. Desde ese momento se ha replicado en más de 30 países y se ha convertido en un programa reconocido a nivel mundial, nombrado como una buena práctica por parte del Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud

Según los datos disponibles, el Programa H se desarrolló a partir de investigaciones con jóvenes de bajos ingresos en Brasil que desafiaban las nociones tradicionales de lo que implicaba ser varón. Por ello se identificaron tres factores comunes entre quienes apoyaban la equidad de género: pertenecer a grupos de hombres con actitudes equitativas; haber vivido experiencias negativas ligadas a modelos tradicionales de masculinidad (como violencia o abandono paterno) y contar con modelos de rol que desafiaban los estereotipos de género. 

El Programa H se basa en actividades educativas grupales, dirigidas a hombres jóvenes y facilitadas por varones que actúan como modelos de equidad de género. Guiadas por un manual, incluyen juegos de roles, debates y ejercicios participativos para reflexionar sobre la socialización masculina, sus efectos y los beneficios de cambiar ciertos comportamientos. Los temas abarcan salud sexual y reproductiva, prevención de la violencia, paternidad, cuidado familiar y VIH/sida.

“Se puede afirmar que la existencia de iniciativas como el Programa H fue clave para el carácter pionero de Brasil en este ámbito. A pesar de estar en proceso de actualización, sigue siendo innovador y aborda temas que, hasta hoy, han sido poco o nada debatidos en el universo masculino. En los últimos años, uno de los principales avances ha sido la actualización constante que Promundo ha promovido en los debates sobre masculinidad, incorporando perspectivas sobre masculinidades trans, masculinidades homoafectivas, masculinidades negras, masculinidades en comunidades tradicionales, entre otras”, aclara Bruna de Oliveira Martins, consultora de Antropología y Derechos Humanos del Instituto Promundo que promueve la igualdad de género y la prevención de la violencia con foco en la participación de hombres y mujeres en la transformación de las masculinidades.

Y agrega que “Brasil, en términos de políticas públicas, es bastante singular e innovador. Prueba de ello es la existencia de la Política Nacional de Atención Integral a la Salud del Hombre (PNAISH), que reconoce que el machismo y otros patrones de comportamiento masculinos de riesgo no solo afectan a las mujeres y a otras expresiones de género, sino también a los propios hombres”. 

El impacto del Programa H se mide por los cambios positivos en las actitudes de los varones jóvenes hacia las normas de género además de los comportamentales influenciados por aquellas. La revisión de 2021 sobre la evidencia disponible fue complicada en el informe que evaluó casi dos décadas de implementación. En la mayoría de los estudios, los jóvenes mostraron actitudes más equitativas después de la intervención; otros indicaron una disminución en la aceptación o perpetración de la violencia de pareja y se observaron mejoras en lo respectivo a Salud Sexual y Reproductiva. Para medir el impacto, se utilizó la Escala de Equidad de Género para Hombres (GEM).

Adaptabilidad cultural y contextual 

El Programa H cuenta con una gran fortaleza: su posibilidad de adaptación. Este fue el puntapié inicial para la formulación de otro idéntico denominado Programa M, para mujeres, basado en investigaciones y diseñado a partir de experiencias de mujeres jóvenes en comunidades de bajos ingresos en Brasil y México.

Sin embargo, según las evaluaciones, la sostenibilidad de este tipo de programas a largo plazo “depende de la aceptación de organizaciones no gubernamentales locales y de partes interesadas clave. En algunos entornos, los líderes políticos conservadores se han opuesto activamente al programa, ya que incluye discusiones francas sobre sexualidad, diversidad sexual, igualdad de género y un cuestionamiento de ideas tradicionales de masculinidades”.

Mientras el Programa H era todo un éxito, Brasil, Chile, India y Ruanda se unieron para llevar adelante el Proyecto Multipaís confirmando la eficacia de la educación colectiva y la eficiencia de la educación de grupo.

El proyecto se implementó en colaboración con MenEngage, una red global de organizaciones no gubernamentales que trabajan para involucrar a hombres y niños. Desde MenEngage Latinoamérica, su Coordinador Regional Hernando Muñoz Sanchez expresa que “cuando hago formación sobre el tema de masculinidades uso una palabra clave que es ‘hacer conciencia’ sobre cuál es nuestro papel en la transformación social. En la metodología con los hombres primero hay que trabajar desde la razón”.

