Superclásico

Boca y River empataron 1-1 en un partido con emoción y sin excelencia

La emoción siempre salva a los superclásicos, aunque se jueguen sin público. Al 2-2 de enero por la Copa Diego Maradona, este domingo le siguió un 1-1 muy ciclotímico, en el que River pareció de entrada que sería superior pero el viento cambió con fuerza a partir de la media hora.

Boca se puso en ventaja con un penal de Sebastián Villa a los 41 minutos y en la segunda parte mostró una superioridad que hacía tiempo no demostraba ante un River difícil de reconocer en la gestión de Marcelo Gallardo. Un enorme Franco Armani mantuvo al visitante con vida hasta que, a los 22 del segundo tiempo, Agustín Palavecino empató el partido con un inesperado gol de cabeza.

Desde entonces River, tras haber sorteado el precipicio, volvió a ser mejor y casi lo gana en la última jugada, cuando un remate de Bruno Zuculini pegó en el palo después de un cabezazo de Carlos Izquierdoz que recorrió la línea del arco de Esteban Andrada y casi se convierta en gol en contra.

Como pudieron haber ganado los dos, el empate fue lo más justo. Pero, más allá del resultado y de la eterna llama por una historia tan argentina como un 9 de julio de 1816 en pantalones cortos, ¿a qué nivel futbolístico dentro del parámetro mundial pertenece uno de los clásicos más emotivos del planeta? ¿También al máximo nivel deberían sonar las alarmas que Marcelo Gallardo activó en su conferencia de prensa del viernes, cuando le preguntaron por el partido de Reserva que acababa de terminar?

¿Jugadores de excepción?

“No se vio calidad de juego y eso me preocupa como entrenador porque sería el futuro del fútbol argentino”, arrancó el técnico de River. Gallardo se refería a los futbolistas de Reserva, de entre 16 y 20 años, pero, basándose en su propia experiencia como jugador, pareció hablar de todos los chicos de las inferiores. “Se perdió esa naturalidad y deseo de querer jugar a la pelota y aprender cómo se juega al fútbol -dijo-. Como tengo hijos que están desarrollándose futbolísticamente, como hice yo en otros tiempos, puedo comparar. Los chicos se distraen en otras muchas cosas y está bien, pero la pasión por ser mejores técnicamente se perdió. Y eso hace que tal vez no veamos jugadores de excepción”. Tampoco hace falta ser un especialista para deducir que ese déficit de excelencia no comenzó con la camada actual de ambas reservas.

El contraste fue mayor porque, justo por esas horas, el periodista Germán Balcarce viralizó en su cuenta de Twitter una producción fotográfica de 1996 que reunía a la cosecha de las inferiores de River. La mayoría ya eran figuras de Primera, habían debutado en la selección y pronto seguirían su carrera en Europa, como el propio Gallardo, Ariel Ortega, Hernán Crespo y Matías Almeyda. Y otros, que todavía no habían debutado y no alcanzarían ese currículum, igual conformarían una gran carrera a nivel doméstico, como José Sand, el 9 que sigue en actividad hoy, con 40 años, en Lanús. La actual Copa de la Liga pertenece a los veteranos, como Enzo Pérez, Carlos Tevez y el Pulga Rodríguez, todos por encima de los 30. Más allá de que la ley Bosman amplió el cupo de extranjeros en Europa y las ligas con menor poderío económico comenzaron a perder con más prisa a sus talentos, ¿qué jugadores surgidos en los últimos años del fútbol argentino -no sólo de River y de Boca- serían “de excepción”, según el léxico de Gallardo? 

Después de la primera final de la Copa Libertadores 2018 entre Boca y River, también en la Bombonera, el periodista español David Gistau (ya fallecido) alternó un emotivo alegato a favor del superclásico con una interesante descripción de los futbolistas que lo jugaron: “La final de la Libertadores ha servido para que los odiadores del fútbol moderno encuentren una concreción de sus añoranzas. Estadios donde el hincha predomina sobre el turista y donde al ir se asume una cuota de peligro. Es un fútbol adulto y bravío, sin un atisbo de Disney. Esto era el fútbol, para bien y para mal. Esto era el fútbol y de otro modo no se entiende la fascinación por unos futbolistas que, o no son lo bastante buenos para haber conseguido un contrato en Europa, o son jóvenes y lo están esperando, o ya son tan viejos que regresaron de allí”.

Tras los incidentes en el Monumental, la revancha se terminó jugando en Madrid pero en un momento, gracias a los petrodólares, se barajó la posibilidad de Qatar como sede: finalmente quedó descartada porque, sin hinchas argentinos en las tribunas, el partido perdería casi todo el interés que había despertado en el mundo. El cuadro sin el marco no interesaba tanto.

Un partido que no hará historia

Ya pasaron dos años y medio y muy pocos de aquellos jugadores de las finales 2018 consiguieron, como dijo Guistau, un contrato en los mejores equipos de Europa. River y Boca no sólo llegan a las finales o semifinales de la Copa Libertadores con la asiduidad que nunca habían tenido en la historia: también concretaron siete de las diez ventas más caras del fútbol argentino de la última década. Y sin embargo, sus jugadores no consiguen llamar la atención de la elite del mercado europeo.

Es una lista que puede sonar injusta. El héroe de River en la revancha de Madrid, el colombiano Juanfer Quintero se fue al fútbol chino. Gonzalo el Pity Martínez emigró primero a Estados Unidos y ahora está en Arabia Saudita. Nacho Fernández, considerado por muchos el mejor jugador del fútbol local, acaba de viajar a Brasil. Lucas Pratto viajó al Feyenoord pero ya tiene fecha de regreso. Exequiel Palacios es suplente en el Bayer Leverkusen de Alemania: este año suma, apenas, tres presentaciones. Del lado de Boca, Darío Benedetto juega en un histórico de Francia, pero sin grandes prestaciones, al menos en esta temporada: 4 goles. Además, Lisandro Magallán defiende en el Crotone de Italia e Iván Marcone transpira en el Elche.

Otras ventas de River y Boca en los últimos años también intentan escaparle a esa irregularidad. Mientras Lucas Alario al fin se destapó con una gran temporada en el Leverkusen, con 9 goles, Alexis Mc Allister alterna más de lo que le gustaría y suma 12 partidos en el Brighton. Acaso la gran novedad de este 2021 es Lucas Martínez Quarta, titular en Fiorentina.

Más allá de los muchachos que ya pasaron los 30 años y siguen en lo más alto de Europa, como Lionel Messi y Sergio Agüero, River y Boca son el reflejo de la nueva generación del fútbol argentino, esa a la que le pareció apuntar Gallardo con una presunta falta de interés en aprender a jugar. Salvo Lautaro Martínez, titular y goleador en un Inter a punto de ser campeón en Italia, el resto no termina de ganarse un lugar en lo mejor del fútbol europeo. Argentina es un país más de Europa League que de Champions.

En medio de un campeonato sin descensos, con reglamentos que cambian según el interés de los dirigentes, el superclásico volvió a llamar la atención del mundo durante 90 minutos, incluso en un partido que no hará historia. Lo más probable es que ningún dirigente de los principales clubes de Europa hayan anotado en su libreta un nombre para tener en cuenta.

 

AB