En la Casa Rosada siempre se dice que los despachos no son solo espacios de trabajo: son señales de poder. Cada cambio de gabinete implica una pequeña mudanza del mapa interno, y esta vez no fue la excepción. Con las salidas de Guillermo Francos y Lisandro Catalán, el gobierno de Javier Milei decidió reorganizar las oficinas con una mezcla de pragmatismo y superstición. “Vamos a hacer una limpieza energética”, reconocieron en Balcarce 50.
No será la primera vez que suceda. En febrero pasado, cuando el periodista Eduardo Serenellini dejó la Secretaría de Medios, también se llevó a cabo un operativo similar. Su despacho, uno de los más amplios y luminosos de la planta baja, con vista a la explanada de la calle Rivadavia, fue sometido a un ritual de purificación —una suerte de exorcismo palaciego— impulsado por la propia Karina Milei. En esa ocasión, según contaron fuentes al tanto, se usaron palo santo, vinagre y una mezcla de hierbas naturales para “ahuyentar malas energías”.
En los pasillos de la Casa de Gobierno todavía recuerdan aquel episodio como una metáfora de la nueva era que impulsaba la secretaria general de la Presidencia: limpiar el aire y, de paso, el organigrama.
La última postal de ese nuevo orden se consolidó el miércoles, durante la jura de Manuel Adorni en el Salón Blanco. Karina Milei saludó con efusividad al hoy asediado Santiago Caputo, que se prestaba a observar la ceremonia desde un lateral. Al finalizar, el asesor hizo lo propio con el flamante jefe de Gabinete, a quien abrazó afectuosamente. ¿Un gesto que selló, ante la vista de todos, una futura buena vecindad? El “monje” y el exvocero están obligados a partir de ahora a ser socios en el comando del día a día.
Adorni mudado
Sin ir más lejos, Adorni recibió este jueves por la tarde a Caputo en su nueva oficina, en una reunión de una hora que, según pudo saber elDiarioAR, buscó sincronizar estrategias antes del envío de las reformas al Congreso. El jefe de Gabinete ocupa el despacho que hasta la semana pasada ocupó Francos, en la planta baja del palacio. Al igual que su antecesor en el cargo, no se moverá al primer piso, donde tradicionalmente se ubicaba el jefe de ministros. Ese lugar, pared de por medio con el Presidente, pertenece a Karina desde mayo de 2024, cuando el malhadado Nicolás Posse fue eyectado de la gestión. Desde allí, “El Jefe” comanda la vida política del oficialismo, supervisa la agenda y regula el acceso a su hermano.
A pocos metros, en otra oficina del mismo corredor, se prepara para aterrizar Diego Santilli, el nuevo ministro del Interior. Este viernes, recibirá a los gobernadores Ignacio Torres (Chubut) y Raúl Jalil (Catamarca). La llegada del dirigente del PRO completa el esquema operativo que el Gobierno busca consolidar antes de diciembre, momento en que Milei deberá hacer cambios obligados en su equipo: abajo, un eje que suplante al binomio político Francos-Catalán; y arriba, el poder real concentrado, entre el despacho presidencial y el de la secretaria general.
Es que lejos de ser una excepción a la regla, la mudanza de estos días cuenta con algunos antecedentes. En enero pasado, Karina Milei ordenó una importante revisión de la lista de inquilinos de la Casa Rosada. Desde su rol, impulsó el traslado a Balcarce 50 de áreas que funcionaban en oficinas externas —Comunicación, Innovación y parte de su propio equipo— y, a la inversa, dispuso la salida del edificio del vicejefe de Gabinete Ejecutivo, José “Cochi” Rolandi.
Preservado tras la salida de Posse, el funcionario mantuvo su rol técnico, pero quedó fuera del corazón del poder. Fue reubicado en un anexo sobre Roque Sáenz Peña al 500, donde hoy continuará desempeñando sus tareas, según pudo saber elDiarioAR. Por entonces, oficialmente se había hablado de “cuestiones logísticas”, aunque en la Rosada lo leyeron como un gesto político: despejar el espacio para centralizar el poder bajo el mando de Karina.
Ala este/ala oeste
El equilibrio físico de la Casa Rosada refleja además la anatomía de La Libertad Avanza y sus internas, las mismas que no menguaron tras la victoria electoral y que parecen no tener fin.
En el ala este del edificio, junto a una de las escaleras de marmol laterales, está el Salón Martín Fierro. Es allí donde Santiago Caputo mantiene su base de operaciones y reúne a su equipo digital para pactar las líneas estratégicas a seguir. La postal es cotidiana: funcionarios y visitantes que entran y salen, en medio del humo de los cigarrillos, las latas de bebidas energizantes y las psicografías del “Nostradamus argentino” Benjamin Solari Parravicini que cuelgan de las paredes.
En el ala oeste, en tanto, se encuentra el despacho de Eduardo “Lule” Menem, desde donde el subsecretario de Gestión Institucional administra el armado político y los vínculos formales con los distintos sectores del Congreso. Rara vez se ve a algún referente de Las Fuerzas del Cielo, la agrupación juvenil referenciada en Caputo, caminar por esas latitudes karinistas. Dos balcones internos separan a ambos bandos. Y, en el medio de ellos, casi como una ironía del destino, la Sala de Periodistas.
“La cordialidad entre Lule y Santiago no va más allá de los gestos que hacen en público, para las cámaras. En el fondo, la desconfianza es total”, deslizó un dirigente libertario que no se enrola en ninguna de las facciones, en referencia a lo sucedido el miércoles en el Salón Blanco. Ambos intercambiaron palabras por alrededor de un minuto, entre sonrisas y palmadas en la espalda. Una situación similar a la ocurrida una semana antes, durante la ceremonia que formalizó a Pablo Quirno como canciller.
Pero quien no deja de moverse de un lugar a otro de Balcarce 50 sin importar las circunstancias es María Ibarzábal Murphy, la secretaria Legal y Técnica, una de las funcionarias de mayor ascendencia técnica y política dentro del Gobierno. De caminata rápida y perfil bajo, mantiene su oficina original muy cerca de Caputo, también en el Salón Martín Fierro —la misma que ocupaba cuando era secretaria de Planeamiento Estratégico Normativo—. Sin embargo, a partir de abril amplió su radio de acción al despacho que supo pertenecer al fallecido Javier Herrera Bravo, su antecesor.
Apadrinada por el asesor presidencial, Ibarzábal coordina la ingeniería jurídica del Ejecutivo. Allí, junto a un equipo de jóvenes letrados que trabajan a pocos metros, en el Salón de los Próceres, se delinean estrategias que buscan tensar al máximo los márgenes de la institucionalidad establecida.
Porque, en el fondo, la redistribución de los despachos es también una declaración de principios. En la práctica, la nueva disposición resume el modelo de conducción que consolidaron los Milei a lo largo de sus dos primeros años al frente del poder: un mando concentrado, vertical y familiar. El Gobierno reduce la labor diaria a un puñado de oficinas contiguas, donde los límites entre la gestión y el esoterismo parecen estar cada vez más difusos.
PL/MG