El trabajo remoto reforzó la desigualdad de género y para las mujeres se convirtió en una doble jornada laboral simultánea

Hay un orden de cosas que subyace a cualquier cambio en la superficie de la sociedad y que es capaz de terciarlo, de determinar su sentido. El trabajo remoto, una modalidad que expandió la pandemia y dotó a miles de personas de una mayor libertad para disponer de sus jornadas laborales, no tuvo los mismos efectos para todas las personas. 

De acuerdo con datos publicados por el Indec a partir de la conmemoración del 111° Día Internacional de la Mujer, el número de mujeres que trabaja desde sus casas duplica al de varones: 16% contra 7,6%. Y la brecha se incrementa en los hogares donde hay presencia de niños pequeños. Solo 4 de cada 100 varones con menores de hasta 6 años a cargo trabaja en el hogar, mientras que entre las mujeres ese número se eleva a 15. 

“Esta modalidad genera una sobrecarga para las mujeres, principalmente para aquellas con responsabilidades domésticas y de cuidado”, identifica el documento, que se basa en datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) correspondientes al tercer trimestre de 2021. Así, una dinámica que es liberadora para muchas personas, en las mujeres con hijos e hijas se vuelve muchas veces lo contrario; la obligación de atender a dos frentes en simultáneo.

La situación se explica porque, más allá de la visibilización progresiva de las tareas históricamente legadas a las mujeres -sintetizada en la consigna: “eso que llaman amor es trabajo no pago”-, las mujeres siguen asumiendo la mayor parte de las responsabilidades al interior del hogar. Los datos difundidos por el Indec muestran que actualmente 8 de cada 10 mujeres está a cargo de las tareas domésticas, mientras que la proporción entre los varones es algo menos de 5 de cada 10. 

“El trabajo remoto fue históricamente una de las formas que las mujeres encontraron para trabajar de manera remunerada y cuidar, aún cuando esto las expuso a condiciones laborales mucho más precarizadas”, explica Vanesa D'Alessandre, investigadora asociada de Protección Social y de Educación de Cippec. De hecho, los números del Indec muestran que ya en 2019 el 8% de las mujeres trabajaba desde sus casas, contra el 3,8% de los varones. Lo que sucedió con la pandemia, agrega D'Alessandre, es que todas las actividades migraron al hogar y las mujeres se ocuparon no solo de lo que ya hacían, sino que sumaron muchas cosas más. En algunos casos, sin la ayuda externa con la que contaban.

“El trabajo remoto no es en sí mismo el problema, sino la destribución desigual de las tareas domésticas y de cuidado y, por otro lado, la insuficiente red de apoyo de servicios de cuidado gratuita y de calidad”, concluye.

Un informe previo de Indec señalaba que las mujeres le dedican un promedio de 6,4 horas diarias a cuidar a sus familias; casi una jornada laboral completa, que muchas veces es la segunda del día. Los varones, en cambio, le dedican un promedio de 3,4 horas. Esta situación es, además de injusta, el principal obstáculo a la participación laboral plena de las mujeres y de su autonomía económica.

El trabajo remoto no es en sí mismo el problema, sino la destribución desigual de las tareas y la insuficiente red de apoyo de servicios de cuidado gratuita y de calidad

“La flexibilización de los entornos laborales y las tendencias en la organización del trabajo abren oportunidades para cerrar las brechas de género. Para eso es importante que todos los actores sociales contribuyan a crear una cultura de corresponsabilidad en las tareas de cuidado y que existan políticas públicas articuladas y consistentes para impulsar y acompañar estos cambios” opina Laura Gaidulewicz, directora del Instituto de Género e Inclusión de la Universidad Siglo 21. Según un informe elaborado por esa entidad, el 28,6% de las mujeres demuestran mayor dificultad que los varones para relajarse después de un día de trabajo (versus 26,5%). Además, el 27,7% no puede dedicarse a hobbies u otras actividades luego de la jornada laboral (versus 20%), mientras que el 33% asume estar agotada (26,6% los varones). 

Si bien no suele ser incorporado dentro de las grandes cuentas nacionales, un cálculo de la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género arroja que las tareas de cuidado y trabajo doméstico no remunerado representan el 15,9% del PBI. Esto convierte a las tareas de cuidado en el sector que más aporta a la economía, seguido por la industria (13,2%) y el comercio (13%).

Actualmente 8 de cada 10 mujeres está a cargo de las tareas domésticas, mientras que la proporción entre los varones es algo menos de 5 de cada 10.

También cuando se miran las ramas de actividad económica en las que se insertan las mujeres se advierte la reproducción de los roles de cuidado en el mercado. Las mujeres son mayoría en las ramas de la salud y la educación (el 25% de ellas se insertan en esos sectores) y también en el servicio doméstico (15% del total). En cambio, son minoría en la industria manufacturera y la construcción, donde se desempeña el 30% de los varones. 

“Por mandatos históricos o prejuicios sociales, las mujeres tiene menor presencia en las carreras que tienen que ver con la ciencia, la tecnología, la ingeniería o los sistemas. Aun hoy hay un menor porcentaje de mujeres que estudian y se gradúan en esas carreras con mayor deanda laboral”, suma Matías Ghidini, gerente general de la consultora en recursos humanos GhidiniRodil.  

El informe de Indec agrega que las mujeres tienen menores posibilidades de acceso a puestos de decisión y perciben ingresos más bajos. Entre las personas ocupadas, por cada $100 pesos que gana en promedio un varón, una mujer gana $74. Además, la brecha de ingresos aumenta a menor nivel educativo y a menor calificación de la ocupación. Entre las personas que ocupan puestos no calificados, por cada $100 que gana un varón, las mujer percibe $69.

DT