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ANÁLISIS

El “ataque digital” sin cuartel que quebró a la derecha chilena

Chile
Evelyn Matthei, candidata por la alianza de centro derecha Chile Vamos.

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La arremetida en contra del Partido Republicano de Chile –que representa a la extema derecha del país– por parte de la candidata presidencial del conglomerado de partidos de centro derecha (UDI, RN, Evopoli y Demócratas), Evelyn Matthei, escaló este lunes cuando anunció la presentación de una denuncia de los senadores de Renovación Nacional (RN) para que se investigue a fondo el tema y se persigan a los responsables. Matthei, candidata por Chile Vamos, sufrió un ataque digital sin cuartel en las últimas semanas –a la que ella calificó como una “campaña asquerosa”– en la que se trató de instalar en las redes sociales que tenía alzhéimer,

Esta acción judicial, por el delito informático y asociación ilícita (en virtud de la Ley 21.459 y del artículo 292 del Código Penal), sería la primera de esta naturaleza tras la suscripción de Chile al convenio de Budapest, marcando un precedente en la judicialización de este tipo de campañas.

Según Matthei estas acciones son propias de regímenes autoritarios y generan preocupación por lo que evidencian lo que serían capaces de hacer los republicanos si llegan al Gobierno –las presidenciales en Chile se realizarán en noviembre– Acusando, además, que estas campañas repiten un patrón que se observó en las elecciones presidenciales pasadas y que afectaron a algunos excandidatos: Sebastián Sichel (que fue la carta presidencial de Chile Vamos), Juan Sutil (expresidente de la Confederación de Producción y del Comercio que intentó ingresar a la arena política), Felipe Alessandri (exalcalde de Santiago) y Johannes Kaiser (diputado y actual carta presidencial del Partido Nacional Libertario), pese a la cercanía ideológica de este último con los republicanos.

Las implicancias políticas y electorales de esta guerra digital son profundas. Primero, porque erosionan la confianza pública en el proceso electoral chileno y en la ya desprestigiada actividad política. Cuando las campañas se basan en la desinformación y en el ataque personal, el debate de ideas se empobrece y la ciudadanía se aleja, sintiéndose manipulada. Segundo, porque estas tácticas contribuyen a la polarización del debate electoral, al demonizar al adversario en lugar de debatir sus propuestas. Esto dificulta la construcción de consensos y la gobernabilidad futura, independientemente de quién gane. Y, tercero, porque plantean un desafío ético y regulatorio urgente que busque garantizar una cancha pareja a través de mecanismos efectivos que desincentiven este tipo de campañas. Lamentablemente, la dificultad de identificar a los autores y la pasividad de las plataformas hacen que la impunidad sea la norma, incentivando a que estas prácticas se sigan repitiendo.

En concreto, la estrategia de Matthei para intentar frenar este embate y, con ello, recuperar la aprobación que su sector atribuye a esta guerra sucia, tendrá sin duda profundas repercusiones en la contienda. No solo impactará en su posicionamiento en primera y segunda vuelta, sino que tensará al máximo la ya frágil unidad del sector de cara a las complejas negociaciones parlamentarias –hasta ahora por omisión–, diseñadas para evitar el desastre electoral de 2021. Este conflicto interno, expuesto a la luz pública, pone cuesta arriba un eventual apoyo del centro político y de la derecha más moderada a un hipotético gobierno de José Antonio Kast, quien, además de no contar con equipos técnicos suficientes para la magnitud de los desafíos, podría enfrentar una dura batalla para lograr mayorías en el Congreso. Más aún, debilita la unidad de propósito para hacer frente a la candidata oficialista, la comunista Jeannette Jara, que en las últimas semanas ha aumentado fuertemente en las preferencias (en torno al 30%) y que, gracias a su carisma, su relato y una disciplina férrea, se ha vuelto una opción muy competitiva que podría convertirse perfectamente en la próxima presidenta de Chile.

José Antonio Kast (a la derecha), líder del Partido Republicano de Chile, posa junto a Eduardo Bolsonaro (centro) y Javier Milei.

Consciente de la complejidad y de los efectos del tema, los republicanos salieron a poner paños fríos. José Antonio Kast, consultado sobre las acusaciones, descartó la participación de sus militantes, en un intento por desmarcarse de la polémica, afirmando que su “adversario político, electoral está al frente, en el gobierno”. Y reiteró su compromiso de apoyar a cualquier candidato de oposición que logre llegar a la segunda vuelta, agregando que esperaba la misma reciprocidad. Pero Matthei no bajó la guardia: respondió que el republicano estaba mintiendo y que aún no daba el tema por cerrado.

Si bien en Chile Vamos hubo un apoyo unánime a la acción judicial, surgieron matices sobre la negativa de Matthei a confirmar un apoyo a Kast en un eventual balotaje con la candidata del oficialismo. El presidente de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Guillermo Ramírez, emplazó a republicanos a la unidad“. La diputada Ximena Ossandón (RN) y el alcalde de Ñuñoa, Sebastián Sichel respaldaron a Matthei insistiendo en la necesidad de una campaña limpia y en que Kast detenga a sus ”trolls“. Mientras que el jefe de la bancada de senadores de la UDI, Sergio Gahona, no dudó en confirmar su apoyo a Kast en el balotaje y el presidente de RN, Rodrigo Galilea, intentó cerrar filas: ”Todos en Chile Vamos queremos que sea Evelyn Matthei quien pase a segunda vuelta. Trabajamos para eso. Si eso no llegara a pasar, es obvio que ni ella ni ninguno de nosotros va a votar por Jara“.

La guerra digital sin cuartel en la campaña electoral chilena no es un hecho aislado y refleja una tendencia que se ha repetido en otras partes del mundo. La última elección en Estados Unidos dejó muchas lecciones sobre el rol de las redes de cuentas que generan contenido destructivo, videos alterados, memes, información falsa y, más recientemente, el uso de inteligencia artificial para generar confusión.

Más allá de las cuentas por cobrar entre los candidatos de las derechas, la actual campaña presidencial chilena se está librando en un campo de batalla digital donde las reglas son difusas y las consecuencias son potencialmente devastadoras. La paradoja es que, mientras estas campañas se viralizan, las plataformas apenas sancionan este tipo de contenido, incluso cuando es engañoso o malintencionado, dejando a los candidatos atacados y a las elecciones en una situación de vulnerabilidad, lo que debilita y puede poner en riesgo la democracia.

En definitiva, la denuncia de Evelyn Matthei es un llamado de atención que no puede ser ignorado. Es un ejemplo de los desafíos que enfrentan las democracias modernas ante la proliferación de la desinformación y el uso de tácticas destructivas. Si los países de nuestra región quieren fortalecer su democracia, no solo deben debatir ideas, también tienen que enfrentar con seriedad esta guerra digital sin cuartel, exigiendo transparencia, responsabilidad y, sobre todo, un compromiso ético de todos los actores políticos para que la contienda electoral no se convierta en una demolición de la verdad y de la honra de las personas. El futuro de nuestra convivencia democrática en la región depende de ello.

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