Opinión - Economías

Jugando con fuego, perdiendo una nueva oportunidad

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“Primero la salud y la vida, después la deuda”. Así se titula la proclama del 25 de mayo firmada por un grupo de políticos, sindicalistas, actores y periodistas entre otros, pertenecientes al Frente de Todos, a través de la cual exigen al Gobierno, del cual forman parte, que suspenda los pagos al Club de París y al FMI mientras dure la pandemia. También exigen que negocie agresivamente las condiciones de refinanciación de los vencimientos de capital por US$44.000 millones a partir de septiembre (que se concentran entre 2022 y 2023), forzando los estatutos del organismo en términos de tasa de interés y plazos. Recordemos que, por la magnitud del crédito otorgado a la Argentina respecto a su cuota, el país aceptó pagar una penalidad de 200 puntos básicos por sobre la tasa de interés básica que cobra el FMI.

Lo patológico es que esta proclama ocurre apenas diez días después de la visita del Presidente y su ministro de Economía a Europa. Visita en la que intentaron renegociar contra reloj el vencimiento por US$2.400 millones con el Club de París del próximo 30 de mayo, y después de la cual dejaron trascender que el organismo estaría dispuesto a “liberar” del default a la Argentina. Ocurre casi en simultáneo a la conversación pautada entre Alberto Fernández y Angela Merkel, siendo Alemania uno de los países con capacidad para torcer la decisión. Y también en simultáneo a la noticia filtrada por el propio Gobierno respecto a que a principios de junio vendría una misión para avanzar con el Artículo IV: el informe que hace el FMI sobre todos los países miembros sin programa y que en el caso de Argentina (donde el programa está caído desde agosto de 2019, después del resultado de las PASO) es una de las exigencias del Club de París para refinanciar el vencimiento mencionado y evitar el default. 

Un default al Club de París (en el que se incurriría si no se subsana el pago 60 días después del vencimiento), prácticamente duplicaría el monto adeudado al organismo. Esto es así debido a la letra chica del acuerdo firmado en 2014 por el entonces ministro de Economía y actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, para reestructurar el default en el que todavía estaba la Argentina desde la salida de la convertibilidad. Otra vez, la defensa del “presente y el futuro de los argentinos”, como titula la proclama, puede terminar aumentando en forma directa la deuda.   

Si bien no es la primera vez que una movida dentro de la propia coalición de gobierno patea en contra, lo cierto es que a medida que los días transcurren, el juego se torna cada vez más perverso y puede terminar atentando contra el propio objetivo de la política puesto en llegar a la elección sin que la coalición de gobierno se rompa y con la brecha cambiaria contenida. Si bien la aceleración en la liquidación de la cosecha coordinada por la suba en el precio de la soja (que vale remarcar durante los feriados cayó US$50, a US$555 la tonelada) y un BCRA que puso el freno al ritmo de devaluación del dólar oficial, le permitió al BCRA empezar a recomponer reservas, reducir la exposición en futuros e intervenir en la brecha cambiaria que se mantiene en torno a 70%, lo cierto es que hasta noviembre falta mucho y el equilibrio es delgado. Sobre todo, por la incertidumbre que genera el impacto sobre las nuevas medidas de restricción a la movilidad de las personas impuestas frente a la llegada de la tercera ola sin vacunas suficientes. 

La concentración de vencimientos fue un seguro que tomó el FMI para asegurar que cualquiera que tomara las riendas del país a fines de 2019 se sentara a la mesa de negociación. Más allá de los errores de un programa que pretendió financiar la reelección con un esquema extraordinariamente rígido, la cuenta capital abierta y flexibilidad cambiaria, que no haya habido transición en 2019 después del resultado de las PASO, y haber avanzado en una renegociación de la deuda con privados sin enmarcarla en un acuerdo con el FMI, fue un grave error que explica que la deuda recién reestructurada rinda 20%. Desde el vamos se conocía el cronograma de pagos al FMI y el calendario electoral en 2021, y parados a hoy negociar un programa que funcione y que además debe ser aprobado por el Congreso en medio de una elección luce inviable. De ahí la necesidad de un acuerdo puente que postergue los vencimientos y/o un acuerdo posterior que devuelva los pagos de septiembre y diciembre en el arranque como parte del programa. 

Si bien coincido en que los US$4.370 millones que le tocan a la Argentina por la emisión de DEGs del FMI deberían utilizarse para estabilizar las reservas en el marco de un acuerdo con el organismo que permita reestructurar los vencimientos, no es lo mismo una reestructuración que un default. No sólo el Club de París exige un acuerdo con el FMI como garantía para reestructurar sus vencimientos, también China lo exige para sostener los desembolsos para financiar las inversiones que está llevando a cabo en el país. 

El carácter laxo del “nuevo FMI postpandemia”, la consolidación fiscal que empieza a darse en los últimos meses como contracara de la aceleración de la inflación y el rebote de la actividad (aún con los anuncios de mayores gastos Covid-19), el salto en la recaudación de retenciones a estos precios de las commodities y el impuesto a las “grandes fortunas” da margen para avanzar en algún acuerdo. A contramano, juega la brecha cambiaria, el abuso del uso del dólar como ancla y fundamentalmente la distorsión de precios relativos que se empieza a acumular en una economía cada vez más cerrada, donde los controles de precios no son para todos y que sostiene hace seis meses una inercia inflacionaria que corre a un ritmo del 60% anualizado (4% mensual). Pero un programa fiscal, financiero, monetario consistente, no es viable sino se avanza en modificar andamiajes en el funcionamiento de la economía. 

El status quo actual del mercado laboral donde con los salarios licuados sólo 5,8 millones de los 20 que representa la población económicamente activa tiene un empleo formal privado, requiere urgente una definición que evite el aumento en las inequidades que provoca y fundamentalmente evite que se siga destruyendo la base imponible. Para empezar una eliminación de la prohibición de despidos y de la doble indemnización que se impuso a principios de 2020 y se sostuvo hasta hoy.  

La discusión sobre el mercado laboral no puede hacerse por separado del régimen previsional. Al final de cuentas, la moratoria previsional incorporó a muchos de los que habían quedado excluidos del mercado laboral formal durante los 90s. Y si bien actuarialmente quienes perciben la moratoria no van a incidir presupuestariamente en 10 años, entonces el problema va a ser el monotributo donde se necesita el aporte de 14 aportantes a este régimen para financiar una jubilación mínima. Tampoco puede resolverse el déficit previsional aumentando la edad jubilatoria sin buscar una solución al esquema de indemnización vigente. Para empezar, se requiere otra vez una definición sobre la nueva movilidad previsional que motorizó el gobierno, ya que a estos niveles de inflación la economía no funciona, y bajar la inflación con la mitad del gasto público de la Nación indexado al pasado revierte la consolidación fiscal de 2021.

El esquema tributario requiere una discusión aparte.  La combinación de brecha cambiaria en 70% con las alícuotas actuales, está generando una erosión creciente de la base imponible que atenta contra el contrato social, el crecimiento y la viabilidad de la consolidación fiscal necesaria. 

A contramano del teorema de Baglini que sostiene que la irresponsabilidad de las propuestas de política económica es inversamente proporcional a la cercanía del gobierno, acá son los propios los que esmerilan sistemáticamente cualquier intento de enderezar el rumbo. La lógica de que detrás hay un juego de policía bueno policía malo para fortalecer la negociación viene ciertamente fallando y generando la ruptura del crédito soberano más tonta de la historia. Están jugando con fuego, perdiendo otra oportunidad para la economía, pero fundamentalmente poniendo en riesgo su propia estrategia cortoplacista.

WC