Apocalipsis ahora

Todos estamos preocupados por la Inteligencia Artificial, incluso quienes no tienen demasiado claro cuánto influye en nuestras vidas, o no saben que su mera existencia es un peligro para el medio ambiente, ya que su funcionamiento requiere de una enorme cantidad de agua para enfriar los sistemas. En todo el mundo hay grupos de investigadores, pensadores y técnicos que se ocupan de reflexionar sobre los efectos de la Inteligencia Artificial y de nuestro futuro con ella, y la mayoría de ellos se encuentra en Silicon Valley. Este año, uno de esos grupos pasó a primer plano por una secesión traumática, la de un grupo radicalizado llamado extraoficialmente “Zizians”, que cometió un raid criminal y paranoico a la Charles Manson. Su historia, con importantes atajos y generalizaciones, puede contarse así:
En 2016, llegó a San Francisco una programadora de 25 años llamada Ziz. Había nacido en Alaska con el nombre de Jack Amadeus LaSota y vivía desde la adolescencia como mujer trans. Hija de un investigador en robótica y una consejera escolar, se recibió de ingeniera informática en la Universidad de Fairbanks y decidió instalarse en San Francisco, cerca de Silicon Valley. Buscaba estar entre personas con las que pudiera compartir intereses y trabajar: una Meca. Vegana, sin trabajo fijo, vivía en alquileres compartidos y durante un tiempo, en un bote en la bahía.
Para entender su radicalización y la de sus seguidores, se debe hacer un poco de historia. Hace décadas, estudiantes de filosofía y de ciencias informáticas predijeron el día en que las computadoras serían, de forma irreversible, más inteligentes que los humanos. Llamaron a este evento “singularidad”. Uno de los principales pensadores de esta línea es Eliezer Yudkowsky, un autodidacta de Chicago que quería imaginar una filosofía capaz de proveer un marco ético sin la moral religiosa. Yudkowsky y sus textos online fueron aceptados muy pronto por los académicos. La pregunta que todos compartían era cómo determinar si esa superinteligencia, cuando llegara, iba a ser benevolente o malvada. O si su concepto de “benevolencia” tenía algo que ver con el nuestro. Yudkowsky empezó a escribir sobre lógica y tomas de decisiones con un método estadístico para enfrentar cualquier escenario, o evitar el escenario hostil. El corpus de ensayos, que tiene más de dos mil páginas, se llama “las secuencias”. Los que comparten las teorías de Yudkowsky se denominan “racionalistas”. Sería largo y complicado explicar su subcultura, pero digamos que su objetivo final es dominar a la IA con la razón más severa, para que no nos convierta en sus esclavos. En 2009 los racionalistas se reunieron en el blog LessWrong, al que contribuían con ensayos. En Berkeley, cerca de Silicon Valley, fundaron dos think tanks, Miri y Cfar: pretendían lograr una “singularidad” segura, y reunir más teóricos para fortalecer la investigación.
Ziz era una de las blogueras más activas de LessWrong e integrante activo de la comunidad. Pero, después de años de entusiasmo, empezó a publicar críticas. Creía que los racionalistas no estaban haciendo lo suficiente para prevenir una súperinteligencia hostil, y que no tenían en cuenta a otros animales sintientes, algo fundamental para el veganismo. De posteos optimistas donde planeaba migrar su mente a una computadora pasó a creer que la única manera de salvar al mundo era la violencia. Los periodistas que siguen su caso revelaron chats privados: se puede leer el intenso espiral de paranoia. Los racionalistas, además, se definen por estándares intelectuales imposibles que, sumados al vértigo de pensar en el fin de la humanidad con un componente mesiánico, es un cóctel para el descalabro emocional.