“A través de este trabajo, los hombres pueden asumir la responsabilidad por sí mismos, desafiar las normas de género regresivas y emerger como aliados críticos en la lucha por la justicia de género. Cuando los hombres son movidos a cultivar el respeto mutuo dentro de las familias, emergen nuevos modelos de masculinidad y se defienden los derechos de los niños, especialmente de las niñas” asegura Anwesha Chatterjee Subdirectora de Sahayog India ha formado más de 150 grupos de hombres en Uttar Pradesh, con la participación activa de 4000 hombres.

Pedagogía, reflexión y grupos de pares, como respuesta global

Teniendo en cuenta que los problemas clave en India son los roles patriarcales e ideas rígidas de masculinidad; las altas tasas y niveles de violencia de género y que las principales instituciones siguen siendo patriarcales, desde Sahayog consideran fundamental el trabajo de “un modelo basado en redes”.

En ese marco, Chatterjee destaca la implementación a través de grupos y líderes comunitarios por al menos cuatro razones. “Los hombres que desean experimentar nuevos comportamientos se benefician de un grupo de apoyo de pares; obtienen beneficios de esos cambios a través de mejores relaciones a nivel familiar; el cambio en la comprensión de las relaciones de poder de género y el privilegio masculino además de los cambios demostrados a nivel societal en las actitudes de género”.

Muñoz Sanchez desde Colombia dialoga en el mismo sentido. “Es tratar de hacer un trabajo de pedagogía, de hacer conciencia que lo que pasó en la niñez no se repita. Creo que hay un poco de esperanza cuando el discurso se va ampliando de una manera que se vuelve un hecho pedagógico para comprometerse con dos o tres cosas muy sencillas para transformar”.

Por su parte, Pontaquarto en Argentina afirma que “interpelar la condición de ser varón genera reacciones. Y es sobre la resistencia que debemos entender que es un proceso. Estamos en un contexto intentando reparar algunas heridas y componiendo algunas situaciones de diálogo que estaban rotas. La reflexión sobre la masculinidad termina siendo una finalidad meramente identitaria de construcción individual”.

“El punto central es que, sin la participación de los hombres y sin abordar sus masculinidades en la discusión sobre equidad de género y reducción de las violencias, no es posible trabajar ni con la causa ni con la prevención del problema. Si solo las mujeres y otras personas afectadas por el machismo están involucradas en las discusiones no se produce un cambio estructural”, expresa de Oliveira Martins desde Brasil. 

Si bien la experiencia del Programa H demuestra que los jóvenes involucrados lo encuentran como un recurso fundamental, el principal desafío es lograr su participación inicial dado que aquellos que tienen entre 20 y 24 años priorizan el trabajo o la formación profesional, con lo cual incentivos como deportes o capacitación pueden ayudar a su involucramiento.

Como parte de las evaluaciones, se identificó la necesidad de profundizar el trabajo en diversidad sexual y derechos sexuales, dado que persisten actitudes homofóbicas basadas en ideas rígidas. La participación activa de los jóvenes en el diseño e implementación de los programas, junto con la colaboración de gobiernos, escuelas y servicios de salud, es clave para la sostenibilidad.

De resistencias exógenas y endógenas

Como todo proceso interventivo y transformador, los cuerpos biológicos y culturales enfrentan duras batallas. Según el Proyecto Multipaís de 2012, para su implementación, las contrapartes enfrentaron desafíos comunes como la permanencia de los participantes; el involucramiento activo de las comunidades; la implementación de sistemas de seguimiento y el reaseguro de que se institucionalicen los programas sostenibles.

En un nivel macro del debate, de Oliveira Martins afirma que “en tiempos conservadores, la promoción de iniciativas que cuestionan las normas rígidas de género es un desafío. Afirmar que el género es una construcción social no siempre es aceptado de inmediato. No se trata de una guerra de sexos ni de la destrucción de la familia, como afirman algunos grupos”.

“Creo que estamos afrontando un momento difícil para hacer este trabajo pero vale la pena continuar sembrando semillas. Hay derechas que no solamente vienen del Norte sino que están en el Sur global y forman parte de una compleja la situación”, argumenta Muñoz Sanchez al tiempo que analiza los fundamentalismos y “la combinación de religión protestante con políticos que han llegado a ser parte de congresos, de cámaras de representantes”.

