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Opinión- Tribuna abierta

La política federal debe aprender también de las experiencias de las provincias

La deserción escolar constituye hoy uno de los principales problemas de la educación argentina.

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Dos años de pandemia, discusiones por la presencialidad escolar, pibas y pibas atravesando situaciones complejas, escuelas sostenidas por el esfuerzo de las y los docentes, y un Estado al que no parecen haberle sobrado las respuestas. Ese es el panorama actual. Al tomar las riendas del Ministerio de Educación nacional, Jaime Perczyk destacó que en su gestión combatirá la deserción escolar a través de un programa que busque a cada chico y a cada chica y lo reincorpore en el sistema educativo. Quienes durante ocho años realizamos esa experiencia en Santa Fe, construyendo una política pionera, tenemos, en tal sentido, mucho por decir y mostrar.

La deserción escolar constituye hoy uno de los principales problemas de la educación argentina. Miles de estudiantes abandonan el sistema educativo a raíz de circunstancias complejas. Estudios serios e informados indican que entre la multiplicidad de factores que derivan en el abandono de la institución educativa, no se encuentran solo las condiciones sociales y de vida de muchos estudiantes, sino también un modelo de escuela lejano a las trayectorias particulares de los jóvenes de hoy. Ellas y ellos viven en un mundo muy diferente de aquel para el que fueron pensados los programas y las estrategias de la escuela del siglo XX. Con un mundo del trabajo desarticulado, con identidades menos fijas, con problemáticas sociales que golpean cada vez más a los sectores pobres, es necesario construir un nuevo modelo educativo para la igualdad.

En mi rol de ministra de Educación de Santa Fe durante las gestiones socialistas y progresistas elaboramos -en conjunto con un equipo político y técnico especializado de Educación, y también de áreas de Gobierno como Desarrollo Social, Salud, Deportes, Cultura, Hábitat, Infraestructura— un programa para lograr que cada chica y cada chico que había abandonado la escuela, volviera a ella. Lo llamamos “Vuelvo a Estudiar”. Su condición de integral, innovador, sostenido, y los resultados fueron motivo del premio latinoamericano a la inclusión socioeducativa (por REDUCA).

Desde 2013 (el año en el que dimos inicio al programa) a 2019, la matrícula creció en un 24,11%. La tasa de promoción escolar se incrementó 8,4%. El índice de abandono escolar se redujo a la mitad, pasando 12% a 6%. Durante la gestión del plan, la tasa de escolarización provincial llegó al 85%. Un total de 25 mil jóvenes volvieron a las aulas de la secundaria. Esta política incluso tuvo repercusiones en la educación superior, evidenciando que la posibilidad de acceso y de finalización de los estudios secundarios contribuyó a que muchas y muchos estudiantes optaran por cursar una carrera terciaria o de licenciatura.

El “Vuelvo a Estudiar” partió de la premisa desarrollada hoy por el flamante ministro de educación nacional. “Ir casa por casa”, contactar directamente a cada joven para reinsertarlo en el sistema educativo. Es casa por casa, sí, pero también situación por situación. No alcanza con agentes públicos dispuestos a trabajar para que los y las jóvenes vuelvan a la escuela: se precisa de equipos interdisciplinarios formados y en el territorio, articulando con las organizaciones -clubes, vecinales, centros de salud- que tienen puentes hacia las escuelas, tutores cercanos y accesibles que acompañen cada situación, y una escuela con posibilidades de acompañar trayectorias educativas particulares. En tal sentido, la formación de equipos educativos interdisciplinares, el trabajo sobre las infraestructuras, la adecuación de normativa y el contacto y la relación directa con las escuelas resulta imperioso para que de un plan de esta naturaleza, en el que cada estudiante es una prioridad, se obtengan los resultados esperados.

Es un buen augurio y un comienzo auspicioso que la gestión de Perczyk contemple la necesidad de trabajar seriamente en la reinserción de las y los jóvenes a la escuela. La política que emprendimos en Santa Fe puede resultar un buen ejemplo para esta nueva línea trazada a nivel nacional. En un país diverso y federal, tomar las experiencias exitosas es también algo que debemos aprender.

CB

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