Acá la cuestión se empieza a oscurecer. En 2019, Ziz y sus compañeres –el grupo está formado casi en su totalidad por personas trans– rompieron con el núcleo central racionalista por desacuerdos varios sobre derechos animales, métodos para manejar la IA, además de acusaciones de transfobia y abuso de poder. Exiliados después de irrumpir en reuniones vestidos como el protagonista de V de Vendetta, se mudaron a containers en el puerto de San Francisco. El grupo pasó toda la pandemia juntos, paseando por el puerto desnudes, con máscaras de gas, katanas y cuchillos. En 2022, Yudkowsky publicó un ensayo apocalíptico que les dio la razón. Escribía: “La humanidad no resolverá el tema del alineamiento: como la supervivencia es imposible, deberíamos focalizar nuestros esfuerzos en ayudar a que muera con dignidad”. Cuando el contrato alquiler en el puerto se terminó, el dueño del lugar, Curtis Lind, decidió desalojar al grupo. Se resistieron: Lind, de 80 años, terminó apuñalado y con cortes en el cuello. En la pelea, sin embargo, logró disparar, hirió a un atacante y mató a otro. Él sobrevivió, aunque perdió un ojo.
La situación escaló. A fines de 2022, Ziz fingió su suicidio arrojándose por la borda de un barco. La guardia costera no encontró el cuerpo y la dio por (presunta) muerta. Incluso apareció un obituario en el diario de su ciudad natal. Ziz había pasado a la clandestinidad y se fue con dos compañeres, Michelle Zajko y Daniel Blank, a Filadelfia. Días después fueron asesinados a tiros, en su casa, los padres de Zajko, en las afueras de la ciudad. Se pensó en un robo, pero la policía investigó y decidió allanar la habitación de hotel de Michelle. Encontraron evidencia para detenerla, cuarenta mil dólares cash y también encontraron a Ziz, que dormía en la habitación de al lado. Ambas fueron liberadas por pruebas insuficientes y Ziz se mudó a Carolina del Norte.
En enero de 2025, dos jóvenes llamados Youngblut y Bauckholt, dueños de la casa donde vivía Ziz en Carolina del Norte, quisieron comprar una propiedad en Vermont. Llevaban armas, vestían de negro, el agente inmobiliario sospechó y la policía decidió monitorearlos. Cuando estaban manejando cerca de la frontera con Canadá, el agente David Maland los detuvo. Youngblut se asustó, sacó el arma y disparó. El policía contestó, mató Bauckholt y él mismo murió al día siguiente en el hospital. Mientras tanto, para terminar la faena, otro integrante del grupo asesinó a cuchillazos a Curtis Lind, el señor de los containers. En febrero de este año, Ziz, Zajko y Blank fueron arrestados cerca de Pennsylvania.
¿Que pretendían hacer? ¿Para qué necesitaban el dinero de los padres asesinados, la casa en la frontera? ¿Por qué jóvenes educados en Oxford, brillantes, empleados de NASA y Google, terminaron en un container como vagabundos? ¿Por qué asesinar a Lind? En el escondite de Pennsylvania, una casa ocupada en el campo, los Zizians tenían las dañinas balas de punta hueca, monoculares de visión nocturna, cascos antibalas, siluetas para practicar tiro, máscaras de gas, celulares con papel de estaño, radios, textos cifrados. Elementos de preparación para un combate, aunque se rindieron de inmediato ante la policía. Ziz y sus compañeres niegan toda acusación y se declaran inocentes. Dos de les detenides, entre ellos una chica llamada Suri Dao, están en instituciones mentales, no comen, entran y salen de estados de catatonia, se autolesionan y reclaman sus hormonas. Otros están desaparecidos: quizá huyeron o quizá se preparan para un ataque. Muchos intelectuales de Silicon Valley, asustados, tomaron medidas de seguridad personal. ¿Los Zizians son un grupo de acción política radical anti IA o jóvenes desequilibrados en una situación de secta? Elles no se consideran Zizians, no reconocen un líder, incluso niegan ser quienes son. Hasta ahora sus apariciones ante los jueces terminaron en caos: en California, Alexander Leatham –que atacó a Lind– se presentó en sillas de ruedas gritando: “Este show es un ensayo del genocidio a las personas trans”. La próxima audiencia está pautada para el 19 de agosto, cuando seguirá el relato de esta historia de violencia, delirio y desamparo.
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