“Las resistencias pueden ser un obstáculo que hablen de una incomodidad tramitada de un modo muy varón, desde un lugar muy masculino: enojándose, poniéndose agresivos, respondiendo con violencia. Por ahí esa incomodidad hay que entenderla también para no caer una caricaturización y pensar cómo la incertidumbre se juega para nosotros que hemos sido también educados en la certeza de tener guión o modelo familiares que seguir”, dice Pontaquarto.

India no se queda atrás y apela a la misma línea. “Con el aumento de gobiernos de derecha y gobiernos mayoritarios y autoritarios, está surgiendo un nuevo tipo de masculinidad agresiva, donde el control y la violencia no solo se dirigen hacia las mujeres, sino también hacia otros hombres de comunidades minoritarias, como hombres musulmanes, dalits y adivasis. Se ha visto que hombres mayoritarios (principalmente de la comunidad hindú) infligen violencia sobre las comunidades minoritarias con la intención de subyugar y afirmar su dominio. En esta empresa, también están involucradas mujeres de comunidades mayoritarias, quienes exhiben comportamientos que son dañinos y violentos. El impacto de esto en las mujeres de comunidades minoritarias es una regresión adicional en todos los indicadores de progreso, como un mayor control sobre su movilidad, sus elecciones y sus oportunidades”, expresan desde Sahayog.

De última hora, basado en evidencia

En Argentina si bien “la institucionalidad nacional como tal ha desaparecido en materia de género y diversidad y quedan algunas experiencias provinciales donde se trabaja con varones”, se recuerda el Mapa Federal elaborado en 2021 que da cuenta de experiencias desde los gobiernos locales hasta organizaciones de la sociedad civil“ como así también a fuerzas policiales, judiciales o varones privados de libertad. Existe una estrategia de abordaje para quienes ejercen violencia ”con atención psicosocioeducativa y seguimiento más allá de la tobillera, la restricción perimetral, la exclusión del hogar, es decir en un abordaje no punitivo“, afirman desde el Instituto de Masculinidades en provincia de Buenos Aires. Sin embargo, a nivel nacional sigue siendo preocupante la violencia de género. En los primeros tres meses del año se produjeron 77 femicidios y vinculados de mujeres y niñas y 3 femicidio vinculado de un varón adulto, según un nuevo informe del Observatorio de Femicidios en Argentina ”Adriana Marisel Zambrano“ que dirige La Casa del Encuentro.

En la India trabajan con la premisa de que “no todos los hombres en la sociedad están de acuerdo con el control patriarcal violento sobre las mujeres mientras otros desarrollan un nuevo conjunto de valores y principios sobre las relaciones de género y otras relaciones sociales”, aseguran desde Sahayog.

En MenEngage Latinoamérica afirman que “hay que seguir matizando y luchando para poder establecer otros caminos y otras miradas en dejar de hacer lo que hemos venido haciendo. Eso es hacer conciencia en los hombres”. 

Según Promundo “el Programa H está pasando por una actualización rigurosa que busca mantener el mismo carácter pionero que tuvo cuando se lanzó la metodología. Al igual que las demás metodologías de Promundo, es bastante flexible y, al mismo tiempo, posee el rigor necesario para adaptarse a diferentes contextos. Creemos que abordar la masculinidad desde una perspectiva de equidad de género, buscando reducir la violencia de género e incorporando diversas formas de ser hombre, potencia la discusión de género al incluir a aquellos que tienen menos acceso a este tema y que, lamentablemente, son los principales perpetradores de la violencia de género”.

Y agregan que “las cuestiones de género impactan la vida cotidiana de todas las personas, por lo que saber cómo abordar estos temas de manera estimulante es clave para la continuidad del trabajo, incluso en entornos donde no existe un interés previo en el estudio de las masculinidades”.

Experiencias disímiles, latitudes distantes, geografías e idiosincrasias diversas. Sin embargo, desde idénticas perspectivas se apunta a lo mismo. Construir redes más sanas, países más equitativos y menos violentos. Hasta acá un camino posible para desandar las redes de un sistema opresor, erradicar del pensar colectivo que “los chicos no lloran” y atrevernos a expresar esa lucha interior.

Este reportaje se realizó con el apoyo de la Solutions Journalism Network y la Fundación Hewlett, a través del Fondo para el Periodismo de Soluciones en Latinoamérica, una iniciativa de El Colectivo 506.